lunes, 27 de abril de 2009

El Precio de la Lealtad

Pasaron seis años para que Greg Rucka retomara las aventuras del guardaespalda Atticus Kodiak, protagonista de sus primeras cinco novelas. Luego de esta pausa en la que nos presentó a otros personajes memorables como Mim Bracca y Tara Chace, Rucka regresa a las crónicas de Kodiak con su más reciente novela Patriot Acts. Debido a que esta novela es una continuación inmediata de la entrega anterior, Critical Space, me di a la tarea de repasar aquella antes de sumergirme en la nueva obra. Lo primero que me impactó fue la manera constante y certera en la que la prosa de Greg ha evolucionado. Contrastar ambos libros me permitió observar cómo su diseño narrativo se ha vuelto más preciso, sus escenas editadas y ensambladas con una habilidad quirúrgica. Lo cual no debería sorprenderme, pues estamos hablando de un autor que ganó su primer premio literario a los diez años.

Rucka también se ha dado conocer por ser un escritor compulsivamente comprometido con el mundo emocional de sus personajes y el nivel de realidad de sus historias. En este caso esa cualidad simultáneamente es la fuente de la originalidad que hace irresistible a la novela y de la única debilidad del libro.

Patriot Acts reanuda la narración en el instante en que terminó Critical Space: Impresionada por la habilidad que Atticus demostró protegiendo a uno de sus clientes en Smoker, la asesina profesional conocida como Drama lo escogió como su guardaespaldas cuando un colega fue contratado para eliminarla. Kodiak logró su cometido, pero los peligros no concluyeron con la última página de aquella novela.

Patriot Acts básicamente lidia con las consecuencias de las decisiones que todos los personajes tomaron en la novela anterior. Sólo porque el sicario Oxford fue detenido no significa que Atticus y Alena están a salvo. Hay toda una maquinaria política y económica que los ve como un pasivo y esto los convierte en fugitivos. El guardaespaldas y la asesina se convierten en la pareja más improbable mientras se refugian con nuevas identidades. Pero su libertad fue comprada con una vida inocente que nada tenía que ver con el conflicto, y nuestros protagonistas pasan más de tres años esperando la oportunidad de hacer justicia.

Dentro de sus páginas Rucka confecciona una excelente tesis sobre quiénes son los clientes potenciales de estos supuestos asesinos profesionales y cuáles podrían ser sus motivaciones, y nos presenta una interesantísima dinámica entre la administración pública y el sector privado de Estados Unidos que parece engendrada en los titulares del mundo real. En este peligroso escenario Greg inserta a sus protagonistas y los enfrenta a un misterioso enemigo atrincherado en las más altas esferas del poder político. Curiosamente las historias de Atticus siempre han motivado a Rucka a experimentar con el diseño narrativo, y nuevamente nos encontramos en estas páginas algunas propuestas refrescantes sobre cómo manejar las transiciones sin que perjudiquen el ritmo de la historia.

Cuesta referirse a los personajes de Patriot Acts sin revelar las sorpresas que aguardan al lector en sus páginas, pero es necesario recalcar que cada una de sus personalidades está fantásticamente trazada y todas las decisiones que toman se perciben como lógicas e inevitables, no sólo para el dúo protagonista sino para todos los que se cruzan en su camino incluyendo al benefactor sorpresa que surge en el último acto de la trama. Para alguien que ha leído todos los libros de Rucka es lamentable haber esperado tantos años sin volver a ver en esta página a los personajes secundarios que solían poblar las historias de Kodiak, pero dadas las circunstancias que impactan la vida de nuestro héroe el nuevo enfoque de este libro es plenamente razonable e inevitable.

Como un lector fiel a la pluma de Greg Rucka, mi única queja es que el curso que ha tomado la vida de Atticus parece distanciarlo cada vez más de su profesión como guardaespaldas profesional, que inicialmente lo destacó como un personaje original dentro del género. Pero si evaluamos la novela de forma independiente, queda claro que Patriot Acts es todo lo que un thriller debe aspirar a ser.

Enero, 2009

Previos libros del autor:
http://lapiladelibros.blogspot.com/2007/09/bond-jane-bond.html

Referencia Bibliográfica:
Rucka, Greg. Patriot Acts. New York: Bantam Books, 2008. 392 p.

Vendetta Institucionalizada

El oficio del espionaje ha sido explorado en la literatura principalmente desde la perspectiva de las agencias estadounidenses o británicas. Pero existe otro servicio de inteligencia eficaz e implacable que ha causado conmoción en el mundo real: La Mossad israelí. Y es a esta organización a la que Daniel Silva le da protagonismo en su novela The Kill Artist.

Cuando el embajador de Israel en Francia es asesinado en un brutal atentado terrorista, el espía maestro Ari Shamron es convocado de nuevo a la acción y rápidamente detecta la mano de un viejo adversario, Tariq al-Hourani, un terrorista palestino que por un tiempo gozó de la confianza de Yasir Arafat. Shamron estima que la única represalia adecuada es la eliminación de Tariq, y para semejante tarea considera que hay un solo hombre apropiado: Gabriel Allon.

Nuestro protagonista, sin embargo, ya no quiere tener nada que ver con Ari. Allon actualmente trabaja como restaurador de obras de arte, un oficio que aprendió precisamente como cubierta cuando operaba como uno de los agentes de la Mossad que se encargaron de ejecutar a trece miembros de Septiembre Negro. Antaño fue el discípulo más destacado de Shamron, pero su relación se agrió luego de que una de sus misiones le costara su familia. Y el autor de ese atentado que devastó a Allon fue precisamente Tariq.

Tariq también es un personaje interesante, un terrorista despiadado que sin embargo exhibe una peculiar dependencia de la compañía femenina como apoyo para lograr sus atroces cometidos y protege un secreto personal que lo convierte en una amenaza más inminente de lo que sus enemigos suponen. Pero Silva no nos retrata a Tariq como un típico villano. Este palestino tiene la convicción de que lucha por el bienestar de su pueblo, y ha recurrido a medidas extremas sólo tras sentirse traicionado por Arafat. Tariq también sufrió una pérdida terrible que desea vengar: Su hermano mayor fue uno de los integrantes de Septiembre Negro que Gabriel asesinó.

En este ciclo vicioso de rencor y retribución Shamron inserta a Jacqueline Delacroix, una exitosa modelo internacional cuyos abuelos fueron ejecutados durante la ocupación de los Nazis de Francia y que ha servido como agente para la Mossad en misiones anteriores. Es reclutada nuevamente para que sirva como carnada para Yusef, el hombre que guiará a Gabriel hasta Tariq. Pero el complejo pasado entre Allon y Delacroix resucitará fantasmas que pondrán en riesgo toda la operación.

En The Kill Artist Daniel Silva nos presenta un siniestro juego de astucia en el que ambos adversarios se consideran cazadores y logra que el lector cuestione constantemente quién realmente posee la ventaja estratégica. Un pueblo que considera tener un derecho divino de venganza provee el material idea para este thriller psicológico, y Silva logra plantear los argumentos tanto de los israelíes como de los palestinos sin mermar el suspenso pausado que nos guía hasta el sorpresivo blanco que Tariq ha escogido para su ofensiva final.

En las últimas páginas nos encontramos con varios giros interesantes que le aportan un nuevo contexto al relato y apreciamos el esfuerzo de Silva por mantener un buen grado de realismo en la confrontación final. Vale mencionar que la venganza le es negada a uno de sus protagonistas en el desenlace, lo cual podría sugerir que el autor desea cuestionar su validez moral. The Kill Artist es la primera de una serie de novelas protagonizadas por Gabriel y tras haber conocido a este personaje con tantos planos psicológicos y cicatrices anímicas auguro prometedoras entregas futuras de las aventuras del héroe penante de Silva.


Enero, 2009

Referencia Bibliográfica:
Silva, Daniel. The Kill Artist. Nueva York: Signet, 2004. 501 p.

Proselitismo Apolítico

Bajo la premisa de que la novela Ensayo sobre la Lucidez de José Saramago ocurre en la misma ciudad y con algunos de los protagonistas de una de sus novelas anteriores, Ensayo sobre la Ceguera, cualquier lector esperaría un relato tan crudo y realista como fue aquella obra sobre la epidemia de ceguera.

Este nuevo ensayo se anuncia como la crisis que se da cuando los ciudadanos acuden a las urnas a rellenarlas de votos en blanco. Con tal tema anticipaba un retrato filosófico de nuestras actuales estructuras políticas, de un agudo análisis de la manipulación del poder, y de lo que un pueblo quizás podría lograr si despertara y castigara a sus gobernantes. Eso no fue lo que encontré en sus páginas.

Los primeros capítulos se prolongan excesivamente, pero surten el efecto de intrigar al lector, creando dudas sobre la dirección del relato. Eventualmente discernimos el tono casi a la altura en que el gobierno decide castigar a los electores abandonando la ciudad y dejándolos sin gobernantes y oficiales del orden. A partir de ese momento, Ensayo sobre la Lucidez se revela como lo que es: Una sátira de quienes detentan el poder político.

Si bien esto no es lo que esperaba del libro, tampoco le resta mérito, porque debajo de situaciones un tanto absurdas Saramago cuela mensajes bien claros acerca de aquellos a quienes ridiculiza. Desde la intención de tildar como epidemia la avalancha de votos blancos, el plan de equipararla con la enfermedad de la ceguera, hasta la conspiración insensata para inculpar de la subversión contra el gobierno a la mujer que no perdió la vista en aquel libro, el autor nos va transmitiendo con gran ironía la opinión que tiene de los políticos.

Como en obras previas, los protagonistas de este ensayo carecen de nombres, son identificados por el puesto social que ocupan. Pero aquí eso adquiere un valor adicional, pues subraya el hecho de que Saramago no ataca a un gobierno en particular, a una doctrina política específica, ni a una corriente histórica determinada. Su novela se universaliza; está satirizando a cualquiera que en algún momento haya ocupado un cargo público. Esto lo apreciamos notoriamente cuando coloca su lupa encima de las luchas hipócritas entre el Jefe de Estado y sus Ministros, en los eufemismos con los cuales rellena los discursos innecesarios del Presidente, en la forma en la cual lo ilógico le es requerido al comisario que envían a llevar a feliz término la conspiración.

Ensayo sobre la Ceguera no es la historia más compleja y verosímil que encontraremos, pero gracias a la experta pluma de Saramago se transforma en una fábula en donde la prosa transmite una docena de mensajes en una oración sencilla, y en la cual cada una de sus múltiples digresiones abre un espectro de posibilidades que, además de hacernos sonreír ante nuestra disparatada naturaleza, nos plantarán en el subconsciente interrogantes sobre dicha naturaleza que es muy saludable que cultivemos por mucho más que la duración de la obra.
Febrero, 2006
Referencia Bibliográfica:
Saramago, José. Ensayo sobre la Lucidez. Colombia: Algaguara, 2004. 423 p.