domingo, 14 de octubre de 2007

Los Sicarios de Vallejo

Sin muchas referencias sobre la misma, abordé con curiosidad entusiasta la novela de Fernando Vallejo titulada La Virgen de los Sicarios, sólo para ver dicho entusiasmo evaporarse rápidamente y ser reemplazado un centenar de páginas más tarde por el deseo de exigirle al autor la devolución del tiempo invertido en su obra.

La premisa del libro atrae pues promete adentrarnos en el Medellín ochentero de los sicarios, esos peculiares soldados del narcoterrorismo que en lugar de chalecos anti-bala se forran con escapularios y que antes de ir a ejecutar una víctima le oran a la virgen para que guíe todas sus balas hasta su objetivo.

Y Vallejo contaba con los elementos necesarios para presentarnos una historia realmente memorable, pues queda claro en el recorrido caprichoso realizado por su protagonista que conoce muy bien la telaraña social que asfixiaba a Medellín el momento histórico inmediatamente posterior a la caída de Pablo Escobar.

En su lugar, el escritor opta por imponernos a un narrador fastidioso que seduce a jóvenes sicarios y luego los acompaña en una ola de homicidios impulsivos por toda la ciudad. Lo cual descrito de esa manera sigue sonando interesante, pero el relato rápidamente se deforma en una parodia de sí mismo repeliendo así el interés que cualquier lector pueda tener. Los personajes son escasos y absolutamente planos. Si bien está claro que el sicario colombiano nace en la pobreza y se forja en la ignorancia, dudo que en realidad hayan llegado al grado hiperbólico en el cual Vallejo los presenta, deambulando por las calles ejecutando impunes a cualquiera que se cruce en su camino con tal de complacer al narrador. Y aún si fuera así, el intento de cinismo en su enfoque desinfla de efecto dramático cada uno de los asesinatos.

El único que exhibe personalidad es el protagonista, un viejo hipócrita amargado cuyo goce exclusivo en la vida proviene del cuerpo de estos chicos a los que consiente, pero a la larga su voz narrativa también falla. Y entiendo que Vallejo deseaba retratarnos los rencores del colombiano promedio y mostrarnos los rasgos de Medellín, una ciudad erigida sobre la desidia humana. Comprendo que a través de este relato intentó exteriorizar su disgusto y desilusión ante el deterioro de Medellín y la insensible ignorancia de sus compatriotas De hecho la perspectiva del narrador me recordó a momentos el monólogo de Edward Norton frente al espejo en la película The 25th Hour de Spike Lee. El desprecio y la insensibilidad en esa clase de declaraciones están supuestos a confrontarnos con la desconfianza de todo ser humano hacia su prójimo y recordarnos que, si no le ponemos riendas oportunas, todos tenemos el potencial para odiar a quienes son distintos a nosotros. Pero se le va la mano; el narrador se desdibuja en una caricatura de sí mismo y en el proceso nos expele de su mundo.

Su traducción cinematográfica del 2001 no redime la historia, pese a que trata de hacerla más plausible. Nos pide tragarnos menos asesinatos caprichosos, los diálogos suenan menos forzados, pero al final no hay mucho que se pueda hacer si el material fuente es malo. Igual el protagonista—identificado en el film con el propio nombre del escritor—nos resulta antipático y sin más sustancia que una creación en dos dimensiones para cumplir un propósito. Tanto Alexis como Wílmar aparecen vacíos, sin personalidad, antecedentes o motivación, y sus intérpretes no contribuyen con su actuación sin entusiasmo.

Es lamentable que La Virgen de los Sicarios no llene las expectativas del relato que pudo ser. En lo personal, a quien quiera familiarizarse con la cultura de violencia que los carteles fomentaron en Medellín a finales de los ochenta les recomiendo decidirse mejor por la excelente película Rosario Tijeras, inspirada en la novela de Jorge Franco Romas, que tendrá que ser objeto de una futura reseña.


Octubre, 2007

Referencia Bibliográfica:
Vallejo, Fernando. La Virgen de los Sicarios. España: Suma de Letras. 2004. 174 p.