miércoles, 5 de noviembre de 2008

Entre Dos Tierras

“A veces me sorprendo diciendo su nombre. Me gusta su textura sobre mis labios, algo tenue pero tangible que le da sustancia a mis recuerdos.”
John Rain

Muchas veces se ha dicho que en la Literatura y en la ficción en general todas las historias ya se han contado, que lo que genera nuevos relatos y personajes originales que atraigan nuestra atención—cual ingrediente secreto de una receta exitosa—es la perspectiva de cada autor, filtrada por el lente de sus propias experiencias.

Un caso que lo confirma es Rain Fall, la novela debut de Barry Eisler que será reinterpretada en el cine en el 2009. Superficialmente puede simular ser un caso más de la típica trama en la cual un eficiente y amoral sicario va poco a poco descubriendo una causa justa por la cual luchar gracias al amor inesperado que le nace por una extraordinaria mujer. Y todo lo anterior no es falso, pero lo que hace de éste un libro singular no es el bosque sino cada uno de los árboles sembrados en él.

Empezamos con el protagonista, quien nos relata los acontecimientos en primera persona: Fujiwara Junichi, alias John Rain. Hijo único de un matrimonio interracial entre un diplomático japonés y su contraparte estadounidense, John ha pasado toda su vida entre dos culturas profundamente distintas e intensamente recelosas una de la otra. Rechazado socialmente en ambos países por su sangre mezclada pero con el corazón anclado al Japón de su niñez, Rain creció en un ostracismo que sin duda en gran parte lo motivó a inscribirse en el ejército norteamericano junto a su amigo “Crazy Jake” y juntos combatieron en la guerra de Vietnam como parte del Grupo de Operaciones Especiales. El conflicto bélico transformó a Junichi irremediablemente.

Conocemos a John Rain por primera vez muchos años después, e inmediatamente descubrimos que actualmente aprovecha todas sus habilidades al dedicarse a fungir como hitman para la élite de Tokio. Actuando como agente independiente, John se especializa en simular que las muertes de sus víctimas son por causas naturales. Pero Rain no es un psicópata que disfruta robando vidas ajenas ni un villano sin conciencia rumbo a su redención. Estamos ante un personaje con varias capas psicológicas, un hombre que la vida lo ha marcado con cicatrices y lo ha forzado a aislarse, y que ejerce el único oficio que conoce para sobrevivir. En las páginas del libro encontramos una interesante analogía de cómo John alguna vez fue un samurai y ahora es un ronin.

Y es gracias al oficio de John también que conocemos a una serie de fascinantes personajes, como Harry, el brillante hacker que provee asistencia valiosa a John; Tatsu, el intrépido director de la Ketisatsucho; William Holtzer, el jefe de estación de la CIA en Tokio; o Yamaoto, el astuto líder del partido político “Convicción”. Todos ellos jugarán un papel crucial en cambiar la vida de John de forma irreversible. No es en vano que el juego de palabras en inglés del título de la novela se puede traducir a “La Caída de Rain”.

En el otro extremo de la trama tenemos a Kawamura Midori, una hermosa pianista de jazz con una personalidad incisiva y perceptiva que el destino interpone en el camino de John y, gracias a la hipnotizante caracterización que Eisler logra, al lector se le hace tan difícil como a Rain evitar enamorarse de Midori. Con ellos dos conocemos un Tokio seductor y misterioso, melancólico y magnético, hogar de los mejores bares en los cuales refugiarse en el jazz y el whiskey. A simple vista John y Midori viven un romance propio de almas gemelas, salvo por que el padre de Midori fue la última víctima de Rain.

Hay un McGuffin que a largo de las páginas de la novela perseguimos frenéticamente, un disco compacto irreproducible que el padre de Midori escondió antes de morir y que guarda todos los secretos de los políticos locales. El poder de su contenido es tal que no sólo alinea a múltiples enemigos contra John y Midori sino que nos vale para adentrarnos y comprender la compleja telaraña de corrupción entre el gobierno y la yakuza japonesa, a quienes el devenir histórico ha fusionado en un ciclo simbiótico inagotable. El pantallazo al engranaje social del Tokio moderno es otro de los elementos dignos de admirar en esta obra.

Antes de recurrir a la palabra escrita Barry Eisler trabajó tres años en la estación de la CIA en Japón, así que nos queda sólo especular el porcentaje de autenticidad de los sucesos narrados en esta convincente novela inaugural. Lo que es indiscutible es que al proponernos un nuevo tipo de anti-héroe y un escenario radicalmente distinto Eisler ha refrescado lo que algunos podrían tildar como un género gastado.

En Rain Fall encontramos una obra tan híbrida como su protagonista, que combina el tradicional thriller estadounidense con los elementos singulares de la cultura japonesa en un escenario moderno que sin embargo evoca a la venerada cultura de los samuráis, y como Junichi, su efectividad es admirable.

Sitio del autor: http://www.barryeisler.com/

Octubre, 2008

Referencia Bibliográfica:
Eisler, Barry. Rain Fall. EEUU: Signet, 2003. 376 p.

Perdiendo Mi Religión

Adquirí la novela El Inquisidor en Mayo del año pasado, durante la última feria internacional del libro que se celebró en Panamá, en donde por casualidad conocí a su autor, el argentino Patricio Sturlese, a quien recuerdo interactuando con sus lectores con humildad espontánea y cierto asombro de contar con una obra aclamada best seller.

Como lector compulsivo añadí mi ejemplar dedicado a la pila de libros que siempre tengo esperando turno de lectura y no fue sino hasta hace unas semanas que me adentré en sus páginas para llevarme la grata sorpresa de descubrir una de las novelas más completas y entretenidas que se ha producido en Latinoamérica en los últimos tiempos.

En esta obra calificada como sacro-thriller Sturlese nos traslada al Siglo XVI, en donde nos presenta a su protagonista, Angelo Demetrio DeGrasso, quien detenta el respetado cargo de Inquisidor General de Liguria. Huérfano a temprana edad, Angelo fue criado por el sabio monje capuchino Piero DeGrande quien luego lo encomendó a los dominicos para que adquiriera su formación como Inquisidor, en la cual se ha destacado lo suficiente como para ser seleccionado por el Cardenal Vincenzo Iuliano, Superior General de la Inquisición, y el mismo Papa Clemente VIII para liderizar la búsqueda de dos enigmáticos libros satánicos—el Necronomicón y el Códex Esmeralda—que la Iglesia ha temido y perseguido por siglos y que finalmente parecen estar al alcance de la mano firme del Vaticano.

Angelo ignora que lo que parece en el primer capítulo una oportunidad valiosa para su carrera eclesiástica es en realidad el destino tocando a su puerta para implementar designios que fueron trazados desde el día de su nacimiento. En los meses venideros nuestro Inquisidor quedará envuelto en una lucha interna por el poder de la Iglesia entre el Vaticano y una sociedad secreta llamada Corpus Carus, una jovencita de nombre Rafaella desafiará su voto de celibato y competirá con Cristo por su amor, se embarcará en un prolongado y accidentado viaje al Nuevo Continente siguiendo la pista de los librorum prohibitorum, encontrará aliados bajo las identidades más insólitas y se enfrentará a enemigos en los lugares más insospechados, conocerá a la enigmática hija del Cardenal Iuliano y el poderoso secreto que ella custodia, y llegará a rebelarse contra toda autoridad a fin de desnudar la verdad.

Sturlese, un laico que estudia Teología, exhibe gran pericia al recrear minuciosamente aquella época histórica en la cual la iglesia católica racionalizaba con naturalidad el uso de torturas inmorales para arrancarle confesiones a sus acólitos y en la cual el pueblo aplaudía como espectáculos públicos las quemas atroces de aquellos condenados por herejía. Su habilidad como narrador se puede apreciar cuando nos ilustra el absurdo proceso con el cual se condena de herejía sin que ganemos antipatía hacia su protagonista. Su dominio de la historia le permite explotar los sucesos tanto en Europa como en América poco antes de la llegada del Siglo XVII para relatarnos una gran aventura que literalmente recorre medio mundo. Y es de esa misma familiaridad con la historia de la que se vale para desfilar frente a nosotros una grama gama de personajes, desde el Inquisidor Dragan Woljzowicz, el Almirante León Calvente, el Capitán de Infantería Guillermo Martínez, el enigmático polizón Nikos Xanthoupolos y su agenda oculta, el obstinado sacerdote jesuita Giorgio Carlo Tami y el misterioso astrólogo Darko, hasta el memorable Giulio Battista Èvola, “la gárgola de Cristo”.

Eventualmente comprendemos que los libros no son más que un McGuffin, el motor que pone en marcha una trama que diseca las creencias de aquel período en el cual toda actividad humana estaba supeditada a los dogmas religiosos y a los mandatos caprichosos de sus directores. Un aspecto curioso de la novela es el pavor que infunde La Sociedad Secreta de los Brujos, de quienes muy poco sabemos y que más conocemos a través de la ansiedad que inspira en la iglesia católica. En las páginas de El Inquisidor no presenciaremos ningún hecho sobrenatural; lo más que nos aproximaremos a la supuesta hechicería será a través de actos de gula carnal. Con esto Sturlese subraya sutilmente el miedo ignorante de aquellos días y diseña su trama de manera tal que aún dentro de ese contexto los Brujos no dejen de ser la amenaza que la historia requiere.

Irónicamente el análisis de aquella fe ciega e inflexible encuentra mayor efectividad a través de la gradual reversión de la fortuna de Ángelo, quien desde pequeño no ha conocido nada más que esos dogmas y, a medida que la experiencia lo va confrontando con la avaricia de su superiores, las conspiraciones de sus colegas y las pasiones del alma, la estoica fe del Inquisidor va siendo erosionada paulatinamente hasta que lo vemos convertido en un defensor desesperado de la dignidad humana en una cruzada extra ecclesia.

Patricio Sturlese distribuye a sus caracteres roles tradicionales—el mentor, la amante, el traidor, el padre desconocido, entre otros—y una vez que los identifica como tales saca provecho de nuestras preconcepciones sobre estos papeles para sorprendernos al dirigir a cada uno por un camino insospechado. Si bien algunas de sus revelaciones son predecibles al simplemente ir descartando posibilidades, esto no merma el disfrute de la obra ni impide que nos sorprenda el curso que seguirá la vida de cada personaje. Además, la narración viene hilvanada con astuta intertextualidad, ya que el Necronomicón en realidad es un libro ficticio que inventó H.P. Lovecraft muchos años antes de El Inquisidor.

No he conocido aún a alguien que haya leído este libro sin disfrutarlo, y no cuesta entender el éxito de esta novela editada en Alemania, Italia, Austria, Suiza y traducida al ruso, polaco y rumano. Patricio Sturlese nos presenta una aventura con nada que pedir y que, además, al concluir su lectura nos hará considerar de qué habría sido capaz la Inquisición si hubiera contado con dispositivos explosivos improvisados, lo cual a su vez impone la pregunta: ¿Qué tanto ha evolucionado la religión organizada durante los últimos cuatro siglos?

Sitio del autor: http://www.sturlese.net/

Octubre, 2008

Referencia Bibliográfica:
Sturlese, Patricio. El Inquisidor. México: Random House Mondadori, 2007. 474 p.

martes, 12 de agosto de 2008

Las Lágrimas de Carlota Bruner

En La Piel del Tambor Arturo Pérez-Reverte nos introduce a un peculiar y memorable personaje: Lorenzo Quart, un sacerdote al servicio del Instituto de Obras Especiales, un departamento del Vaticano que funge como un “organismo de inteligencia” a cargo de mitigar crisis potenciales que puedan manchar la imagen pública de la Iglesia Católica.

Quart es un hombre de gran astucia, con una hoja de servicio admirable que incluye haber sacado a Noriega de la Nunciatura durante la invasión estadounidense, y una disciplina férrea que camufla desiertos insospechados dentro de su alma. Sacos italianos de corte impecable, camisas de seda y zapatos de piel son el complemento ideal para un hombre que en sus cuarenta resulta tan atractivo que en la calle las mujeres se detienen a admirarlo y a lamentar el alzacuello que lo deja fuera de su alcance.

La novela inicia cuando un hacker invade el ordenador personal del Papa, dejándole una advertencia sobre una iglesia sevillana que “mata para defenderse”. Roma no puede tolerar semejante atrevimiento y Quart es despachado a Sevilla, una ciudad cuyo encanto seductor Pérez-Reverte recrea y explota al máximo en su narración. Ahí descubre que en torno a la vieja iglesia Nuestra Señora de Las Lágrimas gira un conflicto entre intereses económicos e ideológicos: Pencho Gavira, director del Banco Cartujano, trama con el apoyo del Arzobispo Corvo la venta del viejo edificio a la institución financiera, mientras que sus defensores se empecinan en preservarla a cualquier costo: El vicario Óscar Lobato y la monja Gris Marsala respaldan al Padre Príamo Ferro, un viejo sacerdote rural quien está al mando de la iglesia y se rehúsa a verla caer. Todos ellos bajo el amparo de Macarena Bruner, última vástago de una aristocracia en extinción, ex esposa rebelde de Gavira y apasionante personificación de la tentación.

Y es que Quart no sospecha que se verá obligado a tomar partido, pero no en la lucha por la supervivencia de la iglesia sino en la batalla que librará contra sus propios demonios que por tantos años ha mantenido sedados.

El elenco que lo acompaña a lo largo de la historia resulta igual de fascinante, desde El Cardenal Iwaszkiewicz y sus tácticas intrigantes propias de la Inquisición hasta la anciana madre de Macarena, Cruz Brunner, una anciana atascada entre dos mundos, o el periodista sensacionalista Honorato Bonafé. Las conjuras amorales de Gavira y su mano derecha, Celestino Peregil, se contrastan con sus ejecutores, un trío de malhechores bien intencionados que siguen los pasos del sacerdote: Con Don Ibrahim, La Niña Puñales y el Potro de Mantelete Pérez-Reverte le inyecta humor a una obra que sin ellos quizás sería demasiado sobria, pero no permite que en ningún momento se vuelva paródica o que le reste seriedad a sus demás planteamientos. Todos ellos actúan en la sombra de la leyenda del último corsario español, el Capitán Xaloc, y el amor que le fue negado. Ningún personaje aparece en sus páginas con el propósito de ser “secundario”; cada uno tiene su propio destino igual de interesante que el de Quart. Su trama no la dirigen los eventos sino las interacciones entre sus protagonistas, que se rehúsan a ajustarse a los roles que Pérez-Reverte les impone y revelan nuevos planos de sus personalidades que a su vez repercuten en las acciones de los demás.

El autor deleita con su habitual lenguaje preciso y La Piel del Tambor se devanea entre varios géneros y varias avenidas narrativas, manteniendo así al lector adivinando cuál será el sendero por el cual coincidirán sus personajes. Pero a medida que sus capítulos progresan, la historia se revela como un cándido análisis de la naturaleza de la fe, y para esto la va despojando de las armaduras ideológicas con la cual usualmente la aislamos de todo cuestionamiento. Una vez divorciada de todos los dogmas religiosos, la novela intenta responder a la pregunta ¿por qué existe la fe, por qué el ser humano la necesita? Para contestarla empíricamente no hay mejores candidatos que el dúo de Lorenzo y Príamo, manifestaciones diametralmente opuestas del clero.

Si hay algo que no se puede negar es la habilidad de Pérez-Reverte para concebir protagonistas inolvidables. Esa es la sensación que he tenido con Diego Alatriste (El Capitán Alatriste), Teresa Mendoza (La Reina del Sur) y, ahora, Lorenzo Quart. Son caracteres tan bien trazados y con tantos reveces psicológicos que aún cuando sus novelas concluyen deseas seguir siendo espectador de sus vidas.

¿Y sobre la pregunta en el vórtice del paratexto? Considero que Arturo propone una respuesta que satisfará a católico, musulmán, budista o ateo por igual.


Artículo interesante: http://www.icorso.com/cola11.html

Junio 2008

Referencia Bibliográfica:
Pérez-Reverte, Arturo. La Piel del Tambor. México: Alfaguara, 2006. 589 p.

domingo, 6 de julio de 2008

Licencia Lúdica

El común denominador del catálogo de cuentos de Ariel Barría es su preocupación por experimentar e innovar en las formas narrativas, pero no de manera presuntuosa y rígida sino con un espíritu ameno y casi juguetón pendiente de qué nueva estrategia puede ser efectiva como invitación al lector a participar en el cuento en una especie de baile intelectual con el narrador. Por eso no debería sorprendernos que en su más reciente esfuerzo ha optado por delegar la autoría de sus relatos a una docena de escritores de diferentes edades y diversos antecedentes sociales, todos producto de su inquieta imaginación.

Ojos para Oír, colección galardonada con el Premio Ricardo Miró 2006, es una excelente propuesta para revitalizar el género del cuento, que quizás es más vulnerable a todas las distracciones multimedia con las cuales compite la palabra escrita hoy en día dado que necesita mantener al lector incentivado para proseguir a la siguiente historia.

Ariel Barría responde a este desafío con una historia superpuesta, un hilo conductor en la forma de un respetado profesor y tallerista literario que nos presenta en el discurso de cierre de su carrera el material que se originó en su último taller. De esta forma, el galardonado escritor le cede el crédito de cada uno de las veintiséis narraciones a un desfile de personajes ficticios cuyas biografías son en realidad mini-cuentos adicionales y que trazan a grandes rasgos personalidades consistentes con la producción literaria de cada uno.

Así, el educador nos va presentando paulatinamente a un hijo de la guerrilla sandinense que nos ofrece dos cuentos sobre la vida dentro del conflicto armado, a un poeta que ha salvado su vida con sus versos, a una pareja cuyo amor por las letras los unió tras conocerse en el taller, o a la conmovedora biografía del “autor” de Suicida con Angeles.

La temática variada de Ojos para Oír subraya el encanto de hechos cotidianos, incluyendo cuentos que ironizan las convenciones, como el romance trascendental de Al Lado, o la peculiar manifestación del amor maternal en Mamá Dolores, o el absurdo de la muerte a través de la óptica campesina en Noticia. Asimismo nos encontramos con una brillante advertencia sobre el propio oficio del escritor en El Corrector y en Conciliábulo Crítico, y nos deleitamos con la sencillez engañosa de Y Sobran… y con la forma en que la peculiar escritora “Etcétera” nos retrata la habilidad del ser humano para evadirse de su realidad en Marte. Podríamos continuar haciendo acotaciones a cada uno de los cuentos, pero basta con señalar que en ellos se luce el humor característico de Ariel Barría y se deja entrever una profundidad insospechada en sus planteamientos que hace gala al título de la obra.

Por cierto, el libro no concluye sin atar su último cabo suelto, y es que el Discurso Solemne no es sólo un recurso sino una historia más, y el instructor en las letras verifica si hemos estado pendientes de sus palabras cuando puntualiza la obra con un giro final que le da una nueva perspectiva a su memorable taller.

Junio, 2008

Previas reseñas del autor:
http://mutismaldonado.blogspot.com/2007/05/las-sensaciones-del-nuevo-siglo.html.
http://lapiladelibros.blogspot.com/2008/05/el-ltimo-en-salir-que-apague-estos.html

Referencia Bibliográfica:
Barría, Ariel. Ojos para Oír. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 2007. 122 p.

jueves, 19 de junio de 2008

La Novela Tramposa

“Pssssst, no me dejes aquí;” la voz que provino de la estantería me hizo voltear de inmediato, pero no había nadie. “¡Llévame contigo!” La inconspicua novela insistía en que yo debía leerla. Nunca antes había visto esa obra titulada Saga, de Tonino Benacquista, un autor desconocido para mí. Pero sus poderes hipnóticos pudieron más que yo y acabó yéndose conmigo a casa. Buena decisión.

A los escritores a menudo les recomiendan “escribe de aquello que conozcas”. Entonces, ¿una historia acerca del arte de contar historias se ajusta a esa indicación, o es hacer trampa? A lo mejor no, si recordamos que Seinfeld triunfó con un show acerca de “nada”.

En Saga nos encontramos con cuatro escritores franceses sin suerte. Tres de ellos son guionistas: Louis, un veterano que aún no ha alcanzado el éxito deseado; Jerome, creador de historias al estilo blockbuster estadounidense, cuyo gran libreto ha sido robado por un productor que se ha hecho millonario transformándolo en una película yankee interpretada por Schwarzenegger y Stallone; y Marco, un novato cuyo único sueño es ganarse la vida escribiendo guiones e inventando historias. La cuarta integrante es Mathilde, quien ha pasado su vida escribiendo novelas románticas bajo un sinfín de seudónimos. Este cuarteto de disímiles protagonistas es convocado por una cadena de televisión—elegidos únicamente por la facilidad de pagarles el salario más bajo posible—para que, a fin de cumplir con la cuota requerida de producciones nacionales, creen una serie de televisión de ochenta capítulos para ser transmitida en las madrugadas. Séguret, el productor, les impone una sola regla: “Hagan lo que les dé la gana, con tal de que salga lo más barato posible.”

Lo que en un inicio suena como una restricción, en manos de estos personajes resulta ser la oportunidad de oro. Sus imaginaciones se desbocan, escriben todo lo que les da la gana, sin inhibición alguna, y el resultado es Saga, un programa que se insinúa en los hogares de Francia y evoluciona a un fenómeno sociológico incontrolable. Saga llega a ser el programa más exitoso del país, transmitido en prime time y seguido religiosamente por veinte millones de personas. Y ahí es donde la historia se desdobla: Como buenos empresarios, la cadena quiere explotar el producto al máximo, y cuando los autores descubren que prescindiendo de ellos planean una segunda temporada, retribuyen con un capítulo ochenta cínico, amargado, deprimente y desalentador, que cierra la puerta a toda posible continuación de la serie. Mathilde, Louis y Jerome parten de Francia rumbo a distintas latitudes, persiguiendo sus metas personales. Marco permanece en París y se enfrenta cara a cara con la desilusión del público, descubriendo a plenitud lo que los personajes ficticios llegan a significar para el hombre promedio que se sienta frente a la TV para escapar de su vida cotidiana.

Saga se trata de mucho más que una serie de televisión. Benacquista—quien en su vida ha deambulado entre oficios como colgador de cuadros y repartido de pizzas con tal de contar con el tiempo suficiente para escribir sus novelas—hace una apología sobre el narrador, el escritor, el inventor, aquel que, tal como les sucede a sus protagonistas, no puede “desconectar la máquina de hacer historias”. Por medio de las distintas caracterizaciones, explora varias modalidades de esa vida. Marco está tan obsesionado con sus personajes que excluye y aliena a su novia. Mathilde ha ingeniado una tonelada de romances para evadirse de su patética historia sentimental. El Vengador superheroico de Jerome es en el fondo una reacción a todas las injusticias que él ve pasar impunes día a día. Y cada una de las decisiones que ellos toman, desde sus días de juventud escribiendo la Saga hasta las últimas páginas de la novela se atienen a un guión fiel a la máxima que inaugura el libro: “La literatura es un lujo, la ficción una necesidad.”

Noviembre, 2004

Referencia Bibliográfica:
Benacquista, Tonino. Saga. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia. España: Suma de Letras, 2002. 406 p.

El Zorro Inicia

Es curioso que en el mismo año en el que se estrenó una versión cinematográfica de los orígenes de Batman, Random House Mondadori haya publicado una novela con un enfoque idéntico sobre el personaje de El Zorro, que a su vez fue una de las principales fuentes de inspiración para Bob Kane, el creador del enmascarado de DC Comics. La ficción tiende a ser cíclica, y más aún cuando se trata de estos personajes que aspiran a ser iconos y trascender fronteras generacionales.

A diferencia de la mayoría de los héroes disfrazados concebidos en esa época que se han mantenido siempre viviendo en el presente del lector, El Zorro ha estado firmemente enmarcado en un momento histórico determinado, demostrando que aquello no es obstáculo para mantenerse vigente. Quizás en circunstancias similares Superman estaría entrando a la tercera edad o heredándole la capa a su hijo. En todo caso, al sumarse al panteón de la mitología del Siglo XX El Zorro representa una serie de valores e ideales que históricamente se han inculcado a través de arquetipos, y esto lo obliga junto a sus congéneres a evolucionar con los tiempos para mantener su vigencia. Así como Batman saltó de la comedia de los sesenta a la seriedad y el realismo urbano de los setenta y ochenta, El Zorro también ha progresado desde las aventuras de Disney hasta la saga más oscura de Antonio Banderas.

Recientes reinterpretaciones de este género han añadido un elemento adicional: A la audiencia ya no le basta transportar a estos personajes fantásticos a un mundo tan crudo como el propio; es imprescindible también convencerse de que alguien como nosotros, siguiendo unos pasos específicos, puede transformarse en un ser tan extraordinario como aquellos. Sólo así está dispuesta a suspender la incredulidad por el resto del relato y asimilar el mensaje que la aventura transmite. Eso es lo que logran películas como Spider-Man y Batman Begins, y lo que también se propone la novela Zorro, Comienza La Leyenda, cuya versión en español es publicada por Editorial Sudamericana.

Zorro Productions escogió a la escritora Isabel Allende para redactar esta biografía ficticia, lo cual fue una decisión acertada pues al recurrir a una autora ajena al género, tenemos la fortuna de que Allende no da por sentado ningún elemento de la leyenda y presta una minuciosa atención a cada uno de sus detalles para justificarlo de maneras ingeniosas y creíbles.

Así pues, Isabel nos traslada a la infancia de Diego De La Vega, un niño mestizo hijo de un capitán español convertido en terrateniente y una guerrera indígena de sangre audaz, nos narra su juventud en el pueblo de Los Ángeles, sus experiencias con ambos lados de su linaje, y cómo va aflorando aquel espíritu indómito que lo caracterizará por el resto de su vida. Todos los personajes, desde Bernardo, Toypurnia, y Alejandro De La Vega, hasta el Padre Mendoza, Nuria y Rafael Moncada, son retratados con un grado de intimidad que nos hace identificarnos con cada uno de ellos. Allende pone sumo cuidado en cada peldaño que conduce a Diego hacia su doble vida, desde los elementos que poco a poco va coleccionando que algún día conformarán su disfraz, hasta el origen de la identidad de El Zorro. Desde sus aventuras con sus ancestros indígenas hasta sus odiseas como miembro de una sociedad secreta española, no nos aburrimos ni un solo minuto de este relato, que se nos revela con generosos matices de novela histórica, desde la colonización española, pasando por el viaje que Diego y Bernardo realizan que los hace atravesar Panamá rumbo a España, a una Europa burguesa, incluyendo sus encuentros con piratas, hasta retornar a su pueblo, para hallarlo sumido en la decadencia de los conquistadores.

¿Y El Zorro? No esperen ver mucho de él en este libro; después de todo, la narradora deja bien claro que ésta es la historia de Diego De La Vega, un protagonista lleno de virtudes y defectos, encantador y exasperante, idealista y soñador, quien cuando finalmente se vale de la máscara y la espada en las últimas páginas nos dejará con la convicción de que cualquiera de nosotros, con la vida que él llevó, también se habría fajado el sombrero negro y habría cabalgado sobre Tornado.

Febrero, 2006


Referencia Bibliográfica:
Allende, Isabel. El Zorro, Comienza la Leyenda. Argentina: Editorial Sudamericana, 2005. 382 p.

El Historiador y el Camerlengo

A estas alturas quizás sólo quedan en el mundo algunos misioneros en rincones remotos que no han oído de El Código Da Vinci de Dan Brown. Como la gran mayoría, esa fue la primera obra del autor que leí y disfruté la controversial narración. Eso me motivó a rastrear las novelas anteriores de Brown, y la siguiente que leí fue Angels & Demons, la primera aventura de Robert Langdon pre-Santo Grial. Me sorprende que esta novela no haya sido un éxito mundial como la posterior. The Da Vinci Code fue entretenida, pero al concluir Angels & Demons me apetecía pararme y aplaudir.

Dan Brown—quien dedica años a investigar el material de cada una de sus novelas—construye un relato absorbente desde la primera escena la cual, curiosamente, es paralela al comienzo de The Da Vinci Code: Tras un enigmático asesinato en el prólogo, el Profesor Langdon es despertado en la madrugada por la llamada de alguien que requiere de sus vastos conocimientos históricos. Pero ésta vez él no es sospechoso del crimen. Langdon se traslada a Suiza, al Consejo Europeo para la Investigación Nuclear (CERN, por Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire), en donde un científico que ha descubierto el método para producir anti-materia ha sido asesinado por una legendaria hermandad llamada los Illuminati, a la cual Langdon ha dedicado largas horas de estudio.

La anti-materia es la espada de doble filo del nuevo milenio: Una fuente de energía inigualable que también puede fungir como una apocalíptica arma de destrucción masiva. Y los Illuminati, enemigos jurados de la Iglesia Católica, han ocultado en el Vaticano suficiente anti-materia como para convertirlo en un cráter precisamente el día de Il Conclave, la reunión de todos los Cardenales del planeta para elegir a un nuevo Papa.

Con menos de seis horas para la destrucción del Catolicismo, Robert llega al Vaticano acompañado de Vittoria Vetra, una voluntariosa científica, quien lo acompañará en una sofocante aventura a través de la Santa Sede y Roma, intentando descifrar los secretos de los Illuminati para localizar al Hassassin que ha secuestrado a Il Preferiti, los cuatro Cardenales favoritos para el puesto de Papa. Simultáneamente, el Camerlengo Carlo Ventresca—el asistente personal del Papa, quien de acuerdo a la ley del Vaticano queda a cargo hasta la elección del Pontífice sucesor—tiene que hacer frente a la humillación y potencial extinción de la Iglesia bajo el ataque de los discípulos de la ciencia, y las controversiales decisiones que tomará harán que el mundo se detenga y atienda al drama.

Tres párrafos no le hacen justicia a esta historia, pero nada lo hará salvo leerla. Recuerdo que en la década de los ochenta se puso de moda las secuelas en el cine que en realidad no continuaban la historia sino que repetían la fórmula de la primera película. Esa es la misma impresión que tengo de The Da Vinci Code tras leer a su antecesora. Si bien aquella es fascinante por la riqueza de datos históricos y artísticos que contiene, a fin de cuentas no es más que una gran persecución de principio a fin.

Angels & Demons, por otro lado, nos ofrece una sólida trama repleta de giros y acontecimientos emocionantes con un pulso frenético y un estilo narrativo que es la versión en prosa de la serie de TV 24. Repleto de información histórica y artística mezclada con la ficción, el libro además aborda el eterno conflicto entre la religión y la ciencia, entre la fe y el pragmatismo, desde equitativos e innovadores ángulos. El fundamento científico de la novela nos sorprenderá con lo cercanos que estamos a vivir en un mundo radicalmente distinto al conocido. Y de especial interés resultan los ambigramas de los Illuminati, que fueron diseñados específicamente para la obra de Brown, y el misterioso diamante de la hermandad que conocemos al aproximarnos al desenlace.

Como si estos elementos no bastaran, el autor puebla sus páginas con personajes geniales, desde el intelectual Robert, el sádico Hassassin, el Comandante Olivetti de la Guardia Suiza, el Director de CERN, Max Kohler, hasta Vittoria, una digna co-protagonista de quien Sophie Neveu es sólo una sombra. Pero el miembro más interesante del elenco es el carismático Camerlengo Ventresca, quien debe sumarse a los personajes más memorables de la Literatura reciente.

Todos esos ingredientes componen la receta para una singular aventura en tiempo real que le robará el aliento a los lectores y les dejará, al cerrar sus páginas, nuevas interrogantes sobre la auténtica naturaleza de los milagros.


Sitio del autor: http://www.danbrown.com/

Enero, 2005


Referencia Bibliográfica:
Brown, Dan. Angels & Demons. EEUU: Pocket Star, 2002. 608 p.

jueves, 5 de junio de 2008

Cherchez la femme

La Dahlia Negra fue el apodo que adquirió un atroz homicidio que realmente ocurrió en 1947 y que sesenta y un años más tarde continúa irresuelto, constituyéndose así en uno de los episodios más oscuros en la historia de Los Ángeles, California. En Enero de ese año, el cuerpo de una joven de veintitrés años llamada Elizabeth Short fue hallado no sólo víctima de mutilaciones y con varios rastros de torturas sádicas, sino también brutalmente cortado por la mitad. Su cuerpo había sido vaciado de toda su sangre, y sus mejillas habían sido cortadas desde la comisura de los labios hasta las orejas, simulando una truculenta sonrisa post-mortem. Desde entonces, Beth Short ha sido sujeto de varios libros, tanto de ficción como ensayos sobre el crimen, y ha sido inmortalizada en la pantalla grande y en la chica.

James Ellroy es un autor que utiliza la Literatura como un escudo contra sus demonios. Cuando tenía diez años, su madre—de cuya vida poco conocía—fue violada y asesinada. Esto torció su Complejo de Edipo y fragmentó su psiquis. En el camino a la adultez se encontró con el homicidio de Beth Short y lo adoptó como un blanco alterno hacia el cual proyectar su morbosa fascinación con la muerte de su madre. Después de años de obsesión y comportamiento auto-destructivo Ellroy encontró en la palabra escrita el medio para homenajear y exorcizar a estas dos mujeres cuyos crímenes inconclusos había homologado.

Viéndolo así, James y Beth hacen la pareja ideal para una novela de corte policial sin miramientos, y eso es justo lo que encontramos en el libro titulado The Black Dahlia, en el cual se esmera admirablemente por retratarnos la vida en Los Ángeles de los años cuarenta: Una ciudad decidida a ser la meca del cine y a promoverse como el destino preferencial de todos los sueños, habitada por hombres inescrupulosos que no vacilarán en prostituir un anhelo ajeno con tal de garantizar el propio. Una ciudad que Elizabeth no logró sobrevivir.

La historia es protagonizada por Dwight “Bucky” Bleichert, un joven policía que gracias a sus habilidades pugilísticas es elegido para un encuentro boxístico en un evento de caridad de la policía y por el cual es recompensado con un ascenso en el departamento que lo pone en posición de trabajar con el Fiscal de Distrito Ellis Lowe. El otro resultado de su hazaña es que su contrincante en el cuadrilátero, Lee Blanchard, se convierte en su nuevo compañero, y Bucky entabla una férrea amistad con Lee y su novia Kay, forjando un triunvirato que le servirá de faro en la tormenta que se avecina, pero que no sobrevivirá intacto la tragedia que estremecerá L.A.


Ellroy no tiene prisas; varios capítulos transcurren en la cotidianidad policíaca antes de introducir el objeto focal de su trama. Pero esas páginas no son un desperdicio. Con una prosa densa y repleta de detalles el autor intenta recrear aquella vida de los cuarenta a la sombra del letrero de Hollywoodland, y nos presenta a un rico elenco de personajes que en los capítulos venideros alimentarán la intensidad de su relato. Así tenemos al Fiscal Lowe, con su agudo instinto político, a Kay Lake, la compañera sentimental de Blanchard con quien vive un inexplicable celibato, y a los colegas policíacos Russ Millard, Bill Koening, Fritzie Vogel, y su hijo Johnny, y a Harry Sears, quienes serán piezas claves en el destino de Bleichert. Igualmente invierte emociones al caracterizar a los sospechosos o testigos del caso, como Red Manley, Linda Martin o Joseph Dulange. Y, sobre todo, se destaca con la enigmática imitadora de la Dahlia, Madeline Sprague, y su familia opulenta. Todos presentan una oportunidad para mostrar la fauna de Los Ángeles; algunos hasta sobrevivirán para la siguiente novela de Ellroy, L.A. Confidential. Ninguno de estos personajes ha sido caracterizado perezosamente; cada uno cobra vida gracias a las imperfecciones que el autor meticulosamente les atribuye.

Cuando el cuerpo mutilado de la célebre víctima finalmente es descubierto en el séptimo capítulo, el libro da paso a una espiral de opresión psicológica y emocional a medida que todos aquellos involucrados en la investigación van absorbiendo la brutalidad del crimen y se enfrentan a la imposible tarea de hallar al responsable. El pasado de Elizabeth se va reconstruyendo y las anécdotas alternan entre retratarla como una vampiresa a la caza del siguiente hombre o como una joven desamparada buscando con desesperación algunas migajas de afecto. En ella se enfatiza la ironía de estar preparada a descender a cualquier nivel con tal de alcanzar un sueño inocente.

No todo en este libro es fiel a la investigación del caso Short en la vida real, pero Ellroy lo aprovecha para criticar las actividades sórdidas que se desenvolvían desde el brillo de Tinseltown hasta las sombras de Tijuana. En sus páginas abundan la prostitución, el alcohol, las drogas y, más que nada, las mentiras. Lástima que no sean ficción.

Y es que James Ellroy logra un relato intensamente noir sin sacrificar el verismo por la forma. Ninguno de los golpes que sus capítulos nos asesta es fingido. El relato en sí vacila intencionalmente en cuanto a su objetivo, pues dudamos si realmente se atendrá al caso de La Dahlia Negra y por lo tanto quedará sin respuesta, y nos inspira a enfocarnos en las relaciones entre los personajes. Pero el autor sí teje una respuesta en su narración, que sólo él sabrá si es su tesis o sólo ficción, e incluso une su resolución con un simbólico acontecimiento en la historia de Hollywood. Así logra cerrar la puerta al enigma que tanto lo ha atormentado.

The Black Dahlia es en el fondo una historia sobre la obsesión y el precio que nos cobra. Y es precisamente ese absceso emocional el que habilita a Bucky a excavar lo suficiente en el basurero humano de Los Ángeles como para identificar, a gran costo personal, a los perpetradores del homicidio, y exhibir las mentiras sobre las cuales edificó su cómoda realidad personal.

Al concluir sus páginas sentimos un alivio, no como una connotación negativa acerca de la novela, sino por la posibilidad de escaparnos de la suciedad de ese mundo. Y está bien que lo sintamos, porque todos somos parte de la humanidad que alberga dentro de sí la capacidad para atrocidades como la que fue infligida a Elizabeth Short.

Mayo, 2008


Referencia Bibliográfica:
Ellroy, James. The Black Dahlia. Gran Bretaña: Arrow Books, 2007. 397 p.

viernes, 9 de mayo de 2008

El último en salir que apague estos recuerdos

La corrupción es un elemento de recurrencia diaria en nuestras vidas. Algunos afirmarían que es inclusive uno de los pilares sobre los cuales se apoyan nuestros gobiernos y sociedades latinoamericanas. Aflora naturalmente en el contratista que infla su precio para comisionar a quien lo selecciona y en el conductor de taxi que se le cuela a una fila de quince autos. No es una decisión que se toma conscientemente; cuando una cultura está empapada de ella la malinterpreta como un instinto natural al cual es más cómodo atribuirle el eufemismo de “juega vivo”.

Esta corrupción se infiltra como protagonista insospechada en La Casa Que Habitamos, novela con la cual Ariel Barría Alvarado se hizo merecedor del Premio Ricardo Miró 2006 y que permaneció en criogenia en el INAC hasta principios de este año.

Ser designado como Fiscal General de una nación torcida que pese a no ser nombrada en la obra nos inspira un deja vu recurrente podría ser una situación inquietante para algunos de nosotros, pero el abogado Esteban Fontanera, quien siempre se ha esmerado por preservar su rectitud, lo toma como una distinción singular y ansía comprometerse con su cargo. Por supuesto que una celebración por tan importante logro es requerida, un bacanal digno de semejante éxito. Esteban estaba preparado para la resaca del domingo, pero no para el cadáver femenino que encuentra desnudo en su bañera.

Desde ese punto de partida acompañamos al desesperado Fiscal a lo largo de una serie de peripecias en las que se embarca para resolver el misterio y limpiar su nombre, sin percatarse de que esas experiencias van pelando su cáscara moral hasta exponerlo a la infección social que por tanto tiempo ha repelido. Acorralado, recurre a Robert “El Santo” Spinoza, antítesis profesional de Esteban, antiguo amigo y experto en las situaciones escabrosas como la cual asfixia a Fontanera. Pero cada intento de deshacerse del enigmático cadáver es frustrado por al azar a medida que la desesperación los hunde progresivamente en el fango, forzándolos a recurrir a una insólita solución con la ayuda de un pintoresco personaje llamado Tornapul.

Mientras tanto, la analepsis nos remite a momentos claves en la vida de Esteban, como su ascenso en la Facultad del Derecho, el inicio y desenlace de su primer matrimonio con Liriola Neumann, los estragos de su rebelión adolescente y su ascenso a la primera línea de los estrados. La biografía de Esteban Fontanera levanta provocativas interrogantes. ¿Existe congruencia entre la ambición por avanzar profesionalmente y el afán por la rectitud moral? ¿Es reprochable echar una cana al aire entre adultos consensuales, si en el foro público estás comprometido con la honestidad y la justicia? Éstas son preguntas que la obra nos impide responder automáticamente.

Irónicamente, en la novela galardonada se asoma el cuentista Ariel Barría. Todos los personajes y cada una de sus vivencias forma parte esencial de la ecuación novelística, pero así mismo estos factores encierran relatos dentro de sí que perfectamente podría ser leídos independientemente. Tal es el caso de Madame Beatriz, de Marcos Lenín Rodríguez o de Liriola. Lo mismo puede decirse de la historia de amor truncado de Astrid Rudolph, del exilio de Sofía Constantino—la esposa actual de Esteban—, de la ambivalente redención de “El Santo” Spinoza o de las aventuras periodísticas de León Torrealta con su informante misteriosa y sus dolores de cabeza sentimentales.

Al igual que la corrupción que denuncia, esta novela explora varios niveles con sus alegorías, recorriendo todas las castas sociales y desnudando nuestra indiferencia a la constante tentación de embarrarnos las manos excavando por una soñada pepita de oro. Y nada encaja mejor para semejante historia que un desenlace que se vuelve deliciosamente cíclico frente a los ojos del lector sagaz.


Abril, 2008

Referencia Bibliográfica: Barría, Ariel. La Casa Que Habitamos. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 2007, 196

domingo, 16 de marzo de 2008

La Madrina

Seguramente Michael Corleone no fue el primero, pero aparece en la mente de muchos lectores como el mejor ejemplo de cómo enfocar una historia en el criminal, de cómo darle protagonismo al delincuente que a todas luces debería ocupar el rol de antagonista.

No es una tarea sencilla, y requiere de un hábil escritor lograr que la audiencia sin percatarse acabe simpatizando con esos personajes. Ese talento narrativo lo encontramos en abundancia en la pluma de Arturo Pérez-Reverte—el creador del Capitán Alatriste—quien hace gala del mismo en su magnífica novela La Reina del Sur.

La historia sigue de cerca a Teresa Mendoza, una joven sinaloense de poca educación y menos ambiciones que con un timbrazo del teléfono es convocada a una cita con un destino para el cual no está preparada. Su novio, un audaz piloto al servicio de los narcotraficantes para transportar su mercancía a EEUU, ha sido ejecutado por trasgresiones contra sus patronos. Las reglas del negocio exigen que ella también sea eliminada, pero Teresa había recibido instrucciones claras de qué hacer en aquellas circunstancias, y logra tras varias peripecias escapar de México rumbo a España con la intención de desaparecer y preservar su vida.

Lo que Teresa jamás pudo soñar es que del otro lado del océano le esperaban doce años de aventuras consecutivas, desde transportar hachís en planeadoras a través del estrecho de Gibraltar, sobrevivir los años en la Prisión de El Puerto de Santa María y negociar con el crimen organizado ruso, hasta alzarse a la cima de un imperio contrabandista que la hace merecedora del apodo “La Reina del Sur”. Cuando el pasado vuelva a tocar la puerta, se encontrará con una Teresa irreconocible, preparada para hacerle frente y saldar viejas cuentas.

Pero lo interesante de esta novela no es lo que Teresa alcanza sino el trayecto que tiene que recorrer y las personas que van integrándose a su vida con el paso de los años. Desde el bar inconspicuo en el cual se ganaba la vida recién llegada a España hasta la residencia en Sinaloa en donde libra su última batalla, hay un elemento en común que nos hace apoyar a Teresa en todas sus empresas: No es una mujer ambiciosa que planea gobernar el bajo mundo sino una simple joven cuya única meta era sobrevivir los pecados ajenos y no depender más de la suerte de un amante, y que para lograrlo no tuvo más remedio que batirse a duelo con las circunstancias adversas que el destino arroja en su camino.

Es por eso que decide participar del negocio de Santiago Fisterra, el segundo hombre en su vida, y aprende así el arte del contrabando de tabaco en el estrecho de Gibraltar. Es también la semilla de la amistad que forja con Paty O’Farrell en la cárcel. Evitar una ejecución era todo lo que buscaba cuando planteó su primer negocio a Oleg Yasikov. Y dirigir una operación segura enlaza su futuro al de Teo Aljarafe, quien será esencial para el ascenso y la caída de su reino.

Pérez-Reverte se esmera en la caracterización de todos los personajes que ingresan a la vida de Teresa, tratándolos como valiosas piezas en el rompecabezas que pausadamente va construyendo. La especialización de la acción narrativa está estupendamente lograda, y su prosa expertamente nos va a atrapando sin percatarnos.

Al final, sin embargo, ésta sigue siendo la historia de Teresa, lo que se enfatiza con un escritor innominado—quizás un avatar del propio Pérez-Reverte—que va siguiendo los pasos de la protagonista decidido a escribir su biografía. Y es que los cimientos de la novela son una extensa investigación realizada por el autor que luego tomó veintinueve meses para transformarla en el relato. Con expertas elipsis apreciamos las dimensiones de la leyenda de La Reina del Sur, mientras la contrastamos con la Teresa que huye de México. Y es que la novela nos advierte que no siempre es un fénix lo que se eleva de las cenizas de la tragedia; a veces alza vuelo un ave de rapiña.

Teresa Mendoza y Michael Corleone comparten aquella cualidad redentora del personaje que no deseaba desempeñar el rol que la vida le ha impuesto pero que da la talla cuando la situación lo exige. Y sus historias adquieren resonancia dentro de cada lector ya que a la mayoría nos ocurre que de tanto reaccionar a los imprevistos de repente nos cuestiona un desconocido desde el espejo y nos lamentamos, como en el último capítulo de La Reina del Sur, que la mitad de nuestra copa la dejamos servida.


Sitio del autor: http://www.capitanalatriste.com/

Artículos interesantes:
http://www.capitanalatriste.com/escritor.html?s=cementerio/ce_caza_narco
http://www.capitanalatriste.com/escritor.html?s=noticias/not_corazon_mujer

La vida imita la ficción:
http://noticias.latam.msn.com/articulo.aspx?cp-documentid=10191648


Marzo, 2008

Referencia Bibliográfica:
Pérez-Reverte, Arturo. La Reina del Sur. México: Punto de Lectura, 2004. 636 p.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Se Vende Genes De Segunda

Michael Crichton puede fácilmente ser declarado el más eficaz escritor del tecno-thriller. Recuerdo haber leído Jurassic Park en la escuela y quedar fascinado por la reseña del desarrollo de la Ingeniería Genética con la cual abre aquella novela hasta llegar al punto en que la clonación de dinosaurios suena totalmente lógica. Años más tarde leí Timeline y nuevamente me encontré con una explicación de la evolución de la Física Cuántica absolutamente clara para el lector promedio, de tal forma que cuando sus personajes viajan por el tiempo a la era medieval resulta de lo más natural. Lo cual no debe sorprender; Crichton está especialmente dotado con una mente prodigiosa que fusiona la educación adquirida en la Escuela Médica de Harvard de la cual se graduó summa cum laude con el talento de un narrador nato. Se ha destacado por ser el único autor estadounidense que simultáneamente ha ocupado el primer puesto en las listas de libros, en las películas más taquilleras y en las series de televisión más populares, con su exitosa creación ER.

Su más reciente novela, Next, retoma su interés en los avances de la Genética al proponer lo que nuestra civilización puede fácilmente llegar a ser dentro de unos años si esa ciencia continúa avanzando sin ser regulada, y en esta ocasión el monstruo no es un animal prehistórico fuera de control … es el propio ser humano.

La sociedad de Next está repleta de posibilidades: Un hombre cuyo cuerpo venció al cáncer se ve sujeto a un fallo judicial que determina que sus células son propiedad de una corporación. Un orangután modificado genéticamente sólo sabe decir palabras soeces en todos los idiomas. Un líder en la investigación genética es también un popular evangelista que diseña sus sermones para beneficiar su agenda de negocios. Los genes para encajar socialmente, para la irresponsabilidad y para la adicción a las drogas son identificados, controlados y, sobre todo, patentados. Animales son modificados genéticamente para declararlos obras de arte. La naturaleza es alterada para desplegar mensajes comerciales. La desinformación es juego de niños cuando todos ponemos fe ciega en Google. Un chimpancé con genes humanos se integra a una familia de homo sapiens y resulta más noble que cualquiera de ellos. Y un papagayo modificado genéticamente no sólo tiene personalidad y puede hablar cual humano sino que es un genio matemático y el “personaje” más agradable de la historia.

Next difícilmente se puede describir como un thriller, dada la ausencia de un incidente fabricado por el autor para crear la tensión. Propongo más bien clasificarlo como un drama humano que lo único que toma prestado del thriller es el ritmo trepidante que te mantiene ansioso de leer el siguiente capítulo. Ningún personaje adquiere protagonismo y más bien se destaca el comportamiento colectivo de la muestra social que su elenco compone, sirviendo como denominador común la avaricia corporativa y la amenaza del comercialismo genético.

De particular interés resultan las recomendaciones que al autor hace al concluir su relato: No patentar los genes, regular la experimentación con tejidos humanos y otras propuestas similares suenan razonables y lógicas. Sin embargo, ¿Por qué no lo estamos haciendo ya? Sólo el tiempo dirá si Michael Crichton es para nuestra generación lo que Julio Verne fue para la suya. Lo que sí resulta indiscutible es la perturbadora resonancia de la frase con la cual el novelista inaugura las páginas de Next: “Esta novela es ficción, excepto por las partes que no lo son.”

Sitio del autor: http://www.michaelcrichton.com/

Febrero, 2008

Referencia Bibliográfica:
Crichton, Michael. Next. Gran Bretaña: Harper Collins, 2007. 512 p.

La bala que no te mata te hace más fuerte

Independientemente de lo que pienses de The Da Vinci Code, no se puede negar que fue una novela que atrapó la imaginación de los lectores mundialmente. Y como suele ocurrir en esos casos, la siguiente etapa consistió en ver el mercado inundado de fotocopias improvisadas por autores que corrían a explotar la fórmula de Dan Brown. Por eso es alentador haberme encontrado recientemente con una novela que podría definirse como la “anti-Código Da Vinci”.

The Book of Fate, escrita por Brad Meltzer, tiene una génesis peculiar. Tras recibir una carta de George y Barbara Bush expresando su fascinación con sus novelas anteriores, Meltzer viajó a Florida a conocerlos y encontró la chispa de la inspiración en la vida post-Casa Blanca que llevan los antiguos Presidentes de Estados Unidos.

La novela empieza con el momento de gloria de la administración de Leland Manning, cuando en vísperas de la reelección hace una aparición triunfante en la pista de carreras automovilísticas de Nascar y su futuro dorado es derrumbado por un demente que súbitamente abre fuego y aunque no logra darle al Presidente sí mata al Secretario de Estado Ron Boyle y desencadena una serie de eventos que ponen fin a la vida política de Manning.

Ocho años después el protagonista, Wes Holloway, un joven que una vez gozó de un futuro prometedor como el asistente del Presidente hasta que el atentado lo dejó desfigurado, sigue ocupando el mismo cargo de asistente de Manning y en un viaje a Malasia accidentalmente descubre que Boyle aparentemente continúa con vida. Decidido a deshacer la telaraña de secretos que envuelve el incidente que arruinó su vida, en un parpadeo se halla a sí mismo huyendo del Servicio Secreto, desconfiando de aquellos a quienes más ha respetado y en rumbo de colisión con una misteriosa organización conocida sólo como Los Tres, responsables de la conspiración que hizo estragos en la administración Manning.

El énfasis de este thriller político está en sus personajes, con quienes Meltzer destaca sus talentos para la caracterización. Desde el vulnerable Wes cuya narración nos hace simpatizar con todas las tribulaciones que a corta edad tuvo que enfrentar, la joven reportera Lisbeth que lucha entre apoyar a Wes y su propia ambición por conquistar la primera plana, Rogo, el amigo y confidente de Wes, Dreidel, su amoral predecesor en el cargo de asistente presidencial, hasta Leland, quien mantiene un aire de distancia y vago misterio apropiado para un líder mundial, su esposa Lenore, digna de ser la mujer detrás del trono y Nico Hadrian, el delirante asesino cuyo fanatismo religioso es expertamente manipulado por The Roman, el enigmático miembro de Los Tres que trata de mantener enterradas las mentiras que desviaron el rumbo de la historia.

Y, ¿por qué denominé a la historia “anti-Código Da Vinci”? Porque la trama viene salpicada de la oscura historia de Los Masones, pero en lugar de obedecer la técnica trillada de inyectar los hechos reales con la fantasía de la historia, Meltzer se esmera por limitarse a exhibir únicamente los hechos indiscutibles y se las ingenia para utilizarlos de una forma inesperada que de paso se mofa sutilmente de los autores de las conspiraciones infinitas.

Pero, sobre todo, The Book of Fate es una novela sobre la lealtad en todas sus variaciones: Lealtad de amigos, lealtad hacia un mentor, lealtad de pareja, lealtad hacia tus principios, lealtad hacia un pueblo que te confía su gobierno. Y es que Brad Meltzer nos hace considerar seriamente la estrecha distancia que distingue la lealtad que se luce en circunstancias críticas y aquella lealtad depositada en quienes menos se la merecen.

Sitio del autor: http://www.bradmeltzer.com/


Febrero, 2008

Referencia Bibliográfica:
Meltzer, Brad. The Book of Fate. Nueva York: Warner Books, 2007. 616 p.

Novelizando la Experiencia

Stella Rimington empezó a trabajar en MI5—el servicio de seguridad de Inglaterra—en 1965, y veintisiete años después se convirtió en la primera mujer directora de la institución. Por supuesto que su hoja de vida era suficiente mérito como para que me interesara en leer su primera novela, At Risk.

La protagonista, Liz Carlyle—quien la misma autora describe como semi-autobiográfica—es una agente de inteligencia de MI5 devota a su trabajo, a tal punto que no parpadea en suspender fríamente su relación amorosa con un hombre casado para que ésta no perjudique su carrera. Liz forma parte de un comité anti-terrorismo, y adquiere protagonismo en una investigación sobre la posible infiltración en territorio británico de una “invisible”, término con el cual identifican a una terrorista potencial que por su categoría de ciudadana inglesa puede moverse dentro de la nación sin llamar la atención.

En las páginas de At Risk apreciamos con lujo de detalle los pasos a seguir para fraguar un atentado en suelo inglés. El terrorismo moderno es lo mejor que pudo sucederle a las novelas de espionaje desde el fin de La Guerra Fría, y en esta obra Rimington lo exprime al máximo. Una joven inglesa carente de motivación que encuentra refugio en el Islam queda presa del extremismo religioso cuando se vuelve el elemento clave para infiltrar al consumado terrorista Faraj Mansoor desde Afganistán a través de La Caravana—una detallada descripción de cómo realistamente se introducen unidades en Gran Bretaña—y metódicamente burlan a las autoridades mientras planean pasar la factura por un incidente en Afganistán que por incompatibilidades culturales cobró numerosas vidas inocentes.

Liz se encuentra a sí misma en el vértice de esta amenaza, aliada con Bruno McKay, un agente de MI6 cuya audaz personalidad nos hace suponer que Rimington considera que la concepción popular de estos célebres espías no se aleja mucho de la realidad. A través de Carlyle se enfatiza el rol de una mujer en una tradicional profesión de hombres – sin duda un reflejo de lo que Rimington vivió en su propio desempeño profesional. Pero a través de su ingenio y de su férrea determinación Liz excavará en las mentiras hasta descifrar el verdadero objetivo de sus enigmáticos adversarios.

Tuve la oportunidad de ver los anuncios de esta autora en los subterráneos de Londres, con la leyenda “Liz Carlyle – una agente con verdadera inteligencia”. Y ese es el mayor mérito del trabajo de Rimington, su dominio de los procedimientos a seguir para proteger una nación. La investigación de sus personajes es metódica y minuciosa. Participan todas las autoridades relevantes y sus indagaciones siguen un curso lógico y creíble. Estoy convencido de que lo único ficticio son sus personajes; todos los eventos reflejan lo que ocurre en la realidad. Quizás hasta podamos estar frente a un posible incidente real que no llegó a los oídos de la prensa. No olvidemos que esta obra se codea con Le Carré y Tom Clancy en el mundo del espionaje.

Pero esos mismos créditos que me atrajeron a ella prueban ser una espada de doble filo. La novela se desarrolla lentamente, a veces demasiado, y no se decide si quiere ser un thriller o un drama. La trama ha avanzado demasiado para cuando la autora intenta hacernos simpatizar con Mansoor, su principal antagonista, quien hasta entonces se había vanagloriado en ser un cliche. Remington invierte demasiado tiempo detallando las vidas de personajes que son incidentales en la trama, y los que realmente cobran protagonismo carecen de unos cuantos rasgos más que los individualicen, en particular Liz y Bruno, quienes se acercan a dejar de ser un estereotipo pero desafortunadamente trastabillan antes de la meta. Además, Rimington vacila al decidir si su desenlace será verista o dramático, y la ansiedad del lector no se ve saciada en las últimas páginas. Pese a lo anterior, debo reconocer que hay una cualidad emotiva en sus personajes que aboga por Stella como escritora, pero necesita holgura en sus riendas.

Mi conclusión acerca de At Risk es que la rica experiencia profesional de Stella Rimington colisiona con su carencia de práctica narrativa, pero afortunadamente su tren no se descarrila. Estamos sin duda ante una novela competente y si su compromiso con la ficción es serio, dentro de unos años consideraremos este debut como el primer ensayo de una gran escritora.
Febrero, 2008


Referencia Bibliográfica:
Remington, Stella. At Risk. Londres: Arrow Books, 2005. 454 p.

sábado, 2 de febrero de 2008

Los Millones de la Discordia

Me tocó descubrir a Brad Meltzer, un autor que ya empieza a dar de qué hablar, a través de su novela The Millionaires, que me dejó con la determinación de buscar sus otras obras publicadas y seguirle el rastro, pues promete una producción interesantísima para los años venideros.

El libro en cuestión nos conduce a la vida de Oliver y Charlie Caruso, dos hermanos de escasos recursos económicos que luchan por salir adelante en la vida y aliviar las preocupaciones de su madre. Charlie, el menor, es un artista diluido que ha procurado vivir por la línea del menor esfuerzo a fin de esquivar a toda costa la posibilidad de fracasar en alguna de sus metas. En contraposición, Oliver se ha dedicado a cumplir con todos los pasos correctos para surgir: Ha estudiado vehementemente, ha ahorrado con una conciencia ajena a su edad, y trabaja sin descanso en un banco bajo la supervisión de uno de los socios principales de quien espera la recomendación ideal para ingresar a alguna de las principales universidades de negocios.

Pero guiar tu vida por el sendero recto no garantiza el éxito, y una honda decepción de las intenciones de su jefe se conjugan con una oportunidad tentadora que se cruza en el camino de Oliver: Una cuenta abandonada con tres millones de dólares cuyo propietario ha fallecido y que, de no ser reclamada, será transferida al gobierno. Tras forcejear con su conciencia, Oliver pone en marcha un plan maquiavélicamente sencillo para apropiarse de los fondos en colusión con su hermano y Shep, el director de la seguridad del banco. Tres millones divididos entre tres resolverían todos sus problemas, y a fin de cuentas, no le robarían a nadie, en el sentido formal de la palabra.

No obstante, un día después de que los millones están a salvo en su cuenta offshore, la catástrofe toca a su puerta. El banco entra en caos, el Servicio Secreto inicia una frenética investigación en la cual Shep acaba asesinado y los hermanos Caruso huyendo por sus vidas, con dos agentes corruptos de dicha organización pisándoles los talones, dispuestos a sacarlos de la ecuación para apoderarse del botín, que misteriosamente resulta ser no tres millones sino más de trescientos millones de dólares. Una tercera jugadora entra en escena cuando la aseguradora del banco envía a la investigadora privada Joey Lamont—uno de los personajes más fascinantes del libro—a desenmarañar el caso.

Mientras los hermanos Caruso rastrean el secreto del difunto propietario de la cuenta problemática desde Nueva York hasta Florida—en donde una enigmática mujer llamada Gillian se unirá a su cruzada, acompañándolos hasta Orlando a un desenlace en el escenario más insólito posible—la novela pasa página tras página retando al lector a soltarla, y al final sale victoriosa, pues es imposible desprenderse de ella. No es sólo que Meltzer demuestra la paciencia necesaria como para recopilar todos los datos requeridos a fin de enmarcar su obra en la realidad del mundo bancario, de las legislaciones financieras y de la tecnología disponible para la persecución que relatará. No es sólo que su prosa ligera y envolvente cabalga justo al ritmo ideal para la historia. Es el hecho que sus personajes son tan vívidos, sus diálogos tan reales, sus hábitos tan auténticos, que uno gustosamente se suma a la odisea de los Caruso con una inversión emocional similar a la que viviríamos si algún amigo cercano nos confiara un dilema como el cual se desarrolla en The Millionaires.

Pero, ¿no son los protagonistas unos ladrones?, es la pregunta que salta a la mente ante la premisa de la novela. Podría replicar con el cliche del ladrón que roba a ladrón, pero en su lugar señalaré a la ambición como el motorcito interno que nos hace levantarnos todas las mañanas a producir día a día. ¿Y es que hay alguna línea clara que separe a la ambición de la codicia? Esa es la interrogante que los Caruso deberán esclarecer, y sólo si dan con la respuesta correcta obtendrán un premio más valioso que tres o trescientos millones de Washingtons.



Noviembre, 2005
Referencia Bibliográfica:
Meltzer, Brad. The Millionaires- New York: Warner Books, 2002. 524 p.