Al leer recientemente The Maltese Falcon de Dashiell
Hammett noté algo singular en sus páginas sin lo cual no estaría escribiendo estos comentarios. Después de todo, ¿qué puede decirse de este clásico que no se haya dicho previamente en los ochenta años desde su publicación?
Dashiell Hammett, quien antes de ser escritor trabajó como detective de la famosa agencia de los Pinkertons, es recordado como el padre del género negro o, específicamente, del género detectivesco que concibió a protagonistas más realistas, divorciándolo del cozy inglés en el cual laboraba el formidable Sherlock Holmes. Su heredero literario, Raymond Chandler, afirmó acertadamente que fue Dashiell quien volvió a ubicar el homicidio en la calle y en m
anos de quienes realmente tenían la motivación para cometerlo.
The Maltese Falcon le presentó al mundo a Sam Spade, un investigador privado destinado a ser inmortalizado y replicado muchas veces en la ficción. La vida de Spade cambia cuando se presenta a su despacho una mujer irresistible que contrata sus servicios para un caso que resulta ser muy distinto a lo planteado. Pronto el compañero de Spade es asesinado, y el protagonista se ve envuelto en una serie de problemas de los cuales sólo con su astucia y su temple podrá librarse y develar el misterio de uno de los macguffins más famosos de la literatura.

Dashiell Hammett, quien antes de ser escritor trabajó como detective de la famosa agencia de los Pinkertons, es recordado como el padre del género negro o, específicamente, del género detectivesco que concibió a protagonistas más realistas, divorciándolo del cozy inglés en el cual laboraba el formidable Sherlock Holmes. Su heredero literario, Raymond Chandler, afirmó acertadamente que fue Dashiell quien volvió a ubicar el homicidio en la calle y en m

The Maltese Falcon le presentó al mundo a Sam Spade, un investigador privado destinado a ser inmortalizado y replicado muchas veces en la ficción. La vida de Spade cambia cuando se presenta a su despacho una mujer irresistible que contrata sus servicios para un caso que resulta ser muy distinto a lo planteado. Pronto el compañero de Spade es asesinado, y el protagonista se ve envuelto en una serie de problemas de los cuales sólo con su astucia y su temple podrá librarse y develar el misterio de uno de los macguffins más famosos de la literatura.
Sam Spade, junto a otros pocos como

Lo mismo se puede decir de su elenco, desde Brigid O’Shaughnessy, la típica dama en aprietos que resulta ser un peligro, hasta Casper Gutman y los malandrines que le rodean. Aparte de la avaricia no hay mucha motivación detrás de estos personajes, y sin embargo su interacción en The Maltese Falcon sigue manteniendo su encanto a casi un siglo de su publicación.
Pero lo que más me llamó la atención es la intemporalidad de la prosa de

Hay otro aspecto a considerar en esta reflexión. Si el estilo de Hammett mantiene su relevancia en la actualidad, ¿debemos atribuírselo únicamente a su talento para diseñar un relato tan duradero? Creaciones como las suyas han sido destiladas a través de los años en fórmulas para el uso de autores mucho menos hábiles. Este fenómeno es quizás más visible en el género negro que en otros. Entonces, no puedo evitar preguntarme: ¿Será posible que la sensación de intemporalidad a la que aludí se deba también a que con las décadas sus sucesores en el género han procurado apegarse demasiado a ese mismo estilo de narrar? Y, en el supuesto de que la respuesta sea positiva, ¿sería eso motivo de orgullo o desánimo para Dashiell, si hoy pudiera repasar el producto la corriente narrativa que contribuyó a concebir?
Junio, 2009
Referencia Bibliográfica:
Hammett, Dashiell. The Maltese Falcon. Londres: Orion Books Ltd., 2005. 213 p.
Hammett, Dashiell. The Maltese Falcon. Londres: Orion Books Ltd., 2005. 213 p.