miércoles, 5 de noviembre de 2008

Perdiendo Mi Religión

Adquirí la novela El Inquisidor en Mayo del año pasado, durante la última feria internacional del libro que se celebró en Panamá, en donde por casualidad conocí a su autor, el argentino Patricio Sturlese, a quien recuerdo interactuando con sus lectores con humildad espontánea y cierto asombro de contar con una obra aclamada best seller.

Como lector compulsivo añadí mi ejemplar dedicado a la pila de libros que siempre tengo esperando turno de lectura y no fue sino hasta hace unas semanas que me adentré en sus páginas para llevarme la grata sorpresa de descubrir una de las novelas más completas y entretenidas que se ha producido en Latinoamérica en los últimos tiempos.

En esta obra calificada como sacro-thriller Sturlese nos traslada al Siglo XVI, en donde nos presenta a su protagonista, Angelo Demetrio DeGrasso, quien detenta el respetado cargo de Inquisidor General de Liguria. Huérfano a temprana edad, Angelo fue criado por el sabio monje capuchino Piero DeGrande quien luego lo encomendó a los dominicos para que adquiriera su formación como Inquisidor, en la cual se ha destacado lo suficiente como para ser seleccionado por el Cardenal Vincenzo Iuliano, Superior General de la Inquisición, y el mismo Papa Clemente VIII para liderizar la búsqueda de dos enigmáticos libros satánicos—el Necronomicón y el Códex Esmeralda—que la Iglesia ha temido y perseguido por siglos y que finalmente parecen estar al alcance de la mano firme del Vaticano.

Angelo ignora que lo que parece en el primer capítulo una oportunidad valiosa para su carrera eclesiástica es en realidad el destino tocando a su puerta para implementar designios que fueron trazados desde el día de su nacimiento. En los meses venideros nuestro Inquisidor quedará envuelto en una lucha interna por el poder de la Iglesia entre el Vaticano y una sociedad secreta llamada Corpus Carus, una jovencita de nombre Rafaella desafiará su voto de celibato y competirá con Cristo por su amor, se embarcará en un prolongado y accidentado viaje al Nuevo Continente siguiendo la pista de los librorum prohibitorum, encontrará aliados bajo las identidades más insólitas y se enfrentará a enemigos en los lugares más insospechados, conocerá a la enigmática hija del Cardenal Iuliano y el poderoso secreto que ella custodia, y llegará a rebelarse contra toda autoridad a fin de desnudar la verdad.

Sturlese, un laico que estudia Teología, exhibe gran pericia al recrear minuciosamente aquella época histórica en la cual la iglesia católica racionalizaba con naturalidad el uso de torturas inmorales para arrancarle confesiones a sus acólitos y en la cual el pueblo aplaudía como espectáculos públicos las quemas atroces de aquellos condenados por herejía. Su habilidad como narrador se puede apreciar cuando nos ilustra el absurdo proceso con el cual se condena de herejía sin que ganemos antipatía hacia su protagonista. Su dominio de la historia le permite explotar los sucesos tanto en Europa como en América poco antes de la llegada del Siglo XVII para relatarnos una gran aventura que literalmente recorre medio mundo. Y es de esa misma familiaridad con la historia de la que se vale para desfilar frente a nosotros una grama gama de personajes, desde el Inquisidor Dragan Woljzowicz, el Almirante León Calvente, el Capitán de Infantería Guillermo Martínez, el enigmático polizón Nikos Xanthoupolos y su agenda oculta, el obstinado sacerdote jesuita Giorgio Carlo Tami y el misterioso astrólogo Darko, hasta el memorable Giulio Battista Èvola, “la gárgola de Cristo”.

Eventualmente comprendemos que los libros no son más que un McGuffin, el motor que pone en marcha una trama que diseca las creencias de aquel período en el cual toda actividad humana estaba supeditada a los dogmas religiosos y a los mandatos caprichosos de sus directores. Un aspecto curioso de la novela es el pavor que infunde La Sociedad Secreta de los Brujos, de quienes muy poco sabemos y que más conocemos a través de la ansiedad que inspira en la iglesia católica. En las páginas de El Inquisidor no presenciaremos ningún hecho sobrenatural; lo más que nos aproximaremos a la supuesta hechicería será a través de actos de gula carnal. Con esto Sturlese subraya sutilmente el miedo ignorante de aquellos días y diseña su trama de manera tal que aún dentro de ese contexto los Brujos no dejen de ser la amenaza que la historia requiere.

Irónicamente el análisis de aquella fe ciega e inflexible encuentra mayor efectividad a través de la gradual reversión de la fortuna de Ángelo, quien desde pequeño no ha conocido nada más que esos dogmas y, a medida que la experiencia lo va confrontando con la avaricia de su superiores, las conspiraciones de sus colegas y las pasiones del alma, la estoica fe del Inquisidor va siendo erosionada paulatinamente hasta que lo vemos convertido en un defensor desesperado de la dignidad humana en una cruzada extra ecclesia.

Patricio Sturlese distribuye a sus caracteres roles tradicionales—el mentor, la amante, el traidor, el padre desconocido, entre otros—y una vez que los identifica como tales saca provecho de nuestras preconcepciones sobre estos papeles para sorprendernos al dirigir a cada uno por un camino insospechado. Si bien algunas de sus revelaciones son predecibles al simplemente ir descartando posibilidades, esto no merma el disfrute de la obra ni impide que nos sorprenda el curso que seguirá la vida de cada personaje. Además, la narración viene hilvanada con astuta intertextualidad, ya que el Necronomicón en realidad es un libro ficticio que inventó H.P. Lovecraft muchos años antes de El Inquisidor.

No he conocido aún a alguien que haya leído este libro sin disfrutarlo, y no cuesta entender el éxito de esta novela editada en Alemania, Italia, Austria, Suiza y traducida al ruso, polaco y rumano. Patricio Sturlese nos presenta una aventura con nada que pedir y que, además, al concluir su lectura nos hará considerar de qué habría sido capaz la Inquisición si hubiera contado con dispositivos explosivos improvisados, lo cual a su vez impone la pregunta: ¿Qué tanto ha evolucionado la religión organizada durante los últimos cuatro siglos?

Sitio del autor: http://www.sturlese.net/

Octubre, 2008

Referencia Bibliográfica:
Sturlese, Patricio. El Inquisidor. México: Random House Mondadori, 2007. 474 p.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ya leyó la Sexta Vía? es la continuación del Inquisidor y es tan bueno...

RF Jurado dijo...

Todavía no la he leído, pero me alegra saber que la calidad se mantiene. Está en mi lista de pendientes...
¡Gracias por escribir!