viernes, 4 de junio de 2010

A Susie, desde la Tierra

Varias veces me vi tentado a adquirir The Lovely Bones, la novela de Alice Sebold que fue un éxito inesperado de ventas tras su publicación en el 2002 y recientemente fue llevada a la pantalla grande por Peter Jackson, y hace poco decidí darle una oportunidad a su inusual propuesta literaria.

La obra nos presenta a Susie Salmon, una chica de catorce años que lleva una típica vida suburbana en Pennsylvania de 1973. Su historia concluye quince páginas después, cuando es salvajemente violada y asesinada por su vecino. A partir de ese momento la novela redirige el lente a los integrantes de su familia y apreciamos el impacto que su desaparición tiene sobre cada uno de sus parientes, sus amistades y la comunidad en la que viven.

La premisa de The Lovely Bones no suena particularmente novedosa, lo cual paradójicamente es efectivo ya que los acontecimientos resultan incómodamente verosímiles para cualquier lector que presta atención a los noticieros. Pero la novela se vuelve singular gracias al enfoque que Sebold elige: Susie nunca nos abandona; después de su brutal homicidio ella continúa con nosotros fungiendo como narradora omnisciente mientras que desde el cielo se vuelve una espectadora de las vidas de sus seres queridos.

La técnica empleada por la autora extiende un abanico de posibilidades creativas, ya que su experimento narrativo preserva el meticuloso realismo de la vida terrenal de la familia Salmon pero el filtro de la voz de Susie—quien permanece de trece años, pero que con el transcurrir del tiempo va adquiriendo una peculiar sabiduría de segunda mano—le da el matiz de un cuento de hadas desolador y melancólico que oscila entre la euforia que inspiran la maravillas infinitas de la vida eterna y la devastadora desesperanza que siembra la pérdida de un ser amado.

Durante los primeros capítulos de la obra acompañamos a la Familia Salmon a través de los días subsiguientes a la tragedia, y vivimos con ellos la gradual pérdida de la esperanza y la impotencia de ni siquiera tener un cadáver que enterrar. Pero el reloj no espera a nadie, y a medida que los meses se transforman en años junto a Susie somos testigos de cómo el crimen demuele a la familia. Su padre, Jack, es consumido por la ausencia y la convicción de haber identificado al responsable—en lo cual su instinto ha acertado, pero la evidencia no lo respalda. Su hermana menor, Lindsey, evoluciona rápidamente a ser una mujer, llenando los abismos que Susie y su madre han cavado en el corazón de Jack. El hijo más pequeño, Buckley, es a quien más le cuesta comprender lo acaecido y quien alberga sentimientos que harán erupción cuando los años se lo permitan. La más conmovedora crisis quizás es la de Abigail, la madre de Susie, cuya compleja reacción nos hace condolernos de ella y detestarla al mismo tiempo. Devastada por la pérdida de la hija por la cual desistió de su propio futuro, Abigail se va desprendiendo de su familia, primero emocional y luego físicamente. Sorpresivamente, el vacío que deja pasa a ser llenado por su propia madre, con quien nunca tuvo buena relación. La Abuela Lynn—un personaje complicado del cual menos esperamos semejante grado de compasión—se convierte en la goma que mantiene a la Familia Salmon unida. En fin, es una familia que no se beneficia de la venganza o de la justicia que les correspondería de haber habitado otro género literario.

La cicatriz de la tragedia también marca a la comunidad que convivió con Susie, y en especial a dos personas que orbitaban su vida: Ray Singh, un chico que aspiró a un romance con ella en vida, y Ruth Connors, una compañera de escuela con hábitos excéntricos que tras ser rozada por el espíritu de Susie la noche en que partió de la Tierra dedica su vida a escuchar al instinto que la empuja hacia el velo entre lo mundano y lo divino. Años después, en el umbral de la adultez, ellos serán el conducto por el cual Susie probará el último bocado de la vida que le fue negada. No podemos dejar de mencionar al Detective Len Fenerman, quien diligentemente conduce la investigación del homicidio pero cuyo estrecho vínculo con la Familia Salmon es también el detonante de su separación. Y, por supuesto, Susie nunca deja de vigilar a su asesino, George Harvey, quien se escapa de la justicia del hombre pero que encuentra un castigo que podría ser poético si no fuera tan absurdo como la búsqueda del sentido del egoísmo y la brutalidad humana.

Con The Lovely Bones Alice Sebold se consagra a través de una obra tan contradictoria como la propia naturaleza humana en la que nos confirma la inmortalidad del alma pero nos exige dejarla ir para hallar nuestro propio destino en lo pasajero. Y ese proceso, nos explica Susie, va creando huesos adorables, los cimientos para que algún día la Familia Salmon vuelva a ser un cuerpo entero.


Mayo, 2010

Referencia Bibliográfica:
Sebold, Alice. The Lovely Bones. Londres: Picador, 2000. 329 p

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