lunes, 11 de julio de 2011

El Libro No Es Mejor

Si la novela Dexter in the Dark es un termómetro de la serie literaria, Jeff Lindsay debería considerar seriamente encomendarle su singular creación Dexter Morgan a los guionistas de la serie de TV que produce Showtime y abstenerse de continuar publicando su propia versión del personaje en el futuro.  Mientras que el programa ha logrado evolucionar temporada tras temporada a partir de lo que inicialmente era una premisa limitada, Lindsay ha tomado el sendero inverso y, tras una novela inicial muy bien lograda, la calidad de las publicaciones subsecuentes ha decaído progresivamente.

El tercer libro en la serie aborda de lleno el tema del “Pasajero Oscuro” cuando Dexter acude a la escena de un crimen que con un vistazo trastorna su mundo interior: Un terror súbito e inexplicable desplaza a sus instintos psicóticos y lo deja envuelto de una sensación de vulnerabilidad que lo acompaña mientras su hermana Deborah lo obliga a asistirle durante sus investigaciones, que no revelan más que víctimas improbables y sospechosos imposibles.  Mientras tanto, Dexter tiene que lidiar con los preparativos de su inminente boda con Rita y desarrollar su relación con sus futuros hijastros—quienes ahora exhiben incipientes tendencias homicidas producto de los maltratos que les infligió su padre biológico.


Esta novela fácilmente podría haber tenido cincuenta páginas menos,  así quizás el lector no notaría el ciclo repetitivo con el cual está construida: Dexter lidia con su nueva familia, su hermana lo convoca al descubrir una nueva víctima, el misterioso antagonista atormenta a Dexter desde lejos, y de ahí volvemos al punto de partida.  A la tercera vuelta empezamos a notar que Dexter—cuyas habilidades investigativas se limitan a búsquedas en Google—no aporta nada a la novela que protagoniza.  Ojalá pudiera decirse algo distinto de su hermanastra Deborah, quien como sargento de la Policía de Miami podría compensar esta carencia, pero tristemente Debs ha sido reducida a un cliché que sólo sabe proferir malas palabras y exigir la ayuda de su hermano para resolver sus casos.  En la serie de TV Jennifer Carpenter nos presenta a una Deborah igual de mal hablada que sin embargo no deja de ser un personaje emocionalmente complejo e independiente.  Por otro lado, en la periferia retorna el Sargento Doakes, severamente lisiado y descaradamente irrelevante a la trama.  Esta característica la comparte con Kyle Chutsky, quien aparece en un par de escenas diseñadas únicamente para decorar el ciclo ya descrito.

Pero el fracaso de esta novela radica en su reinterpretación del Pasajero Oscuro, la denominación que desde los libros anteriores Dexter ha utilizado en su monólogo como una alegoría del cúmulo de impulsos que lo conducen a asesinar a aquellos antisociales cuya desaparición de cualquier modo beneficia a la comunidad.  En Dexter in the Dark Lindsay destruye el concepto al transformarlo de una metáfora a un elemento sobrenatural, y nos plantea que existen entidades similares que se apoderan de la voluntad de ciertos seres humanos y los incitan a cometer atrocidades ocasionales. Todas estas criaturas incorpóreas descienden de Moloch—quien se revela como el antagonista ambiguo y anticlimático de esta entrega.

No comprendo cómo en el largo recorrido que la obra hace desde la computadora de su autor hasta los estantes comerciales y los catálogos de Amazon no hubo un editor prudente que la advirtiera a Lindsay que con esa decisión creativa destruiría a su protagonista.  Cuando conocimos a Dexter era un personaje original y prometedor—un narrador sociopático y amoral guiado por un código de conducta artificial y un sentido del humor irreverente.  Al redefinirlo como una persona normal poseída por una entidad demoníaca Lindsay lo ha transformado en una víctima y en un cliché.

Hay un par de elementos positivos que facilitan leer Dexter in the Dark, como la extraña simbiosis entre Cody y Astor—los hijos de Rita—y el atípico rol paternal que Dexter trata de asumir para encauzar la incipiente psicopatía que le ocultan a su madre.  Y la constante voz irónica y satírica con la cual Morgan nos narra su aventura sigue siendo tan divertida y entretenida como en las entregas previas.  Es indiscutible que Lindsay conoce a su personaje perfectamente bien; pero simplemente no sabe qué historias debe contar con él.  Me queda pendiente leer el cuarto tomo de la serie, simplemente porque lo compré antes de leer el tercero.  Me adentraré en sus páginas con la fascinación morbosa con la cual algunos contemplan múltiples automóviles sumarse a una accidente de tránsito, y mientras tanto reconoceré que ésta es una de las pocas excepciones en las que el libro claramente es inferior a su adaptación audiovisual.

Junio 2011


Referencia Bibliográfica: 
Lindsay, Jeff.  Dexter in the Dark.  EEUU:  Vintage Crime/Black Lizard,  2008.  302 p.

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