lunes, 8 de agosto de 2011

Dextericidio


A estas alturas supongo que darle otra oportunidad a la prosa de Jeff Lindsay califica en alguna categoría de masoquismo, aunque más bien lo veo como prueba de cuánto me gusta el personaje de Dexter.  Mi error radica en que, aunque Lindsay fue su creador, quienes realmente lo han desarrollado con destreza han sido los guionistas de la serie de TV homónima.

Dexter by Design es la cuarta novela de la serie, y admito que durante el primer puñado de capítulos creí que Lindsay había regresado al nivel de la primera entrega—la única que vale la pena leer.  En esta ocasión aparece un criminal que instala cadáveres en varias localidades turísticas de Miami en exhibiciones grotescas que ridiculizan el espíritu de la ciudad. Deborah Morgan obedece el cliché al que Lindsay la ha relegado, arrastrando a su hermano por la investigación para que se la resuelva y procurando incluir la palabra f**k en cada una de sus oraciones.  Justo cuando me estaba hartando del personaje y deseaba que Dexter la descuartizara para no leer otra página en la que participara la obra correspondió a mis anhelos y el perpetrador súbitamente le enterró un puñal en el costado.


Este giro tenía potencial; en la literatura de Lindsay Deb está al tanto de que su hermano es un asesino, y justo antes del incidente había decidido que ya no podía continuar guardando el secreto pasivamente.  Esto podría haber llevado a la familia Morgan a una crisis interesante, pero Deb pasa el resto de la novela en coma y cuando finalmente habla descubrimos que su herida no fue más que un truco perezoso para justificar su futura complicidad.

En cuanto al protagonista, Dexter deambula por la obra con la misma torpeza de los libros previos.  Para Lindsay, parece que las inhabilidades sociales de un psicópata son sinónimas con la estupidez.  Hasta el humor pierde su gracia ya que empezamos a sospechar que, en lugar de sarcástico y mordaz, Dexter es simplemente un morón incapaz de detectar la ironía en sus propios comentarios.  Tras el ataque a su hermanastra él se venga asesinando al perpetrador equivocado, es filmado in fraganti y pasa el resto de la obra atormentado por el verdadero antagonista quien siempre está a punto de revelar públicamente su naturaleza, pero convenientemente jamás da ese paso antes de morir.

El desafío de contar historias sobre un anti-héroe extremo como Dexter es que el adversario tiene que ser más terrible para que los lectores acojan al protagonista.  Esto limita las opciones disponibles para Lindsay, y el autor lo agrava al rehusarse a caracterizar debidamente a sus villanos.  En esta entrega la motivación original del oponente de Dex nunca queda del todo clara antes de que Lindsay la transforme en una vendetta tradicional.

El estrecho duelo entre los dos personajes podría complementarse profundizando en las caracterizaciones del elenco, pero Lindsay se mantiene fiel a su regla de limitarlos a clichés.  En este libro introduce al Detective Coulter, quien prácticamente descubre el secreto de Dexter pero, por supuesto, le espera un final predecible e insípido.  El Sargento Doakes sigue apareciendo ocasionalmente sin aportar a la trama, y la única contribución de Kyle Chutsky es acompañar a Dexter en un viaje a La Habana que no avanza la historia, sólo proporciona un nuevo escenario.

Hay un quinto libro publicado, Dexter is Delicious, pero ya aprendí mi lección y de ahora en adelante guardaré mi distancia de la producción de Jeff Lindsay.  Sí, Dexter Morgan sigue fascinándome, pero suficiente satisfacción obtendré con las dosis anuales de Showtime.



Julio 2011

Referencia Bibliográfica: 
Lindsay, Jeff.  Dexter by Design.  EEUU:  Vintage Crime/Black Lizard,  2009.  285 p.

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