jueves, 4 de noviembre de 2010

Maigret de Vacaciones

Hay conceptos que espontáneamente trascienden las páginas en las cuales han sido concebidos y se convierten en un símbolo universal de la categoría de ficción a la que pertenecen. Por ejemplo, sé lo que es el Tardis aunque nunca he visto un episodio de Dr. Who. Similar es el caso del Comisario Jules Maigret, célebre investigador francés que protagonizó setenta y cinco novelas y veintiocho cuentos escritos por Georges Simenon cuyo nombre es sinónimo del género detectivesco.

Hace unos días finalmente tuve la oportunidad de leer una de sus novelas, titulada Maigret y el Falso Culpable, publicada originalmente en 1954. La historia nos presenta a un maestro de un pueblo distante y olvidado que se aparece en el despacho de Maigret en Paris, inspirado por su monumental reputación a ir a solicitar su ayuda para que lo absuelva de un crimen del cual ha sido injustamente inculpado. Motivado quizás por el buen ánimo que siembra la incipiente primavera, Maigret accede a acompañar al educador de vuelta a Charentes, en donde su prodigiosa mente es requerida más de lo que él supone.

En esta obra Maigret adquiere el rol del forastero cuyos ojos se amalgaman con los del lector para descubrir las peculiaridades del pueblo que visita, cuyos escasos habitantes están enlazados por parentesco o convivencia, y sus defectos y pecados se funden en una historia colectiva de la vida en Charentes, lugar al que el progreso no se apresura a llegar, y en donde las preocupaciones y los anhelos se limitan a lo básico, pero en el cual las pasiones humanas se comprueban universales. De esta forma, el homicidio que aporta causalidad a la trama se percibe casi como un elemento secundario; nuestra atención se enfoca en el retrato que el libro hace del pueblo, que a través de las deducciones del Comisario Simenon nos insinúa que es sinónimo a muchos otros pueblos franceses.

Es curioso observar a medio siglo de su publicación cómo El Falso Culpable se acopla tan bien a los parámetros del género detectivesco que en aquel entonces recién habían sido replanteados gracias a la vertiente negra que procuró condimentar el género con el mayor realismo posible. Maigret es un protagonista bastante plano, no conocemos de él más que su habilidosa inteligencia. De vez en cuando menciona a una esposa, cuyo nombre ni aparece en las páginas. Tampoco recuerdo haber leído en ellas el primer nombre del Comisario, sólo su apellido.

Estas pinceladas eran apropiadas para el objetivo que el género se había trazado en aquella época: Utilizar al protagonista como una ventana por la cual el lector pudiera asomarse a contemplar un determinado estrato social. La novela detectivesca proponía que la auténtica naturaleza humana se exhibía al infringirse las reglas de la civilización, y Georges Simenon lo demuestra una vez más en esta obra: Sus personajes son mezquinos, ignorantes, conformistas y, sobre todo, cotidianos. Y Maigret, como el héroe prototípico de Chandler, se limita a restaurar el orden sin dictaminar un juicio moral acerca de los responsables. Esa perturbadora tarea se la delega al lector.

Agosto 2010

Referencia Bibliográfica:
Simenon, Georges. Maigret y el Falso Culpable. Traducción de Carlos Suárez. Barcelona: Luis de Caralt. 1964. 155 p.

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