sábado, 5 de febrero de 2011

La Última Bala


Para lectores hambrientos de historias cuyo riguroso realismo exija una mínima suspensión de la incredulidad sin sacrificar la tensión y el impacto del relato Greg Rucka suele ser una elección confiable, y su más reciente novela, The Last Run, es quizás el esfuerzo más destilado del autor por plantearnos un drama de brutal verosimilitud.

Se trata de la tercera entrega de la serie Queen & Country, dedicada a la sección de operaciones especiales de la inteligencia británica. Al igual que en los libros que le antecedieron, A Gentleman’s Game y Private Wars, lo protagoniza la destacada agente Tara Chace, quien en esta ocasión se enfrenta a su adversario más feroz: La edad. En esto Rucka se distancia de sus colegas en el género del espionaje quienes, tras concebir a un personaje tan vívido como Tara, lo mantienen activo en múltiples aventuras para gran satisfacción de sus seguidores. En el mundo de Rucka los años transcurren en tiempo real, y la agente Chace lleva ya casi una década activa. Ha cumplido con numerosas misiones, ha sobrevivido varios tiroteos y ha sido torturada por sus enemigos, pero es una falla insignificante durante un ejercicio de entrenamiento la que le revela que su cuerpo está llegando al límite. Paul Crocker, el director de la sección especial, reconoce que todos los agentes tienen fecha de expiración y está dispuesto a transferir a Tara a un escritorio, pero el destino tiene planes distintos para ella.

A estas alturas ya conocemos la fórmula de Queen & Country: Tan pronto la operación empieza los factores se tornan adversos para Tara mientras que en Londres Crocker se enfrenta a intrigas políticas que amenazan la seguridad de su agente. Por eso, cuando un código antiquísimo se activa en Terán, Crocker es el único con la experiencia y la malicia para suponer un anzuelo para el gobierno británico, y se propone a sacrificar cuanto sea necesario para proteger a sus subordinados. Desgraciadamente ya el Director de Operaciones ha agotado sus favores políticos durante sus largos años de servicio, así que se encuentra en abierto antagonismo con las órdenes del Primer Ministro, con Julian Seale—el Jefe de Estación de la CIA en Londres—y hasta con Alison Gordon-Palmer—la actual directora del servicio de inteligencia—cuyas extraordinarias habilidades políticas le inspiran un desprecio templado hacia Crocker.

La oportunidad que se presenta es irresistible para los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos: La potencial deserción de Hossein Khamenei, sobrino del Ayatollah, líder supremo de Irán. Ante semejante victoria la comunidad de inteligencia opina unánimemente que la agente más experta sea enviada a Terán a extraer al desertor. Tara Chace es despachada a su última misión, sola y desarmada en el teatro de operaciones de mayor riesgo en el mundo, en el cual le espera ansiosamente Youness Shirazi–Jefe de Contrainteligencia de VEVAK, el Ministerio de Inteligencia y Seguridad de Irán—y Farzan Zahabzeh—su joven e impaciente teniente quien se convertirá en la peor pesadilla para Tara.

Una de las gratas sorpresas de la novela es la caracterización de un nuevo personaje que rápidamente adquiere protagonismo. Caleb Lewis nunca quiso ser un espía; estudió con esmero aspirando a destacarse como analista sin sospechar que su empeño lo conduciría inesperadamente al puesto número dos en la estación de Terán. En un período de cuarenta y ocho horas Caleb se verá inmerso en una aventura sin precedentes, jugándose la vida en un país hostil que le impartirá una lección vital: El miedo no es un defecto del espía; es una herramienta más en su equipaje de supervivencia. Y sólo al despertar su coraje podrá transformarse en lo que más anhela ser: La última esperanza de la agente Chace.

Pero sin duda en esta novela el show se lo roba una bala que subraya el compromiso de Rucka en su oficio narrativo. Al caer en la emboscada Tara sufre una herida en plena huída. Hemos visto docenas de películas y leído innumerables novelas en las que el protagonista sufre esta clase de heridas y heroicamente las tolera mientras doblega a sus oponentes. En estas páginas, sin embargo, Rucka se esmera por presentarnos la terrible realidad de tener un proyectil alojado en el tórax. Las desgarradoras experiencias por las que atraviesa la protagonista revelan una meticulosa investigación de parte del autor, quien nos transmite cada instante del deterioro de la espía haciéndonos vivir el sufrimiento de Tara como propio.

The Last Run completa una excelente trilogía creando resonancia entre los motivos que condujeron a Tara Chace al servicio de inteligencia y el alto precio que conllevó tal decisión. Hemos acompañado a Tara mientras ahogaba su estrés post-traumático con botellas de whiskey bajo la regadera y la hemos aplaudido cuando ha arrebatado éxitos extraordinarios a las fauces de la derrota. Esta última misión cierra el ciclo con una nota alta, y mi única queja es que las vicisitudes que enfrenta no le permiten lucir sus talentos una última vez. Pero nos queda el consuelo de una nueva etapa profesional para nuestra heroína, lo cual siembra la esperanza de que Greg Rucka algún día volverá al teclado a deleitarnos con las aventuras de sus formidables Minders.

Enero, 2011

Referencias Bibliográficas:
Rucka, Greg. The Last Run. EEUU: Bantam Books, 2010. 257 p.

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