Después de cuatro libros, empezar la lectura de una nueva aventura de John Rain es como reencontrarse con un viejo amigo a cuyas excentricidades no sólo estamos acostumbrados sino que aceptamos con una pizca de nostalgia. Tanta familiaridad con el personaje puede permitirnos pasar por alto su oficio como asesino profesional, especialmente con el sendero a la redención que Barry Eisler trazó frente a su protagonista en su novela previa, Killing Rain. Sin embargo, la quinta entrega de la saga interpone en ese camino los peores pecados de su pasado forzándolo a tomar decisiones que atarán cabos sueltos emocionales que ha arrastrado desde las páginas de su debut en Rain Fall.
En la quinta novela, titulada The Last Assassin, el ostracismo paranoico de Rain ha sido desplazado por la amistad efervescente de su compañero Dox y el romance intermitente con Delilah, quienes comparten su mundo de intriga y peligro. No obstante, ha llegado el momento de que John confronte a Midori—la civil que cambió su vida—quien quedó embarazada durante su último encuentro en Hard Rain y desde entonces ha estado criando a Koichiro, el hijo de John, en Nueva York—ciudad a la que fue exiliada para protegerla de los enemigos de su antiguo amante.
Acercarse a Midori conlleva una serie de complicaciones más allá de la reacción que ella pueda tener al volver a ver al asesino de su padre. Yamaoto—el gran jefe de la Yakuza cuya enemistad forzó a John a abandonar Tokio—mantiene a la pianista de jazz bajo estricta vigilancia pues es la mejor oportunidad para detectar y eliminar al sicario que tanto teme. Y es con esta premisa que The Last Assassin se distancia de la fórmula de las novelas anteriores. En esta ocasión Rain no es contratado para eliminar a un objetivo más peligroso que él ni busca venganza por la trasgresión de algún adversario. Es simplemente un hombre desesperado por estar con su hijo que, a la par de una tragedia griega, ve ese sueño imposibilitado por todas las desgracias de su legado profesional.