jueves, 5 de junio de 2008

Cherchez la femme

La Dahlia Negra fue el apodo que adquirió un atroz homicidio que realmente ocurrió en 1947 y que sesenta y un años más tarde continúa irresuelto, constituyéndose así en uno de los episodios más oscuros en la historia de Los Ángeles, California. En Enero de ese año, el cuerpo de una joven de veintitrés años llamada Elizabeth Short fue hallado no sólo víctima de mutilaciones y con varios rastros de torturas sádicas, sino también brutalmente cortado por la mitad. Su cuerpo había sido vaciado de toda su sangre, y sus mejillas habían sido cortadas desde la comisura de los labios hasta las orejas, simulando una truculenta sonrisa post-mortem. Desde entonces, Beth Short ha sido sujeto de varios libros, tanto de ficción como ensayos sobre el crimen, y ha sido inmortalizada en la pantalla grande y en la chica.

James Ellroy es un autor que utiliza la Literatura como un escudo contra sus demonios. Cuando tenía diez años, su madre—de cuya vida poco conocía—fue violada y asesinada. Esto torció su Complejo de Edipo y fragmentó su psiquis. En el camino a la adultez se encontró con el homicidio de Beth Short y lo adoptó como un blanco alterno hacia el cual proyectar su morbosa fascinación con la muerte de su madre. Después de años de obsesión y comportamiento auto-destructivo Ellroy encontró en la palabra escrita el medio para homenajear y exorcizar a estas dos mujeres cuyos crímenes inconclusos había homologado.

Viéndolo así, James y Beth hacen la pareja ideal para una novela de corte policial sin miramientos, y eso es justo lo que encontramos en el libro titulado The Black Dahlia, en el cual se esmera admirablemente por retratarnos la vida en Los Ángeles de los años cuarenta: Una ciudad decidida a ser la meca del cine y a promoverse como el destino preferencial de todos los sueños, habitada por hombres inescrupulosos que no vacilarán en prostituir un anhelo ajeno con tal de garantizar el propio. Una ciudad que Elizabeth no logró sobrevivir.

La historia es protagonizada por Dwight “Bucky” Bleichert, un joven policía que gracias a sus habilidades pugilísticas es elegido para un encuentro boxístico en un evento de caridad de la policía y por el cual es recompensado con un ascenso en el departamento que lo pone en posición de trabajar con el Fiscal de Distrito Ellis Lowe. El otro resultado de su hazaña es que su contrincante en el cuadrilátero, Lee Blanchard, se convierte en su nuevo compañero, y Bucky entabla una férrea amistad con Lee y su novia Kay, forjando un triunvirato que le servirá de faro en la tormenta que se avecina, pero que no sobrevivirá intacto la tragedia que estremecerá L.A.


Ellroy no tiene prisas; varios capítulos transcurren en la cotidianidad policíaca antes de introducir el objeto focal de su trama. Pero esas páginas no son un desperdicio. Con una prosa densa y repleta de detalles el autor intenta recrear aquella vida de los cuarenta a la sombra del letrero de Hollywoodland, y nos presenta a un rico elenco de personajes que en los capítulos venideros alimentarán la intensidad de su relato. Así tenemos al Fiscal Lowe, con su agudo instinto político, a Kay Lake, la compañera sentimental de Blanchard con quien vive un inexplicable celibato, y a los colegas policíacos Russ Millard, Bill Koening, Fritzie Vogel, y su hijo Johnny, y a Harry Sears, quienes serán piezas claves en el destino de Bleichert. Igualmente invierte emociones al caracterizar a los sospechosos o testigos del caso, como Red Manley, Linda Martin o Joseph Dulange. Y, sobre todo, se destaca con la enigmática imitadora de la Dahlia, Madeline Sprague, y su familia opulenta. Todos presentan una oportunidad para mostrar la fauna de Los Ángeles; algunos hasta sobrevivirán para la siguiente novela de Ellroy, L.A. Confidential. Ninguno de estos personajes ha sido caracterizado perezosamente; cada uno cobra vida gracias a las imperfecciones que el autor meticulosamente les atribuye.

Cuando el cuerpo mutilado de la célebre víctima finalmente es descubierto en el séptimo capítulo, el libro da paso a una espiral de opresión psicológica y emocional a medida que todos aquellos involucrados en la investigación van absorbiendo la brutalidad del crimen y se enfrentan a la imposible tarea de hallar al responsable. El pasado de Elizabeth se va reconstruyendo y las anécdotas alternan entre retratarla como una vampiresa a la caza del siguiente hombre o como una joven desamparada buscando con desesperación algunas migajas de afecto. En ella se enfatiza la ironía de estar preparada a descender a cualquier nivel con tal de alcanzar un sueño inocente.

No todo en este libro es fiel a la investigación del caso Short en la vida real, pero Ellroy lo aprovecha para criticar las actividades sórdidas que se desenvolvían desde el brillo de Tinseltown hasta las sombras de Tijuana. En sus páginas abundan la prostitución, el alcohol, las drogas y, más que nada, las mentiras. Lástima que no sean ficción.

Y es que James Ellroy logra un relato intensamente noir sin sacrificar el verismo por la forma. Ninguno de los golpes que sus capítulos nos asesta es fingido. El relato en sí vacila intencionalmente en cuanto a su objetivo, pues dudamos si realmente se atendrá al caso de La Dahlia Negra y por lo tanto quedará sin respuesta, y nos inspira a enfocarnos en las relaciones entre los personajes. Pero el autor sí teje una respuesta en su narración, que sólo él sabrá si es su tesis o sólo ficción, e incluso une su resolución con un simbólico acontecimiento en la historia de Hollywood. Así logra cerrar la puerta al enigma que tanto lo ha atormentado.

The Black Dahlia es en el fondo una historia sobre la obsesión y el precio que nos cobra. Y es precisamente ese absceso emocional el que habilita a Bucky a excavar lo suficiente en el basurero humano de Los Ángeles como para identificar, a gran costo personal, a los perpetradores del homicidio, y exhibir las mentiras sobre las cuales edificó su cómoda realidad personal.

Al concluir sus páginas sentimos un alivio, no como una connotación negativa acerca de la novela, sino por la posibilidad de escaparnos de la suciedad de ese mundo. Y está bien que lo sintamos, porque todos somos parte de la humanidad que alberga dentro de sí la capacidad para atrocidades como la que fue infligida a Elizabeth Short.

Mayo, 2008


Referencia Bibliográfica:
Ellroy, James. The Black Dahlia. Gran Bretaña: Arrow Books, 2007. 397 p.

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