jueves, 19 de junio de 2008

La Novela Tramposa

“Pssssst, no me dejes aquí;” la voz que provino de la estantería me hizo voltear de inmediato, pero no había nadie. “¡Llévame contigo!” La inconspicua novela insistía en que yo debía leerla. Nunca antes había visto esa obra titulada Saga, de Tonino Benacquista, un autor desconocido para mí. Pero sus poderes hipnóticos pudieron más que yo y acabó yéndose conmigo a casa. Buena decisión.

A los escritores a menudo les recomiendan “escribe de aquello que conozcas”. Entonces, ¿una historia acerca del arte de contar historias se ajusta a esa indicación, o es hacer trampa? A lo mejor no, si recordamos que Seinfeld triunfó con un show acerca de “nada”.

En Saga nos encontramos con cuatro escritores franceses sin suerte. Tres de ellos son guionistas: Louis, un veterano que aún no ha alcanzado el éxito deseado; Jerome, creador de historias al estilo blockbuster estadounidense, cuyo gran libreto ha sido robado por un productor que se ha hecho millonario transformándolo en una película yankee interpretada por Schwarzenegger y Stallone; y Marco, un novato cuyo único sueño es ganarse la vida escribiendo guiones e inventando historias. La cuarta integrante es Mathilde, quien ha pasado su vida escribiendo novelas románticas bajo un sinfín de seudónimos. Este cuarteto de disímiles protagonistas es convocado por una cadena de televisión—elegidos únicamente por la facilidad de pagarles el salario más bajo posible—para que, a fin de cumplir con la cuota requerida de producciones nacionales, creen una serie de televisión de ochenta capítulos para ser transmitida en las madrugadas. Séguret, el productor, les impone una sola regla: “Hagan lo que les dé la gana, con tal de que salga lo más barato posible.”

Lo que en un inicio suena como una restricción, en manos de estos personajes resulta ser la oportunidad de oro. Sus imaginaciones se desbocan, escriben todo lo que les da la gana, sin inhibición alguna, y el resultado es Saga, un programa que se insinúa en los hogares de Francia y evoluciona a un fenómeno sociológico incontrolable. Saga llega a ser el programa más exitoso del país, transmitido en prime time y seguido religiosamente por veinte millones de personas. Y ahí es donde la historia se desdobla: Como buenos empresarios, la cadena quiere explotar el producto al máximo, y cuando los autores descubren que prescindiendo de ellos planean una segunda temporada, retribuyen con un capítulo ochenta cínico, amargado, deprimente y desalentador, que cierra la puerta a toda posible continuación de la serie. Mathilde, Louis y Jerome parten de Francia rumbo a distintas latitudes, persiguiendo sus metas personales. Marco permanece en París y se enfrenta cara a cara con la desilusión del público, descubriendo a plenitud lo que los personajes ficticios llegan a significar para el hombre promedio que se sienta frente a la TV para escapar de su vida cotidiana.

Saga se trata de mucho más que una serie de televisión. Benacquista—quien en su vida ha deambulado entre oficios como colgador de cuadros y repartido de pizzas con tal de contar con el tiempo suficiente para escribir sus novelas—hace una apología sobre el narrador, el escritor, el inventor, aquel que, tal como les sucede a sus protagonistas, no puede “desconectar la máquina de hacer historias”. Por medio de las distintas caracterizaciones, explora varias modalidades de esa vida. Marco está tan obsesionado con sus personajes que excluye y aliena a su novia. Mathilde ha ingeniado una tonelada de romances para evadirse de su patética historia sentimental. El Vengador superheroico de Jerome es en el fondo una reacción a todas las injusticias que él ve pasar impunes día a día. Y cada una de las decisiones que ellos toman, desde sus días de juventud escribiendo la Saga hasta las últimas páginas de la novela se atienen a un guión fiel a la máxima que inaugura el libro: “La literatura es un lujo, la ficción una necesidad.”

Noviembre, 2004

Referencia Bibliográfica:
Benacquista, Tonino. Saga. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia. España: Suma de Letras, 2002. 406 p.

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