sábado, 22 de agosto de 2009

Chandler y Marlowe

“No soy Sherlock Holmes o Philo Vance. No espero recorrer el terreno que la policía ya ha cubierto y levantar la punta rota de un bolígrafo y construir un caso de eso. Si piensas que hay alguien en el negocio de detective que se gana la vida haciendo ese tipo de cosas, entonces sabes poco acerca de los policías.”
Phillip Marlowe

Con esas palabras, uno de los investigadores más célebres de la ficción describió un nuevo estilo literario que ha prevalecido por casi un siglo. Al concebir a Phillip Marlowe, Raymond Chandler no sólo produjo a uno de los más duraderos héroes de la ficción, sino que le planteó al mundo sin vacilar su propuesta de cómo debía evolucionar la literatura detectivesca para actualizarse con los tiempos, y el mundo le hizo caso.

Su ópera prima, The Big Sleep, nos introduce al mundo de Marlowe, un detective privado que es contratado por un anciano enfermo para que ponga fin a un chantaje al cual está siendo sometido. Pero el caso que acepta Marlowe resulta ser lo menos relevante en la historia, es más un vehículo para que Chandler exponga todos los elementos que cosechó de la vida cotidiana y que consideraba verdaderamente relevantes para una trama detectivesca. De esta manera, Marlowe transita por el mundo de la pornografía, de los gángsteres, de secuestradores y homicidas, de familias adineradas pero disfuncionales y de policías corruptos pero astutos, y emerge intacto revelándose como el prototipo del protagonista estoico y cínico que lo ha visto todo pero que no sucumbe a la tentación.

Esa fue la novedad en los años treinta, cuando Chandler decidió demostrar que los detectives de salón, aquellos para los cuales un crimen no era más que un desafío intelectual—un juego entre autor, protagonista y lector—tenían muy pocas probabilidades de triunfar en los laberintos delictivos que existían en las calles de Los Ángeles. Y fue tan efectivo que su estilo lo absorbieron otros autores del género que le sucedieron a tal punto que aquel monólogo cínico del investigador, los licores para apaciguar el alma, las femmes fatales que conspiran para seducir al héroe, los policías de los cuales hay que desconfiar, y muchos otros elementos se han arraigado en la mente colectiva que los identifica como imprescindibles del género, y hoy en día ya son utilizados como parodia de ellos mismos.

De Marlowe no sabemos mucho más que su código de honor y su compromiso con el trabajo; no nos cuenta nada de su pasado ni del desempeño de su carrera. Igualmente la mayoría de sus personajes exhiben un rasgo principal, pero estos van tan bien trazados que el lector por reflejo llena los espacios en blanco, y ninguno de esos personajes llega a ser una caricatura de sí mismo.

Por otro lado, la prosa de Chandler es digna de admiración independiente de la narración. Su habilidad para crear metáforas ingeniosas que enriquecen el ambiente sombrío de su relato sólo es igualada por su capacidad artesanal para plasmar con palabras oblicuas aquellas realidades que el pudor de la época impedía describir de forma directa. Es una creatividad que refleja sus tiempos, y me pregunto si los narradores de hoy en día, con la libertad actual, podrían recurrir a ella de necesitarlo.

Recientemente leí a Dashiell Hammett y me pareció natural leer a Raymond Chandler inmediatamente después. Aparte de ser dos nombres insignes de esta literatura, ambos comparten ese espíritu innovador que no todos sus sucesores heredaron. Habría que hacer un análisis detenido de los detectives que hoy deambulan las librerías para determinar si los autores contemporáneos tienen esa vena evolutiva de estos dos maestros. Lo cierto es que los noticieros día a día proporcionan semillas para historias prometedoras, y siempre habrá un escenario lo suficientemente sórdido para poner a prueba el corazón del protagonista. Pero si tomamos la esencia del trabajo de Chandler descubriremos que su verdadera fórmula fue procurar ser auténtico en sus relatos, y el autor que realmente asimile esa lección puede tener por delante una carrera tan provechosa como la de Phillip Marlowe.

Julio, 2009



Referencia Bibliográfica:
Chandler, Raymond. The Big Sleep. EEUU: First Vintage Crime, 1992. 231 p.

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