sábado, 22 de agosto de 2009

Síndrome de Universalidad

La década de los cincuenta está por despedirse, y con ella se marchará la era de decadencia y libertinaje que hizo memorable a Cuba. La isla inquieta a las grandes naciones, y una maraña de espías teme que el péndulo oscile hacia el comunismo. Agentes intranquilos tratan de descubrir posibles armas soviéticas que desequilibren la Guerra Fría. Suena como una trama bastante fácil de extraer del devenir histórico, pero cuando notas que es el contenido de un libro publicado en 1958, resulta inevitable enarcar las cejas ante su acertada predicción.

Frecuentemente se alaba la capacidad de vaticinio que exhiben algunos escritores cuando sus obras ya publicadas reflejan con precisión desconcertante acontecimientos posteriores a la concepción de su relato. Pero no hay tal misterio en semejantes coincidencias; tan sólo la confirmación del talento innato del narrador. Y es que un verdadero contador de historias es un observador crítico del mundo que lo rodea, separado inevitablemente de las masas que siguen la corriente por una muralla de ideas que no sólo le hacen cuestionar los sucesos en su entorno sino que le permiten suponer cuáles serán sus consecuencias. Si gozas de la capacidad de hacerlo con personajes imaginarios, no cuesta realizar el mismo ejercicio con los actores de la realidad.

Otra pista para reconocer a un escritor excepcional es aquel que aprovecha la elipsis en la mente de su lector para caracterizar plenamente a un personaje con sólo plantear algunos rasgos delatores. Y aún más evidente se hace cuando el humor en sus líneas presentado tanto por medio de diálogos como a través de acciones logra arrancarles sonrisas a sus lectores a medio siglo de su redacción.

Estas evidencias contundentes de intemporalidad se encuentran en abundancia en las páginas de Our Man in Havana de Graham Greene, una novela de espionaje ambientada en los albores de la Guerra Fría, antes de que James Bond se volviera el agente secreto más popular de la ficción y antes de que John LeCarré tomara posesión del género. Greene les tomó la delantera a sus colegas gracias a su experiencia y a su sagaz intelecto, que no sólo le permitió identificar oportunamente el potencial del género de espionaje sino que le otorgó la capacidad crítica de quien ha saboreado la vida lo suficiente como para encontrarle la ironía y saborearle el humor, y supo aplicarle la legendaria mordacidad británica a los ardides de su propio gobierno.

Our Man in Havana cuenta la historia de Jim Wormold, un inglés que reside en La Habana a finales de los años cincuenta vendiendo aspiradoras y esmerándose por llevar una vida gloriosamente mediocre e inmemorable. Éste es el hombre al cual Hawthorne, un agente de MI6 en el Caribe igual de mediocre decide reclutar como su agente en Cuba, haciendo caso omiso a las objeciones de Wormold.

No es que Jim sea un protagonista antipático. Nuestro improbable héroe procura llevar una vida promedio, manteniendo su negocio a flote y su preocupación primordial es el bienestar de su hija Milly, de quien es custodio único tras haber sido abandonado por su esposa, quien se fue con un estadounidense. Al lector rápidamente se le hace claro que Milly es una adolescente caprichosa y egoísta, pero Wormold es incapaz de ver esto y como todo buen padre extrae de ella sus mejores cualidades. Por eso no nos cuesta simpatizar con él cuando, tras ser forzado al servicio secreto sin preparación alguna, decide emplear su imaginación para fabricar agentes y reportes imaginarios a fin de cobrar las remuneraciones que le permitirán asegurar el futuro de su heredera. Y vaya que es fértil la imaginación de Jim: De cosechar información de publicaciones económicas pasa a diseñar planos de armas secretas que están basados en sus propias aspiradoras. El problema es que eventualmente—y para la sorpresa del propio Wormold—sus agentes empiezan a convertirse en realidad. El piloto que fotografiaría las armas secretas muere en un accidente sospechoso; alguien dispara contra el profesor que le filtraba informes financieros; la policía busca a la bailarina exótica que robaba secretos a sus amantes del gobierno. Pero la inconsistencia es que Jim jamás interactuó con ellos.

En la novela se desencadena una comedia de malentendidos a medida que Londres es fascinada por los reportes de su hombre en La Habana, pero el nivel de realidad de la obra jamás es sacrificado a la sátira que Greene deliberadamente desarrolla. El espionaje es un juego sucio, y la vida del ingenuo Wormold se pone en riesgo extremo a medida que se enfrenta a otros agentes que lo han tomado con seriedad. Además, se ve en la necesidad de confrontar al Capitán Segura, oficial cubano que pronostica a los torturadores gubernamentales latinoamericanos del Siglo XX y que, como si no bastara, también aspira a casarse con la fastidiosa Milly. Y a la ecuación se suman el alcohólico doctor alemán Hasselbacher y Beatrice, la secretaria que MI6 le envía a Wormold y con quien florecerá un romance lo suficientemente inusual para satisfacernos a los desencantados con el amor idílico. Y lo más interesante es que cada uno de estos personajes, a pesar de su incompatibilidad e indeferencia, no llegará a la última página sin haber logrado algún grado de evolución que celebra las mejores cualidades del ser humano.

Éstas y más premisas incompatibles Greene las armoniza rumbo a un desenlace que nunca olvida su contexto, sólo evita seguir el sendero tradicional. Y es que más allá de lo que el autor pudo suponer en su momento histórico, Our Man in Havana mantiene validez como una denuncia anticipada de los innecesarios juegos políticos que caracterizarían la época y revela el absurdo intrínseco de lo que llegaría a conocerse como la política del détente.

La obra de Graham Greene es una muestra insólita de un autor con proyección universal. Si te quedan dudas, he aquí un dato curioso de su protagonista: Jim es un diminutivo de James. Y ya dije que ese es el nombre de pila del agente secreto más famoso de la ficción…
Agosto, 2009

Referencia Bibliográfica:
Greene, Graham. Our Man in Havana. Nueva York: Penguin Books, 2007. 228 p.

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