sábado, 5 de febrero de 2011

Vidas en Subasta

 Existe un magnetismo peculiar en la voz de Atticus Kodiak quien desde las primeras oraciones de una novela nos infunde el presentimiento de que vamos a adentrarnos en un sendero que es preferible no recorrer, y aún así nos resulta imposible desprendernos de su lado durante sus cruentas experiencias. Esto nunca ha sido más cierto que en su última novela, Walking Dead.

Kodiak es el protagonista de una serie de siete novelas escritas por Greg Rucka cuyo ciclo concluye en esta entrega. He devorado cada una de las obras, aunque en las últimas tres he discrepado con la dirección narrativa escogida por el autor. Cada una de las elecciones ha tenido sentido dentro de la lógica del mundo de este personaje, pero siento que Rucka desperdició el potencial que había en la profesión de guardaespaldas de Kodiak cuando éste decidió proteger la vida de la sicaria Alena Cizkova en Critical Space y se convirtió en un fugitivo de la justicia en Patriot Acts.

Con Walking Dead Rucka se propone armonizar las dos identidades de Kodiak. Viviendo una vida secreta pero plácida en una villa remota de Georgia junto a Alena y su perro Miata, Atticus finalmente ha alcanzado la paz que se merecía. El sosiego es quebrantado, sin embargo, cuando su vecino Bakhar Lagidze es salvajemente asesinado junto a su esposa e hijo. Atticus y Alena podrían olvidar el incidente al igual que el resto de los habitantes de Kobuleti, pero una tragedia aún peor los atormenta: Tiasa, la hija de catorce años de Bakhar, fue secuestrada esa noche y ha sido vendida al sórdido mundo de la esclavitud sexual.

El incidente embarca a Atticus en una ardua búsqueda de Tiasa por todo el mundo, desde Turquía hasta Las Vegas, pasando por Dubai y Ámsterdam, exponiéndonos a la subcultura inmoral que le cuelga un precio a la inocencia de una adolescente. Atticus encarna nuestra repulsión al interactuar con individuos viles como el turco Arzu Kaya y el ruso Vladek Karataev, cuya des-sensibilización profesional les impide vislumbrar el daño que infligen sobre mercancía que a sus ojos ni clasifica como seres humanos. Entre experiencias desoladoras Atticus va descubriendo una industria que se protege de las autoridades internacionales en la era de la interconectividad global a través de una rigurosa compartamentalización para preservar la confidencialidad y la impunidad.

Como fugitivos, Atticus y Alena están familiarizados con esas técnicas de comunicación segura y poco a poco van penetrando la membrana de corrupción que se extiende desde la policía de Kobuleti hasta la de Las Vegas. Para rescatar a Tiasa tendrán que sacrificar su santuario en Georgia, y el secreto guardado por Alena agudiza el peligro de la cruzada de Atticus. En estas circunstancias retorna Bridgett Logan, un personaje que no habíamos visto desde Critical Space, quien se suma como una dudosa aliada cuyo constante antagonismo con Atticus y Alena le aporta a la novela una dinámica que oportunamente alivia su lúgubre temática.

Walking Dead es un libro brutal, y no lo digo sólo por la violencia en sus páginas, la cual nunca es romantizada. Las graves heridas que Atticus sufre a lo largo de sus investigaciones son descritas con autenticidad, y en ningún momento perdemos perspectiva del riesgo al que se expone. Pero la auténtica brutalidad emana de la perturbadora investigación que realizó el autor sobre la trata de blancas, cocinando su relato con hechos reales endulzados levemente con la dosis de ficción que la receta exige para formalizar la novela. Entonces el golpe más devastador de la obra es la advertencia sobre los centenares de Tiasas que no cuentan con un Atticus de carne y hueso bregando por su liberación.

Al evaluar el conjunto de novelas de este ex guardaespaldas descubrimos una vida que ha trascendido la insuficiencia de las leyes para defender la amistad, el amor y el honor, y su evolución concluye satisfactoriamente al fusionar al protector y al asesino en un salvador incorruptible. Si ésta es realmente su última aparición, recordaremos a Atticus Kodiak como un héroe noble embargado por la tristeza de vivir en una sociedad que no comparte sus ideales.

Enero, 2011


Referencias Bibliográficas:
Rucka, Greg. Walking Dead. EEUU: Bantam Books, 2010. 383 p.



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