sábado, 15 de septiembre de 2007

Hábitos Alimenticios

Gracias a la pluma de Thomas Harris y la estupenda interpretación de Anthony Hopkins lectores y cinéfilos alrededor del mundo disfrutaron de los juegos psicológicos de uno de los más fabulosos villanos generados por la ficción: El Dr. Hannibal Lecter. Alrededor de “Hannibal el Caníbal” gira una trilogía de libros de los cuales Silence of the Lambs (El Silencio de los Inocentes), el episodio que realmente lanzó el personaje a la fama, es el segundo. La primera de estas obras es Red Dragon, y la última, Hannibal, inspiró el éxito de taquilla con el regreso de Hopkins al rol del Dr. Lecter a principios de este año, deleitando a una audiencia fascinada con este brillante asesino en serie.

Cuando el film se proyectaba en los cines locales me rehusé a verlo antes de finalizar la novela. Esto por supuesto, significó que cuando finalmente me senté ante la pantalla grande fue en una sala prácticamente vacía en los últimos días de la película. En aquel entonces pensé en escribir unas líneas sobre Hannibal pero el tiempo me lo impidió. No obstante, luego de alquilar la película en video he vuelto a recordar aquellas ideas que me vinieron a la mente sobre la experiencia híbrida que consiste el libro y la película.

Mientras que por regla general suele decirse que las adaptaciones cinematográficas de novelas resultan inferiores a su inspiración, ese no es el caso con esta cinta. Leer acerca de este peculiar personaje con el rostro y la voz de Anthony Hopkins en mente enriquece el relato. El Dr. Lecter es un asesino despiadado, inmisericorde e ingenioso. Es también un hombre brillante, con una vasta cultura, una mente prodigiosa y un agudo sentido de la ironía y de justicia poética. Sería difícil hallar otro actor que pudiese darle vida al Dr. Lecter con la dignidad y la clase con las que lo hace Hopkins.

Por supuesto, a pesar de todas las ventajas narrativas que el cine puede ofrecer, siempre carecerá de la profundidad que ofrece la palabra escrita. Si bien las escenas son recreadas con una admirable fidelidad al texto de la obra, no nos permiten penetrar en el mundo complejo de las mentes de los protagonistas como lo hacen las páginas del libro. No obstante, no cuesta ver en la expresión de Ray Liotta los pensamientos que cruzaban por la mente del personaje Paul Krendler en sus discusiones con Starling. Por otro lado, si bien no es posible negar ni la fantástica capacidad creativa ni las facultades descriptivas de Thomas Harris, también hay que reconocer que su prosa y sus dotes narrativos requieren algo de afinamiento. Al hacer el salto al cine, el diseño de Hannibal es perfeccionado al ser reubicadas ciertas escenas que incrementan el efecto dramático del relato.

Eventualmente los pinceles de Hollywood garabatean sobre el lienzo pintado por Harris. Irónicamente, el motivo por el cual Jodie Foster se rehusó a retomar su aclamado papel como la Agente Especial Clarice Starling desaparece del libreto que fue filmado. Luego de una escena vital, las historias divergen y se precipitan hacia desenlaces totalmente distintos. Si bien ambos son satisfactorios, como quizás podría esperarse los productores de la película no se atrevieron a correr los mismos riesgos que el autor de la novela.

En fin, cada versión de esta historia ofrece ventajas y desventajas, pero ambas son joyas en su propio medio, y por tanto, para recorrer la experiencia completa de Hannibal hay que sumergirse en las dos y caminar junto a los retorcidos personajes de Thomas Harris. Sólo en el libro conocerás el palacio mental del Dr. Lecter y los orígenes de su canibalismo, y sólo en la película verás a “Hannibal el Caníbal” en los diez más buscados del FBI junto a Osama Bin Laden.




Diciembre, 2001


Referencia Bibliográfica:
Harris, Thomas. Hannibal/New York: Dell Publishing, 2000. 546 p.

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