sábado, 15 de septiembre de 2007

Huachaferías Para La Niña Mala

“Capaz termino enamorándome de ti.” Con esas cinco simples palabras la niña mala de Mario Vargas Llosa no sólo atrapa en su red a Ricardo Somocurcio sino también al lector casual de esta novela que en cierta medida queda imantado al relato como el espectador fascinado ante un terrible accidente de tránsito.

Las Travesuras de la Niña Mala nos las relata su víctima favorita, Ricardito, quien nos plantea en orden cronológico todas las ocasiones—desde su infancia hasta el ocaso de su vida—en las cuales sucumbió bajo distintos artilugios a los encantos elusivos de una misteriosa compatriota que se presenta intempestivamente en cada etapa de su vida con una nueva identidad, siendo exclusivamente consistente en su afán imperioso por hallar seguridad económica a cualquier costo.

Revestida en constantes elogios hacia la vida en París, la obra a veces parece sugerir que las desventuras de Ricardo y la niña mala fungirán como vehículo para retratarnos a través del tiempo el contraste de la evolución social europea y peruana. Pero poco después de la época hippie esta intención se diluye y el enfoque narrativo se centra plenamente en la atípica relación que los dos protagonistas sostienen por varias décadas como una tragedia griega light a la cual Ricardo no tiene otro remedio que resignarse a tolerar, casi como un cuento de hadas a la inversa.

Vargas Llosa deliberadamente evita adentrarse en los laberintos anímicos de la niña mala, proporcionándonos únicamente las claves para entender cuál es su objetivo y cuáles son sus métodos. En este sentido nos iguala a Ricardo en el rol de víctimas voluntarias que se arrojan sin reparos a cada aventura con la niña mala sólo con la garantía de que acabaremos con una nueva grieta en el corazón. Aún cuando la vida de esta conflictiva mujer se deteriora y se derrumba el autor nos permite simpatizar con ella mas se abstiene de redimirla.

Travesuras de la Niña Mala a momentos me hizo recordar a Violetta, aquel paradójico personaje de Xavier Velasco, como el cual muchos más habitan la literatura de todas las latitudes. Pero donde el atractivo de Violetta yacía en sus complejidades psicológicas, Vargas Llosa procura que su niña mala se asemeje más a esas flautistas de Hamelin de la vida real que se presentan como fuerzas de la naturaleza, sin explicación ni razonamiento, y dejan cicatrices nada más con emitir propuestas que sin comprometerlas hacen irresistible el seguirlas obedientemente hacia el precipicio.

Julio, 2007

eferencia Bibliográfica:
Vargas Llosa, Mario.. Travesuras de la Niña Mala. Colombia: Alfaguara, 2006. 375 p.

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