domingo, 27 de diciembre de 2009

Los Cimientos de una Leyenda

Se repite constantemente el axioma de que en el ámbito de la historias ya todas han sido contadas; lo que les da validez es cómo son reinterpretadas a través del filtro del escritor. Un claro ejemplo de esto lo protagoniza el novelista Brad Meltzer quien tomando como punto de partida un acontecimiento de hace más de setenta años nos presenta una memorable novela titulada The Book of Lies que claramente sólo pudo haberse concebido en su fértil imaginación.

Meltzer, un gran fanático de Superman, por casualidad conoció a una pariente de Jerry Siegel, uno de los creadores del legendario héroe de Krypton, y durante sus conversaciones fue descubriendo hechos interesantes de la familia Siegel y en especial el trágico acontecimiento que propició la invención del personaje más trascendental del Siglo XX, lo cual a su vez sembró la semilla de la mejor novela de Meltzer que he leído.

La trama de The Book of Lies se impone la meta ambiciosa de armonizar elementos aparentemente dispares al plantear la pregunta: ¿Cuál es la relación entre el asesinato de Mitchell Siegel, el padre de Jerry, y el primer homicidio de la historia—la muerte de Abel en manos de su hermano Caín?

Encontrarle una respuesta queda en manos de Cal Harper, un joven que no es ajeno a las tragedias familiares, cuando una noche se encuentra con su propio padre—a quien no ha visto en diecinueve años, desde que fue a prisión por provocar accidentalmente la muerte de la madre de Cal—y lo salva de una herida de bala que al parecer fue disparada por la misma pistola que acabó con la vida de Siegel. Pero no hay tiempo para una tierna reunión familiar porque Lloyd Harper está involucrado en el transporte de un misterioso tesoro: El Libro de Las Mentiras, que oculta el arma secreta con la cual Caín asesinó a su hermano, la cual según su leyenda posee grandes poderes místicos.

Cal y Lloyd de inmediato se encuentran en la mira de Ellis, un sociópata obsesionado con Caín y quien, guiado por un personaje misterioso que se hace llamar El Profeta, no está dispuesto a que nada se interponga entre él y los secretos del libro. Ellis inculpa a los Harpers del asesinato de un agente federal, lo cual motiva a su compañera, Naomi Molina, a emprender una búsqueda implacable de los fugitivos. La única forma de redimirse es exponiendo el objeto de la conspiración, y para esto deben descifrar las claves que Jerry Siegel, su último custodio conocido, legó al mundo ocultas en las páginas del comic más famoso de la historia, Action Comics No. 1, en el cual debutó Superman. A quien resuelva el enigma primero se le promete el premio más anhelado por la humanidad: La inmortalidad.

En esencia, The Book of Lies es una trama apoyada firmemente en un McGuffin, pero afortunadamente Meltzer comprende plenamente el tipo de historia que está contando y sabe que la clave no está en las peripecias de sus personajes sino en las relaciones entre ellos y cómo evolucionan a lo largo de la aventura. El autor se ocupa de dibujarnos perfiles muy bien trazados, y con cada uno de ellos el lector se identifica plenamente casi de inmediato. El prólogo que nos introduce a Cal instantáneamente nos rompe el corazón, y desde ese momento no nos podemos separar de él. La clave de un buen thriller está en la conexión emocional entre su audiencia y sus protagonistas, y aquí Meltzer nos hace partícipes de un drama en el cual es inevitable involucrarse.

Pero en la novela se rescata e inmortaliza otra historia que también exprime nuestros sentimientos: La de un niño a quien un crimen insensato le robó a su padre prematuramente y que una noche, embargado por la tristeza, se imaginó a un hombre a prueba de balas que hacía el bien. Meltzer nos narra ficción, pero la construye en torno a los hechos verídicos que marcaron la vida del creador de Superman. De la más mundana de las tragedias personales surgió un héroe fantástico que se convirtió en un símbolo mundial del heroísmo puro y desprendido.

Además, Brad experimenta con las fronteras de su novela: En su sitio web ofrece material suplementario sobre los hechos reales en los que se apoya el relato, lanzó una banda sonora para el libro con temas musicales escogidos para acompañar y aumentar la experiencia de capítulos específicos, y tiene una página dedicada al diario de Ellis, que sólo se menciona en la obra pero que ahí se puede leer en detalle para comprender mejor la motivación del principal antagonista. De todos estos experimentos el más admirable es el sitio Ordinary People Change the World con el cual organizó una colecta de caridad para restaurar el histórico hogar de los Siegels, pero desde donde también promueve el importante mensaje de que cada uno de nosotros es capaz de hacer un cambio positivo al mundo con sólo decidirse a actuar.

Aunque repleto de intrigas, sorpresas y escenas inesperadas, The Book of Lies en realidad trasciende de un simple thriller y se consagra simultáneamente como un estudio emotivo de la compleja relación entre los padres y los hijos, como una propuesta concreta sobre el sendero a la inmortalidad, y como una advertencia sobre la importancia que los contadores de historias tienen en forjar el destino de la humanidad. Y, de paso, Brad Meltzer crea el vehículo ideal para hacerle reverencia a un creador que sin duda marcó derroteros que él mismo sigue como narrador moderno.
Diciembre, 2009
Referencia Bibliográfica:
Meltzer, Brad. The Book of Lies. Nueva York: Hatchett Book Group, 2008. 435 p.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Panamá: Puente del Mundo, Corazón del Apocalipsis

Este año en la escena literaria panameña irrumpió una nueva propuesta por parte de Eduardo Verdumen, quien con una intensa campaña publicitaria presentó su ópera prima, Rex Angelorum.

La novela retrata los últimos días antes de cumplirse una profecía que ha estremecido al mundo: Entre los hombres camina oculto el Arcángel Uriel, y es la primera señal de que Dios se prepara para castigar a la humanidad por el sendero corrupto en el cual se ha embarcado. Ante esta amenaza inminente, los diferentes dogmas se dejan a un lado y las grandes religiones se unen en un grupo organizado para localizar y proteger al arcángel—a quien se refieren como El Lumen—a fin de mitigar la ira del Creador. Pero su primera preocupación no es la represalia divina sino un equipo opuesto de fuerzas ocultistas comprometido con una misión suicida para asesinar al arcángel y desencadenar el fin del mundo.

Uriel se esconde en las venas de Jaime Grajales, un anodino contador panameño que ha vivido muchos años sin sospechar que sus sueños enigmáticos son una clave de su destino sagrado. La ignorancia de Jaime se prolonga incluso cuando su esposa empieza a detectar síntomas sobrenaturales como las siluetas que deja quemadas en las sábanas al estilo del manto de Turín, cuando empieza a realizar milagros involuntariamente y mientras que en su entorno se libran batallas cruentas entre las fuerzas del bien y los sirvientes del mal.

Rex Angelorum es la novela ideal para quienes buscan distraerse con una sencilla aventura fantástica, mas la superficialidad de sus planteamientos ofuscará al lector que espera un contenido provocador dada la versatilidad de su premisa. Sus personajes planos desfilan mecánicamente a través de escenas trilladas. En ningún momento conectamos con Jaime y por ende no nos afectan las vicisitudes que atraviesa; aún considerando la negación psicológica de la que es capaz el ser humano es difícil creer que él no se percataría de los muchos fenómenos paranormales que provoca. Jamás se explica la motivación del poderoso hechicero Okuba y del trío de brujas Ana, Yula y Danya en precipitar la destrucción del mundo, y el detective Rodolfo Regueira—alias Talingo—acaba siendo una caricatura de sí mismo. Sólo logramos simpatizar con Irene, la esposa de Jaime, aunque al verla atravesar múltiples tribulaciones en la búsqueda de su marido uno no puede evitar preguntarse qué la motiva a amar a alguien tan insípido como El Lumen.

La parte más interesante de esta novela aparece al inicio de su tercer acto, cuando Jaime exhibe un período de inusitada lucidez e imparte una serie de discursos espirituales que contienen ricas ideas sobre el rol de Dios, la armonía entre las religiones, la necesidad de la muerte, el potencial de la reencarnación y varios otros conceptos que probablemente reflejan la filosofía del autor sobre la trascendencia del alma humana. También vemos un giro interesante con el enigma de Hercolubus, una intrigante posibilidad para desencadenar el Armagedón.

Desafortunadamente lo positivo en Rex Angelorum se diluye entre desatinos semánticos y una sintaxis que frecuentemente trastabilla. Las inconsistencias en la ambientación de la acción, una verosimilitud fluctuante, la irregularidad de los tiempos verbales del narrador omnisciente y la carencia de perspectivas claras constantemente distraen al lector de lo que otrora definitivamente habría sido una historia impactante. Eduardo Verdumen indiscutiblemente tiene una buena receta y cuenta con todos los ingredientes, pero sacó la comida del horno prematuramente, y tras las deficiencias técnicas nos encontramos con una trama que concluye sin entregar su virginidad temática.

Diciembre, 2009


Referencia Bibliográfica:
Verdumen, Eduardo. Rex Angelorum. Panamá: 9 Signos Grupo Editorial, 2009. 492 p.

martes, 3 de noviembre de 2009

El Archienemigo de Langdon

Robert Langdon, el simbólogo más aventurero de Harvard, está de vuelta en The Lost Symbol, y en esta ocasión le da un descanso a la Iglesia Católica para excavar en los mitos de Los Masones y la supuesta influencia que han tenido a lo largo de la historia de Estados Unidos. Sin embargo, pese a toda su astucia en esta ocasión Langdon es doblegado por el mayor adversario de su carrera: Dan Brown.

Tras una ausencia de seis años luego del inusitado éxito de su libro previo The Da Vinci Code, Dan Brown regresa al género en el que floreció su fama puliendo los elementos que ya se han vuelto una tradición en sus novelas: Una amenaza repentina que obliga a los protagonistas a vivir una tensa odisea en tiempo real, un psicópata brillante con un plan maquiavélico y un rompecabezas intelectual complejo que el héroe—y los lectores—deben resolver antes de que el peligro se concrete.

El Profesor Langdon es convocado al Capitolio en donde lo recibe la mano cercenada de su amigo Peter Solomon. Descendiente de una de las principales familias de EEUU y actual Director de Instituto Smithsonian, Peter se destaca como uno de los más generosos filántropos del país y un respetado Masón de muy alta jerarquía que custodia el más preciado secreto de esa hermandad. Dicho tesoro es codiciado por Mal’akh, un demente que secuestra a Solomon y coerce a Robert para develar el misterio masónico. La desesperada tarea se le complica por la intervención de Inoue Sato, la Directora de la Oficina de Seguridad de la CIA, con una pintoresca apariencia y una temible reputación. Afortunadamente Robert también contará con aliados en su misión, como Warren Bellamy el Arquitecto del Capitolio y hermano masón de Solomon, y la hermana consanguínea de Peter, Katherine. La carrera desesperada para rescatar a su hermano se contrasta con el peligro que se cierne sobre los logros en el campo de las Ciencias Noéticas que Katherine ha acumulado en su laboratorio secreto en el Smithsonian.

The Lost Symbol recurre a la estructura frenética a la cual ya nos han acostumbrado los cuatro libros previos del novelista, incitando la adicción instantánea del lector. La inclusión de las Ciencias Noéticas es intrigante y equilibra con planteamientos científicos la propuesta espiritual de los Masones. Esta hermética hermandad se vuelve el punto focal de la historia cuando Robert Langdon se ve forzado a penetrar en sus tradiciones y rituales para extraer los secretos contenidos en una arcana pirámide masónica que según su leyenda contiene la clave para acceder a misterios antiguos que le permitirán a la humanidad ascender a un nuevo nivel existencial. Los Masones quieren resguardar este secreto hasta que el hombre se encuentre lista para poseerlo; Mal’akh quiere apoderarse de él y destruirlo. Como suele sucederle, Robert se encuentra acorralado en el medio sin más opción que descodificar el complejo acertijo que Brown le ha puesto por delante. Con este enigma Dan hace gala de su ingenio para construir un sofisticado artefacto que se convierte en el motor de su trama. Otro destello creativo se aprecia en la fascinante tortura a la cual Mal’akh somete a Langdon.

Pero no todo el contenido de The Lost Symbol es un éxito. Ésta es una historia que enfatiza la trama y por lo tanto sus personajes adquieren apenas los rasgos básicos exigidos por la narración. Ninguno de ellos exhibe profundidad más allá de su rol en el relato; inclusive Robert Langdon continúa teniendo como único elemento psicológico relevante su fobia a los espacios cerrados. Brown desperdicia la oportunidad de valerse de sus vivencias en los dos libros previos para aportarle nuevas capas al protagonista. Por otro lado, mientras más información adquirimos sobre el abducido Peter Solomon, su nobleza se va engrandeciendo sin ningún elemento balanceador que lo humanice, por lo cual nunca conectamos emocionalmente con sus suplicios ya que instintivamente lo reconocemos como un ideal más que como un personaje.

Mal’akh, el antagonista de la historia, me inspiró sentimientos ambivalentes. El contexto del relato se prestaba para ensayar otro tipo de adversarios, pero Brown optó por la fórmula probada de libros anteriores y confronta a su académico con un psicópata delirante pero inmensamente astuto. Hay muchos aspectos interesantes en Mal’akh, entre los que sobresalen los eclécticos tatuajes que cubren su piel. No obstante, sus antecedentes dan la impresión de que el autor primero concibió el personaje más extravagante posible y luego buscó cómo justificarlo. Pasé la mayor parte de la historia queriendo creer en Mal’akh sin lograrlo, y cerca del clímax Brown inserta una revelación que afortunadamente reivindica la participación de este villano. Sin embargo, este rival no llega a la altura del Camerlengo Ventresca, el mejor adversario que Brown ha concebido a la fecha.

A fin de cuentas, el mayor enemigo al que el Profesor Langdon le hace frente en este libro no es Mal’akh sino el mismo Dan Brown, cuya monumental y controversial fama eclipsa tanto al protagonista como a la aventura. La atención de los medios se ha limitado a ver los resultados del leviatán publicitario detrás del lanzamiento de la novela, contando los millones de ejemplares vendidos sin inmutarse en descubrir si estamos ante un buen libro o no. Seguramente no seré el único lector que resiente la invasión del mercadeo desenfrenado en nuestro refugio entre las letras.
Algunos han alegado que Dan Brown está promoviendo una agenda ideológica específica a través de sus novelas de Robert Langdon, y aunque ignoro la veracidad de esa afirmación no cuesta detectar una temática consistente a lo largo de sus últimos tres libros. ¿Estaremos ante una conspiración de magnitudes mayores a las que expone el catedrático de Harvard? ¿Está Dan Brown valiéndose de literatura pop para subvertir las mentes de millones de lectores? En lo personal no he llegado a ese punto de paranoia envidiosa, pero ante la remota posibilidad de que ese fuera el caso, tengo que reconocer que el autor intenta transmitir un mensaje humanista sumamente positivo, y ese es el elemento más valioso y memorable en las quinientas páginas de The Lost Symbol.

Octubre, 2009

Referencia Bibliográfica:
Brown, Dan. The Lost Symbol. New York: Double Day, 2009. 509 p.

domingo, 4 de octubre de 2009

Riesgos Profesionales

Omití mis comentarios sobre Hard Rain, la segunda novela del sicario medio americano y medio japonés John Rain, ya que aunque disfruté su relato, no la encontré a la altura del primer libro que presentó al personaje, Rain Fall. Sospecho que Rain no fue destinado originalmente a protagonizar una serie, sino que esta decisión se tomó a la luz del éxito de su primera novela. Aquel libro retrata la aparente conclusión de la carrera de John, cuando la CIA, el Keisatsucho y la Yakuza todos descubren su identidad y lo ponen contra la pared.

Hard Rain, por otro lado, fue una novela de transición. Con esto no quiero acusarlo de ser un mal libro. Es entretenido, con suficiente acción y giros como para generar ávido interés. Pero en contraste con Rain Fall se percibe que algún ingrediente le falta, su ritmo narrativo desafina en contraste con la entrega anterior. Esto quizás se debe a que en sus páginas Barry Eisler parece estar disimuladamente reconstruyendo su elenco para protagonizar una serie: Se eliminan personajes que han agotado su potencial y se añaden otros que traen consigo nuevas oportunidades para Rain.

Afortunadamente el tercer libro, Rain Storm, supera aquellos escollos y recobra la efectividad del primero, con una trama sólida que desde la primera página te envuelve en un ambiente de constante tensión que te mantiene pendiente del siguiente paso de Rain, a quien en esta ocasión encontramos en Macau, siguiendo los pasos de un importante traficante de armas llamado Belghazi a quien ha accedido a eliminar valiéndose de su especialidad: Simular una muerte natural. Pero esta vez John se encontrará con una serie de obstáculos que dificultarán su misión.

Por un lado, Rain Storm introduce un nuevo factor que hacía falta en los libros de Rain: Una femme fatale a la cual Eisler aptamente nombra Delilah. Su exuberante hermosura se mezcla con las múltiples capas de misterio que cubren sus acciones. Cuando la conocemos aparenta ser la compañera sentimental de Belghazi, pero junto a Rain descubrimos que es una agente independiente, capaz de sorprender y confundir al hitman tanto por sus destrezas operativas como por sus habilidades para la seducción. Por primera vez vemos a un Rain indeciso entre lo que la razón le recomienda hacer y lo que sus instintos le proponen.

Por otro lado conocemos a un colega de Rain de sus días en Afganistán llamado Dox, a quien inicialmente se le encomienda interrumpir el retiro de Rain en Brasil. Aunque en el presente Dox se desenvuelve en el mismo campo profesional que Rain su especialidad es diametralmente distinta: Él es un hábil francotirador, aunque la personalidad efervescente y entusiasta que Eisler le otorga no sólo contrasta con el tradicional perfil del francotirador sino con la personalidad del mismo John Rain, quien a lo largo de la obra tendrá que determinar si Dox es un nuevo enemigo del cual protegerse o algo que él nunca ha tenido: Un amigo y compañero en armas.

Afortunadamente las adiciones no desplazan a los personajes favoritos de las novelas anteriores como Tatsu, el noble pero pragmático policía de la Keisatsucho que mantiene una alianza secreta con Rain, o como Kanezaki el joven agente de la CIA que John conoció en Hard Rain y que a estas alturas ya va adquiriendo la malicia exigida por su profesión. Permanece también la siniestra sombra de Yamaoto, el rey del crimen organizado japonés que Eisler mantiene en reserva, prometiéndonos tácitamente que un enfrentamiento con él espera a John en el futuro.

La evolución en el aspecto romántico de Rain también es bienvenida. Ahora, en lugar de tener a Midori como el único amor perdido de John, contamos con un grupo de féminas cada una con rasgos muy propios, cada una con un potencial distinto como tentación para desviar a Rain de su camino: Además de la irresistible Delilah ya mencionada tenemos a Naomi, la exótica emigrante brasileña de Hard Rain a quien John ubica en su tierra natal en Rain Storm, pese a que la sombra de Midori sigue eclipsando el corazón del asesino. Cada una es una opción intrigante, y al no haber un camino predefinido evidente la vida de John Rain se torna más impredecible.

Como si fuera poco, las amenazas contra el protagonista también parecen estar acumulándose. A Belghazi casi no lo conocemos; él permanece en el rol de presa y su única caracterización es como un combatiente salvajemente eficiente en el desenlace de la historia. Pero sospecho que el verdadero aporte es Jim Hilger, el misterioso agente de la CIA sin alianza aparente y que constantemente le lleva la ventaja a todos los bandos.

En fin, con Rain Storm Eisler adquiere un elenco bien posicionado para avanzar la saga. En este libro John Rain llega al mundo post 9-11 y las misiones para las que es contratado ayudan a mitigar la ambigüedad moral en la que se enmarca su oficio. Pero el autor debe evitar alejarse prolongadamente de Japón. Aunque fue muy interesante ver a Rain desenvolverse en otros ambientes como Brasil, un componente importante del personaje es el Tokio noir que imaginó Eisler, y al desprenderlo de este terreno Rain corre el riesgo de convertirse en otro héroe genérico.

Y, ¿qué se puede decir de la historia de Rain Storm? Barry Eisler renueva le serie con esta aventura en la cual Rain persigue a Belghazi por Macau, Hong Kong, Japón e inclusive Estados Unidos, a medida que descubre que el mundo está cambiando y pasa de ser el cazador a ser el objetivo de múltiples enemigos que tras una cortina de secretos se han propuesto exterminarlo.

¿Qué más puedes pedir?



Septiembre, 2009

Referencia Bibliográfica:
Eisler, Barry. Rain Storm. EEUU: Signet, 2005. 375 p.

sábado, 22 de agosto de 2009

Síndrome de Universalidad

La década de los cincuenta está por despedirse, y con ella se marchará la era de decadencia y libertinaje que hizo memorable a Cuba. La isla inquieta a las grandes naciones, y una maraña de espías teme que el péndulo oscile hacia el comunismo. Agentes intranquilos tratan de descubrir posibles armas soviéticas que desequilibren la Guerra Fría. Suena como una trama bastante fácil de extraer del devenir histórico, pero cuando notas que es el contenido de un libro publicado en 1958, resulta inevitable enarcar las cejas ante su acertada predicción.

Frecuentemente se alaba la capacidad de vaticinio que exhiben algunos escritores cuando sus obras ya publicadas reflejan con precisión desconcertante acontecimientos posteriores a la concepción de su relato. Pero no hay tal misterio en semejantes coincidencias; tan sólo la confirmación del talento innato del narrador. Y es que un verdadero contador de historias es un observador crítico del mundo que lo rodea, separado inevitablemente de las masas que siguen la corriente por una muralla de ideas que no sólo le hacen cuestionar los sucesos en su entorno sino que le permiten suponer cuáles serán sus consecuencias. Si gozas de la capacidad de hacerlo con personajes imaginarios, no cuesta realizar el mismo ejercicio con los actores de la realidad.

Otra pista para reconocer a un escritor excepcional es aquel que aprovecha la elipsis en la mente de su lector para caracterizar plenamente a un personaje con sólo plantear algunos rasgos delatores. Y aún más evidente se hace cuando el humor en sus líneas presentado tanto por medio de diálogos como a través de acciones logra arrancarles sonrisas a sus lectores a medio siglo de su redacción.

Estas evidencias contundentes de intemporalidad se encuentran en abundancia en las páginas de Our Man in Havana de Graham Greene, una novela de espionaje ambientada en los albores de la Guerra Fría, antes de que James Bond se volviera el agente secreto más popular de la ficción y antes de que John LeCarré tomara posesión del género. Greene les tomó la delantera a sus colegas gracias a su experiencia y a su sagaz intelecto, que no sólo le permitió identificar oportunamente el potencial del género de espionaje sino que le otorgó la capacidad crítica de quien ha saboreado la vida lo suficiente como para encontrarle la ironía y saborearle el humor, y supo aplicarle la legendaria mordacidad británica a los ardides de su propio gobierno.

Our Man in Havana cuenta la historia de Jim Wormold, un inglés que reside en La Habana a finales de los años cincuenta vendiendo aspiradoras y esmerándose por llevar una vida gloriosamente mediocre e inmemorable. Éste es el hombre al cual Hawthorne, un agente de MI6 en el Caribe igual de mediocre decide reclutar como su agente en Cuba, haciendo caso omiso a las objeciones de Wormold.

No es que Jim sea un protagonista antipático. Nuestro improbable héroe procura llevar una vida promedio, manteniendo su negocio a flote y su preocupación primordial es el bienestar de su hija Milly, de quien es custodio único tras haber sido abandonado por su esposa, quien se fue con un estadounidense. Al lector rápidamente se le hace claro que Milly es una adolescente caprichosa y egoísta, pero Wormold es incapaz de ver esto y como todo buen padre extrae de ella sus mejores cualidades. Por eso no nos cuesta simpatizar con él cuando, tras ser forzado al servicio secreto sin preparación alguna, decide emplear su imaginación para fabricar agentes y reportes imaginarios a fin de cobrar las remuneraciones que le permitirán asegurar el futuro de su heredera. Y vaya que es fértil la imaginación de Jim: De cosechar información de publicaciones económicas pasa a diseñar planos de armas secretas que están basados en sus propias aspiradoras. El problema es que eventualmente—y para la sorpresa del propio Wormold—sus agentes empiezan a convertirse en realidad. El piloto que fotografiaría las armas secretas muere en un accidente sospechoso; alguien dispara contra el profesor que le filtraba informes financieros; la policía busca a la bailarina exótica que robaba secretos a sus amantes del gobierno. Pero la inconsistencia es que Jim jamás interactuó con ellos.

En la novela se desencadena una comedia de malentendidos a medida que Londres es fascinada por los reportes de su hombre en La Habana, pero el nivel de realidad de la obra jamás es sacrificado a la sátira que Greene deliberadamente desarrolla. El espionaje es un juego sucio, y la vida del ingenuo Wormold se pone en riesgo extremo a medida que se enfrenta a otros agentes que lo han tomado con seriedad. Además, se ve en la necesidad de confrontar al Capitán Segura, oficial cubano que pronostica a los torturadores gubernamentales latinoamericanos del Siglo XX y que, como si no bastara, también aspira a casarse con la fastidiosa Milly. Y a la ecuación se suman el alcohólico doctor alemán Hasselbacher y Beatrice, la secretaria que MI6 le envía a Wormold y con quien florecerá un romance lo suficientemente inusual para satisfacernos a los desencantados con el amor idílico. Y lo más interesante es que cada uno de estos personajes, a pesar de su incompatibilidad e indeferencia, no llegará a la última página sin haber logrado algún grado de evolución que celebra las mejores cualidades del ser humano.

Éstas y más premisas incompatibles Greene las armoniza rumbo a un desenlace que nunca olvida su contexto, sólo evita seguir el sendero tradicional. Y es que más allá de lo que el autor pudo suponer en su momento histórico, Our Man in Havana mantiene validez como una denuncia anticipada de los innecesarios juegos políticos que caracterizarían la época y revela el absurdo intrínseco de lo que llegaría a conocerse como la política del détente.

La obra de Graham Greene es una muestra insólita de un autor con proyección universal. Si te quedan dudas, he aquí un dato curioso de su protagonista: Jim es un diminutivo de James. Y ya dije que ese es el nombre de pila del agente secreto más famoso de la ficción…
Agosto, 2009

Referencia Bibliográfica:
Greene, Graham. Our Man in Havana. Nueva York: Penguin Books, 2007. 228 p.

Chandler y Marlowe

“No soy Sherlock Holmes o Philo Vance. No espero recorrer el terreno que la policía ya ha cubierto y levantar la punta rota de un bolígrafo y construir un caso de eso. Si piensas que hay alguien en el negocio de detective que se gana la vida haciendo ese tipo de cosas, entonces sabes poco acerca de los policías.”
Phillip Marlowe

Con esas palabras, uno de los investigadores más célebres de la ficción describió un nuevo estilo literario que ha prevalecido por casi un siglo. Al concebir a Phillip Marlowe, Raymond Chandler no sólo produjo a uno de los más duraderos héroes de la ficción, sino que le planteó al mundo sin vacilar su propuesta de cómo debía evolucionar la literatura detectivesca para actualizarse con los tiempos, y el mundo le hizo caso.

Su ópera prima, The Big Sleep, nos introduce al mundo de Marlowe, un detective privado que es contratado por un anciano enfermo para que ponga fin a un chantaje al cual está siendo sometido. Pero el caso que acepta Marlowe resulta ser lo menos relevante en la historia, es más un vehículo para que Chandler exponga todos los elementos que cosechó de la vida cotidiana y que consideraba verdaderamente relevantes para una trama detectivesca. De esta manera, Marlowe transita por el mundo de la pornografía, de los gángsteres, de secuestradores y homicidas, de familias adineradas pero disfuncionales y de policías corruptos pero astutos, y emerge intacto revelándose como el prototipo del protagonista estoico y cínico que lo ha visto todo pero que no sucumbe a la tentación.

Esa fue la novedad en los años treinta, cuando Chandler decidió demostrar que los detectives de salón, aquellos para los cuales un crimen no era más que un desafío intelectual—un juego entre autor, protagonista y lector—tenían muy pocas probabilidades de triunfar en los laberintos delictivos que existían en las calles de Los Ángeles. Y fue tan efectivo que su estilo lo absorbieron otros autores del género que le sucedieron a tal punto que aquel monólogo cínico del investigador, los licores para apaciguar el alma, las femmes fatales que conspiran para seducir al héroe, los policías de los cuales hay que desconfiar, y muchos otros elementos se han arraigado en la mente colectiva que los identifica como imprescindibles del género, y hoy en día ya son utilizados como parodia de ellos mismos.

De Marlowe no sabemos mucho más que su código de honor y su compromiso con el trabajo; no nos cuenta nada de su pasado ni del desempeño de su carrera. Igualmente la mayoría de sus personajes exhiben un rasgo principal, pero estos van tan bien trazados que el lector por reflejo llena los espacios en blanco, y ninguno de esos personajes llega a ser una caricatura de sí mismo.

Por otro lado, la prosa de Chandler es digna de admiración independiente de la narración. Su habilidad para crear metáforas ingeniosas que enriquecen el ambiente sombrío de su relato sólo es igualada por su capacidad artesanal para plasmar con palabras oblicuas aquellas realidades que el pudor de la época impedía describir de forma directa. Es una creatividad que refleja sus tiempos, y me pregunto si los narradores de hoy en día, con la libertad actual, podrían recurrir a ella de necesitarlo.

Recientemente leí a Dashiell Hammett y me pareció natural leer a Raymond Chandler inmediatamente después. Aparte de ser dos nombres insignes de esta literatura, ambos comparten ese espíritu innovador que no todos sus sucesores heredaron. Habría que hacer un análisis detenido de los detectives que hoy deambulan las librerías para determinar si los autores contemporáneos tienen esa vena evolutiva de estos dos maestros. Lo cierto es que los noticieros día a día proporcionan semillas para historias prometedoras, y siempre habrá un escenario lo suficientemente sórdido para poner a prueba el corazón del protagonista. Pero si tomamos la esencia del trabajo de Chandler descubriremos que su verdadera fórmula fue procurar ser auténtico en sus relatos, y el autor que realmente asimile esa lección puede tener por delante una carrera tan provechosa como la de Phillip Marlowe.

Julio, 2009



Referencia Bibliográfica:
Chandler, Raymond. The Big Sleep. EEUU: First Vintage Crime, 1992. 231 p.

¿El Beatle Perdido?

Anoche Richard Brooks soñó que nosotros soñábamos que lo leíamos, y leíamos y leíamos, pero al acabarse las páginas nos sintió morir, así que decidió llegar hasta nuestro sueño y escribirnos un libro para que despertáramos felices, y a la mañana siguiente se sentó frente al teclado y lo tituló Éxtasis.

No es fácil parafrasear a una criatura literaria que ávidamente devora la mitología de las letras y luego la recita en parodias mordaces que entre líneas esconden mensajes universales, pero tampoco podía empezar de forma tradicional mis comentarios sobre esta nueva propuesta del autor de La Calle del Espanto y La Bitácora de la Fantasía. Éxtasis se presenta como la obra más lúdica de Brooks hasta el momento; casi puedes oír al pasar sus páginas las carcajadas del autor cada vez que escandaliza a su lector con sus hazañas trasgresoras.

Richard es un ser envidiable, pues habita una dimensión restringida para los meros mortales en donde cualquier narración escrita se hace realidad y existe en un solo tiempo: El inmediato. Desde ahí nos exhibe sin miramientos el diario de Ruby que describe las experiencias de una mujer en búsqueda de su identidad sexual, le expone al mundo los romances secretos del Cid Rodrigo Díaz de Vivar, se revela como amante y modelo para Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci, confiesa que durante su cautiverio junto a Miguel de Cervantes Saavedra fecundó su imaginación con la imagen de cierto hidalgo, y hasta se lleva a La Muerte de juerga en busca de una amante apropiada para Joe Black. Todo lo anterior y más lo digerimos salpicado con dosis espesas de poemas sensuales y atrevidos que procuran despertar el placer sensorial en la piel del pensamiento.

Al ojo perezoso ésta parece otra de las legendarias extravagancias de Brooks, quien aparentemente se divierte retando al lector a confrontar su moral convencional con lo que pueda surgir en la siguiente página. Pero un análisis pausado revela en Éxtasis el libro más serio de Richard aún. Detrás del relajo—que de paso nos recuerda que la vida no hay que tomársela demasiado en serio—nos transmite el mensaje más puro que nos ha planteado hasta el momento. En estas páginas sin número el autor nos está hablando de la importancia y la prominencia del amor por encima de los demás aspectos de la vida, y defiende su argumento esgrimiendo todas las posibles manifestaciones y variaciones de dicho amor para demostrarnos su omnipresencia, a fin de que en nuestra propia dimensión, en donde tantas trivialidades nos dividen y nos consumen, tengamos un punto de referencia inequívoco hacia el cual orientar nuestro compás existencial.

A menudo cuando Richard nos envía mensajes utiliza la frase “a ustedes que son parte de mis afectos”, y Éxtasis finalmente nos traduce esa pluralidad inusual. El afecto no es único e inmutable sino un camaleón cuántico que asume cuantas formas sean necesarias con tal de preservar su esencia. Del cofre de legados de Richard Brooks, éste es quizás el más universal de todos.

Dos objeciones podría levantar el conocedor de Éxtasis contra mi interpretación de la obra: ¿Cómo encajan en mi teoría las reseñas literarias y los dos capítulos finales, titulados A Sangre Fría y Los Juegos de Antaño, repletos de retribuciones rabiosas como la diarrea amazónica que tanto espantó a Ernesto Endara? A ellas les respondo con sendas interrogantes: ¿No es la pasión por los libros una manifestación más del amor? Y, ¿no es el odio vengativo el hijo legítimo del amor por algo que ha sido agraviado?

Coincido con el prólogo de Ernesto Endara en que a todas luces Richard Brooks parece haber vaciado el cajón de la cómoda, pero principalmente porque ya le faltaba espacio para rellenarlo otra vez. Después de todo, cuando llegué a la última oración el cauce temático me hizo sentir que hacía falta un capítulo adicional. Y es que no me sorprendería que un día de estos salga a relucir otra aventura inédita de Richard Brooks retratando una de sus muchas noches de parranda en Liverpool en la cual, entre copa y copa, le explicaba a John, Paul, Ringo y George: “¡Todo lo que necesitas es amor!”


Agosto, 2009

Referencia Bibliográfica:
Brooks, Richard. Éxtasis. Panamá: Círculo de Lectura Guillermo Andreve, 2009.

Para Eliminar Una Anomalía

La Historia a menudo provee suficiente material para que un autor atento logre colarse en sus grietas para insertar en ellas un relato de ficción memorable, y pocos episodios del Siglo XX se prestan para calcar sobre ellos un thriller como los años inmediatamente posteriores a la revolución cubana y el impacto que tuvo sobre los Estados Unidos la implantación de un régimen socialista en su patio trasero.

A este escenario David L. Robbins inserta a su personaje el Profesor Mikhal Lammeck en la novela The Betrayal Game. Lammeck es un historiador especializado en asesinatos políticos que ha viajado a Cuba a documentar un nuevo libro que planea escribir, aunque en el fondo está intuitivamente compelido a acercarse lo más posible al escenario de lo que sospecha será un trascendental acontecimiento.

La narración empieza a mediados de Marzo de 1961, poco más de un mes antes de la famosa invasión fallida de los exiliados cubanos en Playa Girón. El inminente ataque es un secreto a voces, y Lammeck ve en Fidel Castro lo que él considera una anomalía: Un hombre que puede cambiar la Historia, y por ende sospecha que muy pronto será la víctima de un atentado. A esa misma conclusión ha llegado el Capitán Johan, integrante de la policía secreta y custodio de la seguridad del caudillo, quien se aseguró de permitir el ingreso de Mikhal a Cuba para aprovechar su profundo dominio del tema.

La presencia de Lammeck en Cuba también le resultará conveniente a Bud Calendar, a quien llegaremos a conocer como el último agente de la CIA en Cuba. Gracias a su inescrupuloso compromiso con su trabajo y su despiadada eficiencia Calendar ha sido seleccionado para eliminar a Fidel, y no escatimará esfuerzos en lograr su objetivo. Bud llegará a revelarse como el principal antagonista de la obra, pero en el camino Robbins nos presenta a través de él una caracterización interesante del agente de la Guerra Fría al encarnar la singular obsesión que la inteligencia norteamericana tenía con Castro. Calendar utilizará todos los recursos a su disposición, desde los rebeldes locales hasta los mafiosos desterrados de La Habana, y no vacilará en obligar al profesor a tomar un rol activo en su conspiración.

Mikhal no es el típico héroe cortado con la misma tijera que algunos de sus colegas ficticios como Robert Langdon o Henry Jones Jr. Mikhal se dibuja como un verdadero académico de edad media quien—aunque sus estudios sobre los asesinatos famosos convenientemente le han inculcado técnicas de defensa personal y le han permitido dominar el uso de diferentes armas—definitivamente no se inclina a la acción y, pese a demostrar un compás moral aceptable, no exhibe el típico sentido de nobleza y sacrificio de la mayoría de estos personajes, lo cual le permite deambular por áreas grises tentado por la oportunidad de ver desde la primera fila cómo se escribe la Historia que tanto le intriga. Gracias a esto acompañamos a Lammeck a reuniones de la resistencia cubana, lo vemos intermediar entre conspiradores de la CIA y fraternizar con un joven desertor estadounidense que Calendar ha traído a La Habana para explotar sus talentos como francotirador.

Lo más interesante de The Betrayal Game es que Robbins evita la tentación de zambullirse en los hechos y opta por coreografiar los actos de sus personajes en torno a ellos, de tal forma que al prescindir de la necesidad de modificar eventos reales los pone al servicio de su propia ficción, brindándole un matiz de verosimilitud mayor. Inclusive cuando el protagonista finalmente está cara a cara con el líder de la revolución la escena adquiere un sabor de exótica autenticidad. Y es admirable que, pese a respetar estrictamente su contexto histórico—lo cual fácilmente podría generar un relato predecible—el autor se las ingenia para sorprendernos a medida que las lealtades se invierten, las alianzas se disuelven y las motivaciones ocultas se revelan más complejas e inesperadas.

The Betrayal Game es uno de esos thrillers inusuales que debajo de las técnicas obligatorias esconde un estrato de información que invita a reflexiones más allá de las aventuras de sus personajes. David Robbins hace gala de sus estudios sobre la controversial isla al concluir su relato con una revelación insólita que te hará reconsiderar los eventos de sus páginas y, aún más importante, propone interrogantes provocativas acerca de la letra menuda que se pierde en los reveces de la Historia.
Agosto, 2009

Referencia Bibliográfica:
Robbins, David L. The Betrayal Game. Nueva York: Bantam Books, 2009. 419 p.

domingo, 28 de junio de 2009

En el Nombre del Padre

Al leer recientemente The Maltese Falcon de Dashiell Hammett noté algo singular en sus páginas sin lo cual no estaría escribiendo estos comentarios. Después de todo, ¿qué puede decirse de este clásico que no se haya dicho previamente en los ochenta años desde su publicación?

Dashiell Hammett, quien antes de ser escritor trabajó como detective de la famosa agencia de los Pinkertons, es recordado como el padre del género negro o, específicamente, del género detectivesco que concibió a protagonistas más realistas, divorciándolo del cozy inglés en el cual laboraba el formidable Sherlock Holmes. Su heredero literario, Raymond Chandler, afirmó acertadamente que fue Dashiell quien volvió a ubicar el homicidio en la calle y en manos de quienes realmente tenían la motivación para cometerlo.

The Maltese Falcon le presentó al mundo a Sam Spade, un investigador privado destinado a ser inmortalizado y replicado muchas veces en la ficción. La vida de Spade cambia cuando se presenta a su despacho una mujer irresistible que contrata sus servicios para un caso que resulta ser muy distinto a lo planteado. Pronto el compañero de Spade es asesinado, y el protagonista se ve envuelto en una serie de problemas de los cuales sólo con su astucia y su temple podrá librarse y develar el misterio de uno de los macguffins más famosos de la literatura.

Sam Spade, junto a otros pocos como Phillip Marlowe, llegó a ser el prototipo del detective del género negro estadounidense que autores como Hammett concibieron en respuesta al tradicional estilo británico. No hay muchos reveces en su personalidad: Spade se presenta igual de seguro desafiando a sus rivales, defendiéndose de la presión policíaca o manteniendo un amorío con la esposa de su socio. Es el arquetipo del detective hard-boiled: rudo, ingenioso e imperturbable. Las mujeres sucumben en sus brazos y los malhechores nunca logran sacarle la delantera, y en su momento no hubo actor más apto para interpretarlo en la pantalla grande que el genial Humphrey Bogart.

Lo mismo se puede decir de su elenco, desde Brigid O’Shaughnessy, la típica dama en aprietos que resulta ser un peligro, hasta Casper Gutman y los malandrines que le rodean. Aparte de la avaricia no hay mucha motivación detrás de estos personajes, y sin embargo su interacción en The Maltese Falcon sigue manteniendo su encanto a casi un siglo de su publicación.

Pero lo que más me llamó la atención es la intemporalidad de la prosa de Dashiell Hammett. Si jamás hubieras oído del autor, de Spade o del halcón maltés y leyeras este libro por primera vez, fácilmente podrías suponer que es un escritor contemporáneo escribiendo una historia de época. Recuerdo que cuando leí a James Ellroy, otro escritor que también se ha destacado en el género negro, a pesar de disfrutar su historia su prosa me pareció anticuada. El libro de Ellroy fue escrito en los ochenta y veinte años más tarde ya el estilo del género había evolucionado en contraste con el suyo. Sin embargo, el debut narrativo de Hammett data de los años veinte y se lee igual de fresco en el 2009. Quizás se deba al estilo minimalista de narrar que utilizaba Dashiell; a lo mejor de haberse ocupado más con la estética de su redacción la obra hoy en día se vería más enmarcada en su época.

Hay otro aspecto a considerar en esta reflexión. Si el estilo de Hammett mantiene su relevancia en la actualidad, ¿debemos atribuírselo únicamente a su talento para diseñar un relato tan duradero? Creaciones como las suyas han sido destiladas a través de los años en fórmulas para el uso de autores mucho menos hábiles. Este fenómeno es quizás más visible en el género negro que en otros. Entonces, no puedo evitar preguntarme: ¿Será posible que la sensación de intemporalidad a la que aludí se deba también a que con las décadas sus sucesores en el género han procurado apegarse demasiado a ese mismo estilo de narrar? Y, en el supuesto de que la respuesta sea positiva, ¿sería eso motivo de orgullo o desánimo para Dashiell, si hoy pudiera repasar el producto la corriente narrativa que contribuyó a concebir?
Junio, 2009
Referencia Bibliográfica:
Hammett, Dashiell. The Maltese Falcon. Londres: Orion Books Ltd., 2005. 213 p.

lunes, 27 de abril de 2009

El Precio de la Lealtad

Pasaron seis años para que Greg Rucka retomara las aventuras del guardaespalda Atticus Kodiak, protagonista de sus primeras cinco novelas. Luego de esta pausa en la que nos presentó a otros personajes memorables como Mim Bracca y Tara Chace, Rucka regresa a las crónicas de Kodiak con su más reciente novela Patriot Acts. Debido a que esta novela es una continuación inmediata de la entrega anterior, Critical Space, me di a la tarea de repasar aquella antes de sumergirme en la nueva obra. Lo primero que me impactó fue la manera constante y certera en la que la prosa de Greg ha evolucionado. Contrastar ambos libros me permitió observar cómo su diseño narrativo se ha vuelto más preciso, sus escenas editadas y ensambladas con una habilidad quirúrgica. Lo cual no debería sorprenderme, pues estamos hablando de un autor que ganó su primer premio literario a los diez años.

Rucka también se ha dado conocer por ser un escritor compulsivamente comprometido con el mundo emocional de sus personajes y el nivel de realidad de sus historias. En este caso esa cualidad simultáneamente es la fuente de la originalidad que hace irresistible a la novela y de la única debilidad del libro.

Patriot Acts reanuda la narración en el instante en que terminó Critical Space: Impresionada por la habilidad que Atticus demostró protegiendo a uno de sus clientes en Smoker, la asesina profesional conocida como Drama lo escogió como su guardaespaldas cuando un colega fue contratado para eliminarla. Kodiak logró su cometido, pero los peligros no concluyeron con la última página de aquella novela.

Patriot Acts básicamente lidia con las consecuencias de las decisiones que todos los personajes tomaron en la novela anterior. Sólo porque el sicario Oxford fue detenido no significa que Atticus y Alena están a salvo. Hay toda una maquinaria política y económica que los ve como un pasivo y esto los convierte en fugitivos. El guardaespaldas y la asesina se convierten en la pareja más improbable mientras se refugian con nuevas identidades. Pero su libertad fue comprada con una vida inocente que nada tenía que ver con el conflicto, y nuestros protagonistas pasan más de tres años esperando la oportunidad de hacer justicia.

Dentro de sus páginas Rucka confecciona una excelente tesis sobre quiénes son los clientes potenciales de estos supuestos asesinos profesionales y cuáles podrían ser sus motivaciones, y nos presenta una interesantísima dinámica entre la administración pública y el sector privado de Estados Unidos que parece engendrada en los titulares del mundo real. En este peligroso escenario Greg inserta a sus protagonistas y los enfrenta a un misterioso enemigo atrincherado en las más altas esferas del poder político. Curiosamente las historias de Atticus siempre han motivado a Rucka a experimentar con el diseño narrativo, y nuevamente nos encontramos en estas páginas algunas propuestas refrescantes sobre cómo manejar las transiciones sin que perjudiquen el ritmo de la historia.

Cuesta referirse a los personajes de Patriot Acts sin revelar las sorpresas que aguardan al lector en sus páginas, pero es necesario recalcar que cada una de sus personalidades está fantásticamente trazada y todas las decisiones que toman se perciben como lógicas e inevitables, no sólo para el dúo protagonista sino para todos los que se cruzan en su camino incluyendo al benefactor sorpresa que surge en el último acto de la trama. Para alguien que ha leído todos los libros de Rucka es lamentable haber esperado tantos años sin volver a ver en esta página a los personajes secundarios que solían poblar las historias de Kodiak, pero dadas las circunstancias que impactan la vida de nuestro héroe el nuevo enfoque de este libro es plenamente razonable e inevitable.

Como un lector fiel a la pluma de Greg Rucka, mi única queja es que el curso que ha tomado la vida de Atticus parece distanciarlo cada vez más de su profesión como guardaespaldas profesional, que inicialmente lo destacó como un personaje original dentro del género. Pero si evaluamos la novela de forma independiente, queda claro que Patriot Acts es todo lo que un thriller debe aspirar a ser.

Enero, 2009

Previos libros del autor:
http://lapiladelibros.blogspot.com/2007/09/bond-jane-bond.html

Referencia Bibliográfica:
Rucka, Greg. Patriot Acts. New York: Bantam Books, 2008. 392 p.

Vendetta Institucionalizada

El oficio del espionaje ha sido explorado en la literatura principalmente desde la perspectiva de las agencias estadounidenses o británicas. Pero existe otro servicio de inteligencia eficaz e implacable que ha causado conmoción en el mundo real: La Mossad israelí. Y es a esta organización a la que Daniel Silva le da protagonismo en su novela The Kill Artist.

Cuando el embajador de Israel en Francia es asesinado en un brutal atentado terrorista, el espía maestro Ari Shamron es convocado de nuevo a la acción y rápidamente detecta la mano de un viejo adversario, Tariq al-Hourani, un terrorista palestino que por un tiempo gozó de la confianza de Yasir Arafat. Shamron estima que la única represalia adecuada es la eliminación de Tariq, y para semejante tarea considera que hay un solo hombre apropiado: Gabriel Allon.

Nuestro protagonista, sin embargo, ya no quiere tener nada que ver con Ari. Allon actualmente trabaja como restaurador de obras de arte, un oficio que aprendió precisamente como cubierta cuando operaba como uno de los agentes de la Mossad que se encargaron de ejecutar a trece miembros de Septiembre Negro. Antaño fue el discípulo más destacado de Shamron, pero su relación se agrió luego de que una de sus misiones le costara su familia. Y el autor de ese atentado que devastó a Allon fue precisamente Tariq.

Tariq también es un personaje interesante, un terrorista despiadado que sin embargo exhibe una peculiar dependencia de la compañía femenina como apoyo para lograr sus atroces cometidos y protege un secreto personal que lo convierte en una amenaza más inminente de lo que sus enemigos suponen. Pero Silva no nos retrata a Tariq como un típico villano. Este palestino tiene la convicción de que lucha por el bienestar de su pueblo, y ha recurrido a medidas extremas sólo tras sentirse traicionado por Arafat. Tariq también sufrió una pérdida terrible que desea vengar: Su hermano mayor fue uno de los integrantes de Septiembre Negro que Gabriel asesinó.

En este ciclo vicioso de rencor y retribución Shamron inserta a Jacqueline Delacroix, una exitosa modelo internacional cuyos abuelos fueron ejecutados durante la ocupación de los Nazis de Francia y que ha servido como agente para la Mossad en misiones anteriores. Es reclutada nuevamente para que sirva como carnada para Yusef, el hombre que guiará a Gabriel hasta Tariq. Pero el complejo pasado entre Allon y Delacroix resucitará fantasmas que pondrán en riesgo toda la operación.

En The Kill Artist Daniel Silva nos presenta un siniestro juego de astucia en el que ambos adversarios se consideran cazadores y logra que el lector cuestione constantemente quién realmente posee la ventaja estratégica. Un pueblo que considera tener un derecho divino de venganza provee el material idea para este thriller psicológico, y Silva logra plantear los argumentos tanto de los israelíes como de los palestinos sin mermar el suspenso pausado que nos guía hasta el sorpresivo blanco que Tariq ha escogido para su ofensiva final.

En las últimas páginas nos encontramos con varios giros interesantes que le aportan un nuevo contexto al relato y apreciamos el esfuerzo de Silva por mantener un buen grado de realismo en la confrontación final. Vale mencionar que la venganza le es negada a uno de sus protagonistas en el desenlace, lo cual podría sugerir que el autor desea cuestionar su validez moral. The Kill Artist es la primera de una serie de novelas protagonizadas por Gabriel y tras haber conocido a este personaje con tantos planos psicológicos y cicatrices anímicas auguro prometedoras entregas futuras de las aventuras del héroe penante de Silva.


Enero, 2009

Referencia Bibliográfica:
Silva, Daniel. The Kill Artist. Nueva York: Signet, 2004. 501 p.

Proselitismo Apolítico

Bajo la premisa de que la novela Ensayo sobre la Lucidez de José Saramago ocurre en la misma ciudad y con algunos de los protagonistas de una de sus novelas anteriores, Ensayo sobre la Ceguera, cualquier lector esperaría un relato tan crudo y realista como fue aquella obra sobre la epidemia de ceguera.

Este nuevo ensayo se anuncia como la crisis que se da cuando los ciudadanos acuden a las urnas a rellenarlas de votos en blanco. Con tal tema anticipaba un retrato filosófico de nuestras actuales estructuras políticas, de un agudo análisis de la manipulación del poder, y de lo que un pueblo quizás podría lograr si despertara y castigara a sus gobernantes. Eso no fue lo que encontré en sus páginas.

Los primeros capítulos se prolongan excesivamente, pero surten el efecto de intrigar al lector, creando dudas sobre la dirección del relato. Eventualmente discernimos el tono casi a la altura en que el gobierno decide castigar a los electores abandonando la ciudad y dejándolos sin gobernantes y oficiales del orden. A partir de ese momento, Ensayo sobre la Lucidez se revela como lo que es: Una sátira de quienes detentan el poder político.

Si bien esto no es lo que esperaba del libro, tampoco le resta mérito, porque debajo de situaciones un tanto absurdas Saramago cuela mensajes bien claros acerca de aquellos a quienes ridiculiza. Desde la intención de tildar como epidemia la avalancha de votos blancos, el plan de equipararla con la enfermedad de la ceguera, hasta la conspiración insensata para inculpar de la subversión contra el gobierno a la mujer que no perdió la vista en aquel libro, el autor nos va transmitiendo con gran ironía la opinión que tiene de los políticos.

Como en obras previas, los protagonistas de este ensayo carecen de nombres, son identificados por el puesto social que ocupan. Pero aquí eso adquiere un valor adicional, pues subraya el hecho de que Saramago no ataca a un gobierno en particular, a una doctrina política específica, ni a una corriente histórica determinada. Su novela se universaliza; está satirizando a cualquiera que en algún momento haya ocupado un cargo público. Esto lo apreciamos notoriamente cuando coloca su lupa encima de las luchas hipócritas entre el Jefe de Estado y sus Ministros, en los eufemismos con los cuales rellena los discursos innecesarios del Presidente, en la forma en la cual lo ilógico le es requerido al comisario que envían a llevar a feliz término la conspiración.

Ensayo sobre la Ceguera no es la historia más compleja y verosímil que encontraremos, pero gracias a la experta pluma de Saramago se transforma en una fábula en donde la prosa transmite una docena de mensajes en una oración sencilla, y en la cual cada una de sus múltiples digresiones abre un espectro de posibilidades que, además de hacernos sonreír ante nuestra disparatada naturaleza, nos plantarán en el subconsciente interrogantes sobre dicha naturaleza que es muy saludable que cultivemos por mucho más que la duración de la obra.
Febrero, 2006
Referencia Bibliográfica:
Saramago, José. Ensayo sobre la Lucidez. Colombia: Algaguara, 2004. 423 p.

domingo, 1 de marzo de 2009

Réquiem para 007

En ocasión del regreso de James Bond a la pantalla grande a finales del año pasado, luego de ver a Daniel Craig paseándose por el Casco Antiguo y Avenida B decidí leer la novela Devil May Care, escrita por Sebastian Faulks en homenaje al centenario del nacimiento de Ian Fleming, creador del espía más célebre de la ficción.

De los libros del agente 007 sólo había leído Casino Royale tiempo atrás interesado en descubrir el concepto original de Fleming que Hollywood tanto había diluido hasta el lanzamiento de la película homónima. Me encontré en Devil May Care al mismo personaje de aquel libro, con unos años y unas cuantas cicatrices extra, pero con la misma voluntad para llevar su misión a feliz término.

Para quien busca una aventura de acción e intriga, Devil May Care contiene todos los elementos que uno espera de una historia de Bond: Un adversario con una deformidad física y un carácter despiadado, una trama insólita para desviar el curso de la sociedad, viajes alrededor del mundo a sus rincones más exóticos y una dama atractiva y enigmática que despierta el interés de nuestro héroe.

Lamentablemente, la novela no posee mucho más que eso. Faulks aparentemente se limitó a reproducir la fórmula de Fleming sin mucho afán de innovación. Las partes más interesantes las encontramos al comienzo, cuando nos encontramos con James en un sabático, conciliando los recuerdos de sus aventuras pasadas con la posibilidad de que ya es hora de dejar atrás el trabajo de campo y cerrar esa etapa de su vida. Éste es un Bond que se encuentra con una mujer hermosa que intenta seducirlo y decide dejarla pasar pues está perdiendo su apetito por sus antiguos juegos. Desafortunadamente este Bond desaparece tan pronto M le asigna una nueva misión; habría sido más interesante que llevara las dudas consigo a lo largo de la novela.

Otra perspectiva interesante que Faulks pudo aprovechar mucho más fue la distancia histórica que tiene con la época en la que se desarrolla la historia. Devil May Care tiene lugar en 1967, en un momento en que las relaciones entre MI6 y la CIA se han enfriado porque el Reino Unido no apoyó a Estados Unidos en Vietnam. Bond observa una sociedad cambiante en la cual las drogas se están volviendo un problema apremiante. Sus investigaciones lo llevan hasta Persia, presagiando la amenaza que Irán llegará a ser para la paz mundial. Y en el último trecho de su misión James visita por primera vez la Unión Soviética, descubriendo que el enemigo quizás no es tan fuerte como suponía.

Todos estos elementos se prestaban para una trama mucho más completa y provocativa que la escrita por Faulks. Por otro lado, considerando que los herederos de Fleming le comisionaron la confección de este libro como parte de un ejercicio publicitario que incluyó su lanzamiento a bordo del navío HMS Exeter (http://news.bbc.co.uk/1/hi/entertainment/7420894.stm) y la creación de una canción al estilo de los films por el grupo SAL (http://www.youtube.com/watch?v=tEs73nynO2o), quizás parte de sus instrucciones era no romper con ninguno de los paradigmas de la serie.

Si habrá futuras entregas en prosa del agente 007, recomiendo hacer propuestas más audaces. Por ejemplo, sería interesante ver a un Comandante Bond de avanzada edad a finales de los ochenta o los noventa, ocupando la posición de M y dirigiendo al Servicio Secreto contra las nuevas amenazas que se ciernen sobre el Siglo XX. Mientras tanto, éste podemos considerarlo como uno de los pocos casos en los que la palabra escrita ha sido superada por el cine mediante la saga que los Broccoli están construyendo en torno a Craig.

Enero, 2009

Referencia Bibliográfica:
Faulks, Sebastian. Devil May Care. Londres: Penguin Books, 2008, 295 p.

domingo, 22 de febrero de 2009

Cronopiofilia

¿Sonará muy mal que admita que nunca había leído a Julio Cortázar? No lo había evadido intencionalmente; simplemente entre tantos libros disponibles tardas más en llegar a unos que a otros. Mi primer contacto con este venerado escritor argentino fue a través del librito Historias de Cronopios y de Famas, y con sólo un par de páginas ya me había sumado a su legión de adeptos.

“En casa del Jacinto hay un sillón para morirse…”

La obra que nos ocupa ha sido catalogada como una colección de cuentos, pero semejante terminología tan rígida y tradicional es insuficiente para referirse al exuberante ejercicio de imaginación irreverente que encontramos dentro de sus páginas.

“Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas…”

El libro está dividido en cuatro secciones, y aunque la primera, titulada “Manual de Instrucciones,” no me convenció de salida, para cuando llegué a la segunda—“Ocupaciones Raras”—el libro me capturó, y al pasar a “Material Plástico”, la tercera, ya era un adicto.

“Un fama descubrió que la virtud era un microbio redondo y lleno de patas…”

Sus pequeños relatos podrían considerarse cuentos en el sentido que contienen el desarrollo de una acción por algunos personajes, pero a su vez trascienden las fronteras de los cuentos, se transforman en un género autóctono que se caracteriza por la innovación creativa y la invalidación de paradigmas.

“A un señor le cortaron la cabeza, pero como después estalló una huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza y arreglárselas bien o mal…”

En sus páginas encontrarás temas tan diversos como una tía que teme caerse de espaldas, cómo lanzar un pelo al lavabo y luego recuperarlo de la cañería, una familia que se apropia del duelo en los velorios ajenos, la humillación de las bicicletas al negárseles el acceso a los sitios públicos, un mundo tapizado de libros, la interpretación de la geografía desde la perspectiva de las hormigas, las vicisitudes del camello Guk que ha sido declarado indeseable, ó un oso que vive en los caños de la casa.

“Los pobres aprovechan los libros como ladrillos, los pegan con cemento y hacen paredes de libros y viven en cabañas de libros…”

Ésta es una obra que nos exige dejar de tomarnos todo tan en serio, nos reta a asignarle nuevos significados a palabras cotidianas, a buscar la novedad en lo mundano, a entretenernos con el absurdo. La aparente sencillez de sus relatos oculta una profundidad insospechada que revela a su vez un poderoso dominio del lenguaje y la sintaxis y una erupción inventiva irreprimible que se conjugan para producir el texto más divertido que he leído en muchos años.

“Pasa que los cronopios no quieren tener hijos, porque lo primero que hace un cronopio recién nacido es insultar groseramente a su padre…”

Al llegar a la cuarta y última sección que da título a la obra el ingenio fantástico alcanza su máxima expresión al describirnos el mundo de unos seres ambiguos llamados famas, esperanzas, y los adorables cronopios. No sería justo con el libro abordar estos relatos en un par de líneas; basta con decir que detrás de estas jocosas anécdotas yace una oda a la capacidad de ilusionarse con cada detalle ordinario de nuestro entorno.

“Qué maravillosa ocupación cortarle una pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina…”

Historias de Cronopios Y de Famas es un libro que recomiendo para absolutamente cualquier persona; desde el lector empedernido hasta quien esquiva la literatura como una peste contagiosa. Es un libro que te hará reír, te hará pensar, te hará suponer, aliviará tus tensiones, y tan pronto culmines su lectura desearás regresar a la primera página. Julio Cortázar gozaba de una perspectiva privilegiada del mundo que nos rodea y somos afortunados de que la haya compartido con nosotros en esta obra intemporal.

Enero, 2009

Sitio del autor: http://www.juliocortazar.com.ar/

Referencia Bibliográfica:
Cortázar, Julio. Historias de Cronopios Y De Famas. México: Punto de Lectura, 2005. 165 p.

sábado, 7 de febrero de 2009

Travesuras del Pasajero Oscuro

Un asesino en serie que sólo escoge a víctimas peores que él es el héroe improbable de un misterio policiaco ambientado en Miami. Cuando escuché la premisa del programa de TV Dexter la tildé de insostenible para una serie, y conversando con un amigo opiné que estaría mejor planteada en una novela finita. Semanas después descubrí que de hecho el show era una adaptación de un libro de Jeff Lindsay, y de ahí mi curiosidad me obligó a leerlo.

Darkly Dreaming Dexter nos presenta a Dexter Morgan, un hombre que de pequeño fue adoptado por un policía honesto y tras crecer en el seno de su familia sigue la tradición familiar y trabaja como un científico forense en el Departamento de Policía de Miami sirviendo como analista especializado en los patrones de la sangre en las escenas de crímenes. Pero Dexter tiene una vida oculta: Como todo psicópata él es incapaz de sentir las emociones humanas y se limita a fingirlas mientras que, de vez en cuando y con la meticulosidad que semejante tarea exige, asesina a aquellos individuos cuyas trasgresiones sociales son lo suficientemente abominables como para que los lectores no se sientan incómodos con las atrocidades de Dexter, como por ejemplo un sacerdote que mata a los niños de su parroquia. ¿Dónde adquirió nuestro protagonista semejante código de honor? Pues Harry, su padre sustituto, detectó cuando Dexter era joven esos impulsos antinaturales que brotaban en él y, conociendo todas las técnicas policíacas, le enseñó cómo evadir los errores que lo enviarían a la cárcel y le inculcó los principios que le permitirían canalizar sus necesidades para beneficiar a la comunidad.

La vida cambia para nuestro insólito héroe cuando un nuevo asesino aparece en Miami exhibiendo un talento superior al de Dexter. Sus víctimas aparecen descuartizadas y vaciadas de hasta la última gota de sangre. Dexter se halla a sí mismo presa de una obsesiva admiración por el asesino que lo magnetiza a la investigación de los homicidios e inspira en él errores injustificados que podrían costarle todos sus secretos. Para complicar las cosas su hermana adoptiva, Deborah, quien también es una policía que aspira desesperadamente a convertirse en detective, requiere del apoyo de Dex para resolver el caso, pero él no está seguro si éste es un hombre a quien desea detener. O siquiera si se trata de su propio Pasajero Oscuro.

Mi escepticismo rápidamente se disolvió. No es sólo que Lindsay concibió un concepto que le ofrece un ángulo fresco a un género que ansiosamente lo requería después de haber sido explorado por tantos autores. Las páginas del libro están pobladas de personajes que se esmeran por romper con los roles tradicionales. Nos agrada tanto Deb Morgan con su carácter impaciente, como la Detective Migdia LaGuerta con su maniobras políticas y su atracción hacia Dex, como el Sargento Albert Doakes que sospecha que algo no anda bien con el forense Morgan, hasta la novia de Dexter, Rita, quien por su historia de abuso familiar es la pareja ideal para nuestro protagonista. Y hay que reconocerlo: Dexter también encanta porque a través de su narración en primera persona obtenemos un punto de vista poco convencional de la conducta social cotidiana, porque nos ofrece un retrato interesante de la comunidad hispana en Miami, porque salpica sus experiencias con un humor negro irreverente, porque notamos que hay una parte de él que desearía repeler al Pasajero Oscuro, que es la metáfora con la cual se refiere a aquellos instintos homicidas que encadenan su alma intempestivamente.

Si ya has visto la primera temporada de Dexter el libro guarda pocas sorpresas pues la adaptación televisa es muy fiel y sólo expande un poco la trama para cumplir con la cantidad adecuada de episodios. Pero aún así la prosa de Jeff Lindsay es lo suficientemente entretenida y envolvente como para enriquecer la historia. Por mi parte, ya he encargado los siguientes dos libros protagonizados por el Señor Morgan y no planeo ver un solo episodio más hasta que los haya leído.

Enero, 2009

Referencia Bibliográfica:
Lindsay, Jeff. Darkly Dreaming Dexter. Reino Unido: Orion Books Ltd, 2005. 275 p.